VIDAS DE LOS FILÓSOFOS MÁS ILUSTRES
Diógenes Laercio
Editorial Porrua, México.Serie Sepan cuantos...Núm.427,año 2003
Tener placer
hasta vomitar dos veces al día, dicen los bármanes y los chef que era la vida de Epicuro.
Epicuro era
atomista, sobrio fenomenólogo, o como a hora se dice, materialista. Y esa es la
cuestión. Los hedonistas de todos los colores se afanan por agarrarlo de paradigma.
Los
epicúreos, como los estoicos, persiguen el buen vivir mediante la sobriedad. Con la aclaración que
los estoicos son más bien idealistas y
los epicúreos fenomenólogos. Con la otra aclaración que decir epicúreo sobrio
es una redundancia tal como decir estoico sobrio. Aquí el adjetivo califica al
sujeto.
Disoluto en
su manera de vivir, frecuentador de meretrices, tragón hasta el exceso de vomitar dos veces al día, fornicador
de sesenta veces en una noche, intrigante, son apenas algunos adjetivos que
escribieron de él otros filósofos. Como quien dice un rebelde contra las normas,
y como lo heterodoxo gusta mucho a los de espíritu parricida, Epicuro es la bandera de las más diversas
actitudes fuera de la normatividad.
Al estilo del éxito del actor norteamericano Bruce Willi, el antihéroe. Él no termina sus películas en la
normatividad del beso al final y todos fueron muy felices.
Gente de la
calle, de oídas y lugares comunes, y no pocos escritores, han continuado con
esta leyenda de Epicuro de disoluto
convertida en modelo a seguir. Es como el numen de cantinas, taquizas y burdeles.
Diógenes
Laercio dice que Epicuro no era como la
leyenda lo pinta: “Su gran recogimiento y mucha gratitud a sus padres, beneficencia con sus hermanos y dulzura con los criados, como consta en su testamento,
algunos de los cuales estudiaron la filosofía…”
No era santo
ni bulímico. A Epicuro no lo movía el estómago ni la progesterona y sí, sobre
todo, una visión interior. Para vivir
sólo necesitaba un poco de pan, agua y
“queso citridiano”.
Era un
pensador de primera línea que procuraba llevar al terreno pragmático sus ideas.
No era retorico. ¿De dónde le viene la fama de apóstol del placer? Lo que él
entendía por placer era tener la conciencia de estar sano. Tenemos idea de la
salud cuando estamos enfermos. O valoramos el agua cuando cruzamos las dunas
del desierto de Altar casi a punto de morir de sed. O pensamos en la libertad cuando estamos detrás de las rejas. O en los felices días de la familia cuando el matrimonio ha hecho kaput...
Pero cuando estamos sanos no reparamos en ello. Como alguien que llevara, sin saberlo, un millón de euros en su mochila.
Pero cuando estamos sanos no reparamos en ello. Como alguien que llevara, sin saberlo, un millón de euros en su mochila.
Es mediante
esta hipérbole, esta conciencia, esta responsabilidad, que Epicuro se parece a
los estoicos: abstenerse de las necesidades inventadas. Se requiere disciplina
inusual. Para estar en mi peso corporal necesito comer con sabiduría y hacer
ejercicio corporal. Hay en la actualidad países sin nombre que tiene una
población mayoritariamente en el sobre peso y la obesidad, por ejemplo.
Epicuro |
“ Epicuro (griego: Επίκουρος; Samos, aproximadamente 341 a. C. - Atenas, 270 a. C.) fue un filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina son el hedonismo racional y el atomismo.Defendió una doctrina basada en la búsqueda del placer, la cual debería ser dirigida por la prudencia.”
Con sus
apreciaciones de la necesidad, respecto de la buena conducta con la gente, Epicuro se queda con un pie
en el atomismo y con el otro en el idealismo. Los átomos no hacen juicios
subjetivos. Pone en lugar muy destacado a la prudencia para efecto de llevar
una vida en paz y llegar también a una muerte en paz. Esto no corresponde a la
descripción tan acelerada que hace de la actividad de los átomos, los cuales, a
semejanza de las rocas de rió, “de tanto chocar tiene una forma esférica”.
Las lecturas
rápidas o mal intencionadas son las que nos han proyectado una imagen grotesca
de Epicuro. Toda la filosofía de este gran pensador se encuentra en la carta
que le dirige a Meneceo. Es como si tuviera consciencia de todo el manoseo que
los siglos harán de sus ideas. Parte de esta epístola dice:
“El
acostumbrarnos, pues, a comidas simples y nada magníficas es conducente para la
salud…Así, cuando decimos que el deleite es el fin, no queremos entender los deleites de los lujuriosos y derramados,
y los que consisten en fruición, como se figuraran algunos, ignorantes de
nuestra doctrina o contrarios a ella, o bien que la entendieron siniestramente,
sino que unimos en no padecer dolor en
el cuerpo con el estar tranquilos en el ánimo. No son los convites y banquetes,
no la fruición de muchachos y mujeres, no el sabor de los pescados y de los otros
manjares que tributa una mesa magnifica
quien produce la vida suave, sino un sobrio raciocinio…”
“Diógenes Laercio (en griego,
Διογένης Λαέρτιος) fue un importante historiador
griego de filosofía clásica que, se cree, nació en el siglo
III d.C, durante el reinado de Alejandro
Severo. Se le considera un gran doxógrafo, esto es, un autor que,
sin una filosofía original, recoge por escrito la biografía, vicisitudes,
anécdotas, opiniones (doxai) y teorías de otros, a los que considera
ilustres.”
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