LA PEZUÑA, CAMINATA- ESCALADA

 


Aguja rocosa del lado oeste del grupo de Las Monjas

 En el oeste próximo del pueblo de Chico, estado de Hidalgo, México

 


La Pezuña


Excelente proyecto de caminar y escalar en la Sierra de Pachuca, en los 3 mil metros sobre el nivel del mar.

 De unos 80 metros de alto, de roca sólida y apoyos grandes (seguros si se toman por su base, no por su extremo saliente), con varios “descansos” someros en los que se encuentran clavos de barreno para asegurarse los componentes de la cordada, según se señalan con los números 1 al 4-



Su escalada se lleva a cabo por el filo noreste, como se ilustra en la fotografía. Unos 5 metros por debajo de la cumbre es una “repisa” con espacio para varios individuos.

Este tramo, marcado con el número 5, se superaba, en tiempos de la escalada libre en México, encaramándose en los hombros del compañero de cordada. Posteriormente utilizando un estribo.



Plano de la región y su vía de acercamiento a Las Monjas, saliendo del valle de El León Alado. La cumbre marcada con el número 1 en el recuadro  indica la ubicación de La Pezuña, dentro del Circo del Crestón.












El número 1, en la foto, es donde empieza propiamente lo vertical de la ascensión. Se trata de un lugar en el que hemos levantado una tienda de campaña para vivaquear.

No porque se necesite hacer un vivac para su escalada. Si no como ejercicio que iniciamos en las altas montañas en el sureste del Valle de México, desde los años sesentas, con el único proyecto de vivaquear, a lo que llamamos vivaquismo. Diferencia: acampar es levantar las tiendas en el valle, vivaquear es pasar la noche en algún lugar colgado de la pared).

Para llegar a este lugar, lo que  se puede llamar contrafuerte o base de aproximación, originalmente era por la oquedad de la izquierda(a).En 1956 José Méndez y yo  abrimos la ruta más a la derecha(b).Es propiamente parte de la escalada como  un tramo libre  de unos 30 metros de ligero avance.

El descenso de la cumbre se efectuaba originalmente por el lado sur (6) Un impresiónate rappel a lo largo de unos 60 metros en extraplano, lejos de la roca. (El 7 marca la pared norte  Benito Ramírez).

Benito Ramírez era un escalador de Pachuca Hidalgo, hermano de Manuel Ramírez ( el mismo de la foto de La Pezuña). Murió escalando El Colmillo en la región de Los Frailes. Al trazar, Raúl Revilla, la primera  a esta roca( en 1952) señalada en la foto con el número 7, le puso su nombre. Esta vía (libre sin clavijas ni bárrenos  originalmente) en sus primeros 40 metros, es de las que se escalan una vez cada  veinte años. 

El rappel mencionado de La Pezuña requería llevar más de 100 metros de cuerda de cáñamo de una pulgada de grueso (aún no había en el país las cuerdas que se encuentran en la actualidad).Era tanto el volumen y el peso que se necesitaba llevarlo entre dos.

 


En la “repisa” (5) cerca de la cumbre. De pie, en la derecha, Manuel Ramírez (A) en el esquema, excelente escalador de la ciudad de Pachuca. Realizó, en los años cuarenta, la primera a El Obelisco, en la región de Los Frailes de Actopan, estado de Hidalgo. Sentado, derecha, el autor de esta nota (B). Foto de José Méndez. abril de 1954.









A mediados de los años cincuenta logramos José Méndez y yo descender por la vía de escalada que se señala, en rappeles de tramos cortos, de clavo en clavo, con la misma cuerda de escalada, ya de 30 metros y de 8 milímetros, todavía de cáñamo o ixtle.

 


                                                  Las Monjas, vistas desde el norte

                         (en el extremo derecho, oeste, se ubica el Circo del Crestón)


Las Monjas es un frente rocoso que da al norte. En su extremo oeste se compone de 5 cumbres: (Benito Ramírez, Pezuña, Crestón y Rosendo de la Peña, Innominada).A este lugar se le conoce en el alpinismo mexicano como “Circo del Crestón”),en referencia a una de sus rocas con ese nombre.

La escalada a La Pezuña es un proyecto atractivo porque se requiere caminar, saliendo del valle del León Alado, como se le conoce en el alpinismo, o Diego Mateo en la región, cerca de 2 kilómetros de distancia.

En el principio salían las cordadas de escaladores caminando desde la misma plaza del Reloj (emblema de   la ciudad de Pachuca) subiendo  al norte por el barrio de El Arbolito, flanco este del cerro San Cristóbal, superar el pueblo de Cerezo y seguir hacia el valle de Las Ventanas….

A raíz que se abrió la carretera de los valles altos, se abandonó esta caminata. Los escaladores se volvieron patológicamente cómodos. Mas modernidad y a la postre en detrimento de la salud. Por todo lo positivo del esfuerzo psicofísico y de voluntad que eso requería.


Tomado del libro Técnica alpina de Manuel Sánchez y Armando Altamira (editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, 1978)

 Nos abstenemos de señalar algún grado de dificultad a la escalada de La Pezuña.

Siempre hemos creído que esas categorías  de dificultad en la escalada son subjetivismos que más bien miden el miedo del escalador, que no la dificultad del terreno.

Argumento:

Un 8 grado en los 3 mil, más arriba ya son otras condiciones generales: erosión de roca, vientos fuertes,

 violentos descensos de temperatura, oxigeno de la atmosfera que influyen de manera señalada en la biología del escalador. A los 5 mil, donde hay que trabajar con nieve y hielo ya la roca se presenta por demás erosionada.  Y ni quien piense en el 8 grado de los 3 mil que nos permitían hacer florituras.

Yo puedo considerar esta aguja muy difícil de subir o hasta inescalable, otro pasará corriendo hasta su cumbre. ¡La dificultad está en la mente y condición física del escalador, no en la montaña!

Igual para las categorías estéticas. Para mí La Pezuña puede ser una roca horrible, otro la encontrará bella, etc. ¡Puro subjetivismo egomaniaco! 

Va a depender mucho desde qué tipo de cultura se le mire. Naturalista, como la de los pueblos originales amerindios, para los que las montañas eran dioses benefactores o, espiritualista apocalíptica donde los demonios habitan en cada rincón de la montaña.

Mejor que cada quien, desde su realidad psicofísica, cultural, técnica y edad, encuentre el modo de llevar a cabo la ascensión.

Como sea, caminar una hora por la sierra de los 3 mil y escalar La Pezuña, y regreso al valle de El León Alado, se ahorrará al menos un mes de ir por fármacos a la farmacia. Si se hace con frecuencia, como plan de vida, hasta dejará de lado el pastillero y las ideas de arrojarse de cabeza al metro.

El sabroso pero asesino apoltronamiento, en el que vivimos en la cultura industrial, quedará de lado y se revivirá la voluntad de seguir viviendo en calidad. Nacimos para vivir, no para morir...

A diferencia de otras montañas con historia de fechas, lugares y nombres de quienes la conquistaron, la primera escalada de La Pezuña casi se pierde o al menos es algo por demás incierta. Parece que   la llevaron a cabo, allá por 1951,escaladores del club Quetzales, de la ciudad de México, con Jorge ¿?, Ubaldo Martínez, Jorge Rivera y Agustín Tagle.

 Era un grupo muy innovador y fueron los primeros en pensar, y empezaron, en abrir  una vía directa a la norte de El Abanico, en los 5 mil metros , en el flanco norte del Popocatépetl.

Pachuca Hidalgo fue cuna de excelentes escaladores, al menos durante 20 años, a partir de la segunda mitad del siglo veinte. Y siguen. Uno de ellos, Raúl Revilla (recién fallecido,2022, a la edad de 99 años) permanece su recuerdo en el Salón de la Fama de la CODEME).

Lugar para hacer aquí una reflexión: 

Salvo artículos de periódicos y revistas, que acaban por perderse, para siempre, no hay, hasta donde conocemos, un trabajo (digamos un libro), ya sea particular  o de origen oficial de la Federación de Montañismo del Estado, que conserve nombre, fechas, lugares y fichas técnicas, de sus cumbres conquistadas: Antonio Ramírez, Raúl Pérez, Eulalio Rivera, Benito y Manuel Ramírez, el mismo Raúl Revilla, Santos Castro del Real del Monte...

Hemos observado que  en el último medio siglo todo está prácticamente olvidado, para el montañismo mexicano a nivel nacional, y a nivel local pocos conservarán esta memoria.

 La experiencia personal es que para el tiempo que empezamos a escalar en la Sierra de Hidalgo (mediados de los años cincuenta) Raúl Revilla, por razones personales, eran ya muy esporádicas sus salidas a la montaña (ya para entonces, en esa remota fecha, poco se hablaba de él). No obstante que escalábamos en esta Sierra cada fin de semana, yo lo conocí personalmente hasta varios años más tarde. 

Tuve la oportunidad de publicar el libro Alpinismo Mexicano (ECLALSA, 1972) y revelar en este trabajo el inmensurable aporte que este gran escalador hizo al deporte.

 Dicho de otro modo: se escala mucho pero casi no se publica.









 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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