En algunos
países hay grupos de Alcohólicos Anónimos y sus habitantes aseguran que se
salvaron de la catástrofe gracias a un milagro.
Esta gente
no era del convento ni del catecismo, venía del solipsismo.
El siglo
veintiuno es el de la fenomenología, de la causalidad, seguramente porque cree
en los milagros. Como el albañil que, mediante su cordón y su plomada, cree en
la irregularidad horizontal y en el desplome.
El verano
pasado Antonio Muñoz y yo alcanzamos a levantar nuestras tiendas de campaña en
lo alto de las montañas del pueblo de Chico, 15 kilómetros al norte de Pachuca,en el Estado de Hidalgo, México.
Este macizo montañoso, de 3 mil metros de altitud, se conoce como Las Monjas.
Las primeras
dos horas nos cayó una “tormenta de película”, como esa que se ven ahora en la
televisión cuyas avenidas se llevan
casas y automóviles. Las otras cuatro horas estuvimos en medio de lo que se conoce como “tormenta eléctrica”.
Tal cantidad de relámpagos, truenos y descargas de rayos, que
parecían muy cercanos, a la mañana siguiente,
secos y con sol radiante, nos resultaba difícil creer que no hubiéramos
terminado como pollos rostizados.
Las
condiciones normales del día siguiente contrastaban con las condiciones de la
noche que acaba de pasar. Según algunos filósofos, entre ellos Spinoza, Leibniz
y Kant, se cree en la regularidad porque hay irregularidad. O viceversa.
Visto el
asunto desde las diversas disciplinas académicas, la explicación puede estar al
alcance de la mano. Sólo hay que creer en ella. Y cada quien está en su
libertad de creer si el asunto es físico o metafísico.
CAMINAR |
En su formidable Introducción a la historia de la filosofía,(UNAM,México,2010),Ramón
Xirau, en el tema del Humanismo del siglo XII, anota: “…la ciencia por sí sola
carece de valor si no se añade a ella un conocimiento del alma humana, esta
maravilla superior según Da Vinci, a todas las maravillas naturales.”
En el mes de
febrero del 2015, Patricia Ruiz Noppingen, doctora en genética molecular, expresó por un canal televisivo, visto también
en México ( entrevista con el tema: Cáncer de origen bacteriológico o viral),
que el ejercicio físico, aunado a la práctica de ingerir alimentos sanos como
verduras y el evitar carnes rojas, ayuda a prevenir contra algunos tipos de canceres:
“No es cosa de ir a las Olimpiadas-dijo-,pero sí hacer 20 minutos al día
caminando subiendo y bajando escaleras.”
Caminar con
la idea de hacer ejercicio. Aquí también, como en los dos casos mencionados, el
de AA y nuestro vivac en las montañas, la explicación puede ser sencilla. Con
el sólo hecho de ponernos los tenis para caminar, nuestro estado de ánimo, y
sus correspondientes fluidos corporales que se generan, nos pone sin duda en
una perspectiva de ánimo positiva.
“Si no nos
movemos estamos depresivos. Y en América latina aumenta el riesgo de sufrir el
cáncer por la ingesta del alcohol, el tabaquismo y la obesidad”, agregó la Dra.
Noppingen.
Caminar no basta, hay que comer frutas, verduras y lejos de las carnes rojas.
Con la
metáfora que si hacemos esos hábitos patológicos mencionados, y nada nos pasa
(porque, en efecto, hasta nada malo puede pasar), es como si, manejando, nos pasamos la luz roja del
semáforo y no encontramos otro vehículo…
20 minutos
de caminar cada día pueden atraer el milagro de ayudar a prevenir contra el
cáncer. Sólo hay que creer en ello y practicarlo.
¡Increíble,
como todos los milagros!
Noppingen
nunca mencionó en la entrevista la palabra “milagro” pero es sin duda que, ante
la probable manifestación de un cáncer, algunos estaríamos dispuestos a creer
en milagros. Como dijo Leibniz, hablando de milagros: si resulta bueno, sino,
nada pierdo. O como también anotó Jean Wahl, ese gran filosofo marsellés:
“creer en los milagros ya es un milagro”.
Como sea, si
quiero cerciorarme que, con 20 minutos,
hay una posibilidad de ayudar a prevenir
el peligro contra el cáncer, necesito caminar, subir y bajar escaleras, en el
metro o en los edificios, por el resto de mi vida.
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