EMERSON, EN SU 219 ANIVERSARIO

 


 

25 de mayo de 1803

 

Referencia: El pensamiento vivo de Emerson, de Edgar Lee Masters

 

“Quería ensalzar a Waldo Emerson cuanto me fuera posible, sólo para probar ante el mundo que una vez hubo un gran norteamericano”

Henry Miller

Cartas a Anaïs Nin

 

Si falta fe, escribe Emerson, la sociedad se sensualiza, se desanima, se hace escéptica y acaba en el relativismo.

 

En Italia

 Cuando llegué   por fin a Roma y vi lo cuadros con mis propios ojos, me di cuenta de que el genio había dejado para los iniciados toda ostentación llamativa y fantástica, reservándose para sí la sencillez y la verdad…me dije: “Tonto: ¿por qué has recorrido cuatro mil leguas de agua salada para encontrarte con lo que tienes tan familiar en tu propia casa?”

 



Emerson

Hubo una vez un gran norteamericano

 







Frente a la decadencia de la cultura folk y las fake news

 

La humanidad resplandece en Homero, en Chaucer, en Spencer, en Shakespeare o en Milton. Ellos se contentan con la verdad. Emplean el grado positivo. Parecen fríos y flemáticos a quienes tienen estragado el gusto con las pasiones frenéticas y el violento colorido de los escritores bajos y vulgares.

 

Frente a la rueda de Ixión del liberalismo moderno

 

Observad cómo una idea  profunda y divina demole los siglos y los milenios y se hace presente en todas las épocas

 

Para  los que vivimos entre el  desaliento  del mundo aparente

 

El arte y la naturaleza, la esperanza y la muerte, los amigos, los ángeles y el Ser Supremo no están ausentes de la habitación en que nos hallamos

 

Emerson  habla al habitante  que nació, creció y vivió siempre  sin llegar nunca  siquiera a la última calle de la ciudad. Grandes centros de trabajo, de estudio, de comercio, de artificiales recursos de diversión y cultura como el cine, el teatro, los estadios deportivos…

 Pero también aglomeraciones increíbles donde se incuban virus patógenos de toda clase, ya microscópicos como antropoides, minando la salud psicofísica del individuo y de la sociedad. Muestra de ellos son la presencia de grandes hospitales del Sector Salud como el desarrollo de las ciencias psicología y psiquiatría, con cada día mayor demanda.

La solución está allá, después de la última calle de la metrópoli, el mar, las montañas, la llanura sin fin, el desierto, dice:

El hombre es un gigante deshecho, y en medio de todas sus debilidades, tanto su alma como su cuerpo se vigorizan con el hábito de acercarse a la naturaleza…La naturaleza es lo múltiple. La unidad absorbe, funde y reduce. La naturaleza ensancha y crea.

 

“Ralph Waldo Emerson (Boston, 1803-Concord, 1882) Poeta y filósofo estadounidense. Maestro por Harvard y pastor unitario (1829), renunció al sacerdocio en 1832, tras perder a su esposa, aunque conservó el espíritu de su secta, que negaba la Trinidad. En Europa conoció a Samuel Taylor Coleridge, William Wordsworth y Thomas Carlyle y se inició en el idealismo alemán. Bajo el influjo de Carlyle, defendió la teoría trascendentalista, que sostiene que la esencia de las cosas se logra mediante un proceso de contemplación, intuición y éxtasis.”

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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