HEGEL Y EL INDIVIDUO PERDIDO ENTRE CULTURAS


Hay fuerzas misteriosas que mueven a este mundo, dice un personaje de Graham Greene. Pero no se refiere a cuestiones metafísicas sino culturales.

En las actividades de cada día, al caminar por las calles de la ciudad, el individuo se encuentra con señales comerciales y culturales de toda índole  y de ellas pocas son las que entiende. Hay sobre información procedente de muchas partes. Le son familiares pero sólo como imagen.
Hegel

Vamos por una calle de Paris, Francia, y es mayormente el ámbito de la cultura occidental. Pero ésta es tan diversa en conceptos que el hombre común apenas tiene barruntos de lo que se trata.

El hombre que puede moverse en el horizonte de la cultura, laica o de la religión, queda abrumado por la riqueza y diversidad que esta sola cultura ofrece.

Si caminamos por una calle de México el asunto (podríamos decir tarea o problema) es doblemente complicado. Ahora nos movemos entre señales de dos grande culturas que son la original mesoamericana y la adoptada occidental. Entre el Día de Muertos y el Halloween, entre  Mictlán y el Infierno. Entre Netzahualcóyotl, Goethe y Emerson.

No hay hombres internacionales en la realidad, sólo en la teoría.  Todos sueñan con su parcela de tierra y su pedazo de firmamento  que los vio nacer. México es un país cosmopolita en parte porque en algunas épocas ha abierto sus puertas a los perseguidos del mundo.
Nueva York. Muchos símbolos que vemos pero no penetramos.

Los revolucionarios que toman el camino del exilio sólo esperan que el cambie el gobierno, y se dé una amnistía, para apresurarse a regresar. Salvo en los casos de haber echado raíces familiares, se quedan “acá” o “allá”.

En México  la bibliografía del éxodo, del trauma del destierro, etc., es extensa. La existencia de las “colonias” y los “panteones “en la ciudad es una añoranza de la patria que dejaron. El panteón francés, el panteón inglés, el panteón español. Las tumbas del panteón inglés, de Real del Monte, Hidalgo, están orientadas hacia Inglaterra. La colonia judía, la colonia guatemalteca...   Wahl explica a Hegel en la parte correspondiente a este tema:

“El mismo espíritu, en relación con el cual tienen su realidad mis particulares sentimientos, sólo existe porque está en relación con la cultura de que formo parte, con los libros que he leído, en realidad con la labor que ejecuto, con mi función y mi profesión; y esto sólo tiene a su vez  cualidad porque hay un Estado del que formo parte.”
 
Paseo de la Reforma,México.Más símbolos.
En la  occidental sólo los de formación filosófica pueden tener un panorama general. Y de la mesoamericana los antropólogos.

¿Pero el hombre de la calle, o bien los de   formación científico-tecnológica? Y estamos hablando tal vez  de las nueve décimas  partes de la población total del planeta. Es la que camina entre símbolos que conoce sólo de vista. Pertenece sólo románticamente pero no de manera consciente. No se puede amar algo que se desconoce, dice el lugar común.


Las ciudades no entregan tan fácilmente el secreto de sus símbolos.  Esta estatua de Miguel Hidalgo está ubicada en la Plaza Hidalgo de Coyoacán, Ciudad de México.Se encuentra alzando el puño en dirección al templo de San Juan Bautista.
Una preferencia política gusta de creer que es en contra de la Iglesia, por aquel episodio de su juicio cuando el gobierno colonial español lo tomó prisionero. 
En realidad es contra España, pero no la España católica, sino la España invadida en esos días por el ejercito de Napoleón y los principios ideológicos que iba esparciendo emanados de la Revolución Francesa.

Estamos hablando de una población mundial que camina casi perdida entre símbolos. El individuo que se cree muy seguro del lugar al que pertenece, pero que desconoce, va en realidad camino de un eclecticismo disolvente. En el mejor de los casos hará como el que se encuentra frente a mil sabrosos pasteles y sólo debe escoge  uno. Ese es el camino de las abstracciones culturales y religiosas. Sin vitaminas culturales propias lo 
que primero le salga al paso puede engullirlo.

Jean Wahl nos recuerda que Hegel ya ha recorrido estos temas culturales de los pueblos. En el Capítulo III de su gran obra Introducción a la filosofía, Wahl dice:

“Pero si se toma por meta el integrarse  en las obras de otros, en la contemplación de obras de arte, puede la excesiva riqueza  adquirida por semejantes medios tener  por consecuencia  el nulificar  en cierto sentido la personalidad.”
 
Jean Wahl
Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).







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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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