¿Cuánto
tiempo puede vivir un hombre junto a una mujer neurótica?
En todo caso es el hombre el que va a conocerse a sí mismo al vivir en dichas circunstancias. Como la hidroquinona, en la fórmula del fotógrafo, la mujer va a revelar el modo íntimo de ser de su compañero.
Llegado al límite, su personalidad está en riesgo de hacerse añicos.
Camino de la estación en la que van a abordar el tren, ella hizo escenas desagradables. Trinaba contra “el estúpido personal del hotel”, “niños horribles que saludaban desde la ventanilla del tren”, “una mujer que llevaba en brazos a ese bebé con la cabeza horrible, horrible”.
Un tramo del camino estaba polvoso: “Este repulsivo polvo”, dijo ella. El trató de cubrirla con su sombrilla pero ella, iracunda, lo paró en seco: “Haz favor de dejar mi sombrilla tranquila”, después de lo cual arrojó su sombrilla en un rincón del coche tirado por caballos en el que viajaban.
Más adelante un grupo de niños, ruidosos y alegres, corrió tras el carruaje ofreciendo sus flores, flores bellas de todos colores. Él iba a comprarles un ramo para ella pero: “¡Por Dios no les des nada! ¡Típico en ti! ¡Micos espantosos! Ahora nos seguirán por todo el camino. No los alientes: alentarías méndigos.”
Él quiso encender un cigarro pero ella se lo prohibió. Eran los tiempos en que todo mundo fumaba en todas partes y no había nada excepcional en ello. Sobre todo los astros del cine se fumaban cajetillas enteras de cigarros en una sola película, al estilo de Humphrey Bogart, Paul Newman y Bruce Willis.
Ella se opuso furibunda y él se resignó a no fumar.
En una sacudida del camino la sombrilla se salió del coche. El se ofreció a ir por la sombrilla pero la mujer dijo que ella iba a buscarla. Lo dijo con estas palabras: “si no me escapo un minuto de ti me volveré loca”.
En tanto ella iba a buscar su sombrilla él esperó sentado en el coche, con los brazos cruzados. Fue cuando sintió una gran desazón. “Se sintió como un hombre hueco, marchito, como si fuera de ceniza.”
El final es enigmático. Ya en el tren, que corre velozmente entre la noche, el matrimonio va en él. Ella pregunta anhelante por su marido, que se ha ausentado.
Él, parado en la barandilla, con la puerta del compartimiento abierta.
Mansfield no es más precisa. No se sabe si él saltó del tren o simplemente quiso estar solo por un momento, lejos de su mujer:
“Él se sentía tan celestialmente feliz, allí, de pie, que deseaba poder vivir para siempre.”
"Katherine Mansfield es el pseudónimo que usó Kathleen
Beauchamp (Wellington, Nueva Zelanda, 14 de octubre de 1888 - Fontainebleau,
Francia, 9 de enero de 1923), una destacada escritora modernista de origen
neozelandés. Kathleen Bowden Murray nació como Kathleen Beauchamp el 14 de
octubre de 1888 en una familia de clase media de origen colonial, en
Wellington, Nueva Zelanda. Vivió con sus padres, dos hermanas, una abuela y dos
tías adolescentes. Tenía una madre que era muy controladora, por lo que fue
criada por su abuela. Esto se produce porque su madre quería tener un hijo, lo
que provocó que ella le estuviera constantemente indicando que era un
"accidente", por lo que no mostraba interés por ella."wikipedia
No hay comentarios:
Publicar un comentario