SÉNECA Y LOS QUE PASARON POR EL OJO DE LA AGUJA

 


 

Referencias:

Séneca, Tratados filosóficos

Estudio Preliminar de Francisco Montes de Oca, Editorial Porrúa, México, 2006

 

M.T. Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses

Versión de Julio Pimentel Álvarez, editado por la  Universidad Nacional Autónoma de México, 1976.

 

Séneca  escribió pero no haber leído con cuidado su filosofía,  es por lo que ahora  tenemos un mundo kaput. Lleno de sabias frases, de otros autores, pero con las cárceles, los hospitales y los panteones en sobre cupo.

 Séneca no hace recomendaciones desde el otro lado de la vitrina ni quiere componer al mundo. Sólo intenta hacer  catarsis. Repitió lo que H. D. Thoreau diría  veinte siglo más tarde  en el sentido que  vino a este mundo  a vivir en él, esté bien o esté mal, no a reformarlo. Su lucha era con él mismo, no con el mundo.

 

En sus reuniones con otros filósofos  Séneca preguntaba  si tener un cuerpo conforme a los cánones de la belleza, en cuanto  a salud, y proporciones espirituales y  físicas, ¿es un sueño no alcanzado o una meta?

Las esculturas perfectas de los artistas griegos de la antigüedad, que hacían  del cuerpo humano, y las ideas de un mundo de trascendencia, eran metas a seguir, no es que ya las poseyeran. Pero en cuanto existía el anhelo sincero, ya se estaba en ello.

Un alpinista que sube por el sendero aún  no está en la cumbre pero ya va hacia ella.

 Lo potencial moral se echaba a  andar, no se quedaba en mera potencia. ¿Quién empuja esa potencia? Porque la potencia por sí no se mueve, sólo queda en potencia. Hay un primer móvil, creía Aristóteles.

El paganismo griego-romano tenía muchos dioses y diosas que daban ese empujón a la potencia. También lo tendrán después los cristianos.

¿Quién es el obstáculo  más grande para un cristiano? ¡Él mismo y sus demonios interiores! El demonio es sólo una coartada para evadir la responsabilidad propia.

Valeyo, contemporáneo de Cicerón (Cicerón nació un siglo antes que Séneca 106 a C.) dice que “los poetas atribuyen a los dioses todos los vicios humanos.” Después  el cristianismo hará lo mismo pero ahora haciendo responsable de esos vicios al demonio.

El demonio existe o no existe en la medida que el individuo quiere que exista. Un poco al estilo de la hipocondría, en la que nos inventamos enfermedades, o no, en ausencia de ella.

Pero, si se observa bien a Séneca  es desde la posición contraria que  anhela alcanzar estos paradigmas edificantes. Es decir, no desde el que ve detrás de la ventana sino  del que está en medio del kaput y es parte de él.

No es lo mismo ver un tornado del desierto,  en televisión, que en la realidad estar en medio de él.

Ese es el pensamiento de Séneca. Él hablaba de la virtud, de la vida en sobriedad, del ser, mejor que del tener.

Pero… lo hacía desde su palacio, servido con tantos esclavos que ni siquiera sabía cuántos había comprado.

Charlaba de todo eso con sus otros amigos, filósofos de la STOA,  medio recostados frente a la mesa llena de manjares traídos desde lejanas tierras y vinos añejos no al alcance de muchos.

Engalanados todos con lujosas túnicas y joyas en las manos. Y seguramente con un costal metafórico lleno de aberraciones.

Séneca no hacia responsable de sus faltas morales al dinero o a los dioses o al demonio. Buscaba más cerca: él.

Séneca conoces las observaciones que la gente le hacía:

“¿Por qué tienes tan lucidas alhajas? ¿Por qué bebes vinos de más años que los que tú tienes? ¿Por qué labras casas? ¿Por qué plantas arboledas para sólo hacer sombra? ¿Para qué trae tu mujer en sus orejas la hacienda de una casa rica? ¿Por qué das a tus criados tan costosas libreas?”

No hay que olvidar que estamos hablando de personajes del más elevado estatus del imperio romano en sus días.

Por esa ambivalencia, de hablar de sobriedad, cuando la abundancia era la que lo rodeaba, o de mesura en los placeres cuando  tenía a la mano lo que quería con sólo mencionarlo, es por lo que fue insistentemente observado.

Pero no digo que vivo en la virtud,  cuando no lo soy, argumentaba Séneca. Sólo digo que me gustaría vivir como no vivo.

Al parecer tampoco le obsesionaba penetrar los arcanos en las preguntas que tanto interesa despejar a los hombres de letras, como es el caso de a Marco Tulio Cicerón:

“Unos afirman la existencia de la eternidad, otros la niegan en absoluto: unos sostienen que hay un numen divino, otros que no existe ninguno; Unos atribuyen ciertas propiedades a la divinidad, otros le asignan cualidades diferentes, unos concluyen que existe la Providencia, otros que los dioses no se preocupan de las cosas Humanas.”

Todo eso, los problemas del mundo, la existencia de la Divinidad o no, son cuestiones que no le son  ajenos. Pero primero quiere conocer lo más inmediato: él.

San Pablo y San Agustín,se confesaron a sí mismos este pensamiento dicho  por Séneca: Sé lo que es bueno y hago lo malo.

Es un pensamiento de la Paideia griega. San Pablo caminó durante años por esas tierras de los presocráticos y no debió serle ajeno este pensamiento de catarsis personal.

En el pensamiento de Séneca todo apunta hacia el bien interior. Quiere decir que el hombre se salva por sí mismo, según los vientos mueven las cortinas del templo de la STOA.

A diferencia de Pablo (contemporáneo de Séneca pero que jamás se conocieron) que creía perdido al hombre si Dios no venía a su rescate por medio de recibir desde arriba el salvoconducto con la palabra fe.

Algunos pueden   meditar allá, en una ermita entre las lejanas montañas del Tíbet o como lo hizo San Francisco de Asís. 

Pero si al mismo tiempo está dentro de la cultura industrial ya tenemos en Séneca la figura del hombre religioso que, por necesidad de dialogo,   debe convivir entre los representantes del Estado laico.

 


                      Dibujo tomado de El País, 23 de diciembre de 2017

Su moralidad corresponde más bien al individuo. Montes de Oca  define así su modo de pensar:

“Su filosofía se puede reducir a lo siguiente: conservar la propia libertad y respetar la de los demás.”

Hace perenne su modo de pensar, y brilla más en los tiempos, como el presente, que medimos la prosperidad por el tener, aunque en la carrera tengamos que atropellar.

Al parecer, en   el cristianismo los ricos no tienen posibilidades de pasar por el ojo de la aguja. A Jesús le importaban los pobres, la gran base de la pirámide.

 Si bien,  a la postre tampoco dejó fuera a los ricos. Uno de sus grandes evangelistas, ante de conocerse,  se había hecho merecedor  al desprecio de la gente por cobrar impuestos al servicio de los romanos y él, Jesús, en persona, lo pasó por el ojo de la aguja con una sola palabra: ¡”Sígueme!”

Cronológicamente fue Séneca el que  primero hizo pasar, bajo ciertas consideraciones, a la riqueza por el ojo de la aguja. Nació cuatro años antes que Jesús y se formó filosóficamente en los tradicionales muros del Pórtico.

En el paganismo de Séneca todavía hay la posibilidad de conocer  el origen de la riqueza, que hablaría tanto de su posesión,  como de su  posterior aplicación. Siempre será vigente el pensamiento que el dinero vale según quien lo tenga.

El dinero como avatar del demonio es un argumento de las malas novelas. Por el contrario, el dinero sirve para comprar libros y paliar los dolores del mundo.

¡Y para comprar una botella de vino tinto y beberla cuando por fin se llega a la cumbre de la montaña porque, sobre todo, la vida es alegre.

La vida toda solemnidad es sospechosa.

 


                       La vida es alegre. Mucha solemnidad es sospechosa.

                      En la cumbre de la aguja María Magdalena. Al fondo El Fraile de Actopan, Hidalgo, México.

  Foto de Raúl Pérez,guía alpino de Pachuca,Hidalgo.


Pagano o no pagano nada dice, son etiquetas que alguien inventó y que en ellas la humanidad se enredó. Lo que importa es la causa eficiente, lo que resultará una vez que se haya echado a andar la potencia.

Séneca sería muy estudiado en los conventos cristianos de la Edad Media. Como Aristóteles, otro pagano, por el gran Santo Tomas de Aquino, como Platón, el pagano de paganos, por quizá  el más grande Padre de la Iglesia, San Agustín.

Los  detractores de Séneca  señalaban  sus valores materiales pero él pensaba en otro tipo de valores:

“Bástame el ir  cercenando  cada día alguna parte de mis vicios y castigando mis culpas.”

Parece que Caronte tendría problemas para llevarse a alguien así en su barca.

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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