Es una
Virgen liberadora, no esclavizadora
Con estas
sintéticas palabras el escritor inglés aborda el tema de la revelación de la
Virgen de Guadalupe, que para él, no es “misterio” ni mito, sino eso, revelación, epifanía de
libertad.
Relata la
historia que los mexicanos sabemos desde niños, pero con una óptica que no
conocemos. Tal vez la intuimos pero no la desgranamos. Por fanatismos ya laicos
o ya religiosos, por ignorancia o por fe evangélica, que no necesita explicación,
no profundizamos mucho ante esta historia del terreno de la hagiolatría.
Virgen de Guadalupe |
En la
primavera de 1938 el novelista llega a México y viaja por varias partes del
país. Las autoridades lo ven como un agente que viene a espiar para Inglaterra.
Son tiempos
agitados para la nación. Por una parte la persecución religiosa que ha derivado
en una confrontación armada por el cierre y
la destrucción de medio millar de templos católicos. Luego la
expropiación petrolera que ha sacado de México a varios países centroeuropeos. Y apenas tres
décadas atrás la revolución contra Huerta había conocido las grandes
batallas del norte del país.
La economía está en el suelo. Falta de una infraestructura industrial,
la miseria no tiene parangón en los últimos tiempos. Es un país
predominantemente agrícola pero las revoluciones mencionadas han quitado la
vida a miles de hombres, está sin cosechas y sin ganado.
No es raro
en el campo hervir el cuero de las monturas de los
caballos, para intentar comerlas como
carne, porque ya no hay caballos. El que logra reunir medio kilo de masa debe hacer las tortillas
en el silencio de su casa para no exponerse a ser atropellado…
Dentro del contexto que a la sazón vive el catolicismo
por la persecución del presidente Calles, Greene se ve vivamente motivado por conocer el lugar de las apariciones
de la Virgen. Ve corrupción, suciedad y degradación por todas partes y así lo escribe
en su libro. Como católico Greene siente que hay algo que evita la
disolución de México como nación y es la fe en la guadalupana.
Conoce ya la
historia de las apariciones la cual ha repasado con detenimiento una y otra vez.
En su libro Caminos sin ley escribe que, de haber ido Juan Diego con
Hernán Cortés, a contarle las apariciones que ha tenido lugar de aquella mujer
en el cerro del Tepeyac, esa Virgen hubiera sido un instrumento de sometimiento
de los indios.
Si esa fuera la intención del español, Cortés
estaba en posición en ese momento de haber mandado a construir una magnifico
templo pero, se pregunta Graham Greene: “¿habrían concurrido a él los indios?
Uno casi puede asegurar que habría terminado por ser clausurado.”
Estamos
hablando de los indios mexicas, no de los indios aliados de Cortés que, junto
con los españoles, se hincaban a escuchar misa en los santuarios construidos
por los conquistadores, bajo las imágenes de la Virgen de los Remedios y de
Santiago Apóstol.
“Convendría recordar-escribe Graham Greene- lo
revolucionaria que debe de haber parecido
esta aparición. Hacía solamente diez años que la ciudad de México se
había rendido finalmente a Cortés, el país todavía no se había sometido, y es
muy dudoso el recibimiento que el tipo habitual de aventurero español puede
haber concedido a un indio que pretendía haber sido llamado “hijo mío” por la
Madre de Dios.”
De esta
manera Greene desecha el sofisma que “esta” guadalupana fue traída por Hernán
Cortés de Extremadura, España.
Cortés
obligaba, a punta de cinturonazos, a los indios mexicas a asistir a misa. Los
que no obedecían acababan devorados por los perros de Pedro de Alvarado. El
“aperreamiento” fue famoso en esos años y así está consignado en las crónicas
de los mismos españoles.
La Virgen de
Guadalupe, a su vez, le decía a Juan Diego, era su madre y ella lo protegería. ¿De quién lo
protegería sino del conquistador? Para demostrarle su divinidad curó, “a la
distancia”, al tío de Juan Diego.
De manera
fina Greene hace alusión a la divinidad de la guadalupana: “Dentro de la
iglesia, el sarape milagroso pende sobre el altar, la Virgen india, de tez
oscura, inclina la cabeza con una gracia y una amabilidad que ya no se
encuentra en todo el México mortal.”
La Virgen,
morena como él, era rechazada por los españoles, empezando por la jerarquía
eclesiástica cristiana. Y un español, franciscano,
Fray Bernardino de Sahagún, desde el convento-seminario de Tlatelolco, andando
el tiempo sería el más grande hagiógrafo de las cosas del México antiguo,
prevendría con sumo empeño, en el siglo
dieciséis, contra el culto a la Virgen del cerro del Tepeyac, que empezaba a tomar
una fuerza inusitada.
Sahagún |
“Bernardino
de Sahagún (1499-1590), gran conocedor de la cultura y lengua de los nahuas,
fue uno de los críticos al culto en Tepeyac y el uso del nombre de Tonantzin
para llamar a Nuestra Señora de Guadalupe durante el siglo XVI. ”Wikipedia
La Virgen
morena del Tepeyac no se manifestó en Tlaxcala, no a ningún español, ni tampoco a ningún fraile. Se le apareció a
un indio macegual que en la escala social, tanto del México antiguo como el que
a la sazón empezaba, era el más bajo por su miseria económica.
No le dijo
que era la madre de Dios (al menos no del Dios recién llegado de ultramar) ni
que reinaba sobre todos los universos ni que era su patrona. Sólo le dijo:
“Hijo mío”.
Y,
seguramente lo más importante, se apareció en el lugar exacto sobre los
recientemente destruidos lugares donde se adoraba a la diosa Tonantzin,
divinidad en línea directa de la gran diosa fundacional de los mexicanos:
Chicomecoatl (Chicomecoatl-Coatlicue,Coyolxauqui-Tonantzin-Guadalupe)
México-Tenochtitlán había caído apenas diez
años atrás, el “país” se encontraba en plena efervescencia al ver el espectáculo
de la destrucción de centros ceremoniales y su cultura. Los virus patógenos
traídos por los europeos contra los que no se tenía defensa diezmaban a los
habitantes de pueblos enteros.
A tal grado
que, se considera que de quince millones de habitantes que antes había en estos
“reinos”, también llamados “naciones”, ahora sólo quedaba medio millón.
Los frailes invitaban,
y los soldados presionaban, para postrarse ante la Virgen de los Remedios y
ante Santiago Apóstol. Pero, ¿cómo protegerían, tanto esa Virgen y ese Apóstol,
a los indios si en la guerra de la conquista habían protegido a los que ahora
los esclavizaban?
A partir de
entonces el santuario del Tepeyac no ha cerrado sus puertas. Graham Greene hace
alusión a los intentos de dinamitar el
sarape con la imagen de la Virgen y su Basílica, como
el que llevó a cabo Garrido Canabal y sus “camisas rojas” en el siglo
veinte:
“…este santuario de la Virgen de Guadalupe,
aun en el apogeo de la persecución, permaneció siempre abierto; ningún gobierno
se atrevió a despojar al indio de su Virgen…La Virgen de Guadalupe, como Santa
Juana en Francia, se había identificado no sólo con la fe sino también con el país; era un símbolo patriótico
aun para los descreídos.”
Todas estas
reflexiones se las hace Graham Greene cuando sube al cerro del Tepeyac. Extrañamente
Greene no menciona el gran momento en el que el cura Hidalgo enarbola el
estandarte de la Virgen de Guadalupe, cuando el “grito” de Dolores, con el que
empezó la independencia de España, en el siglo diecinueve.
Se centra en
la misión liberadora del siglo
dieciséis:
“La leyenda, dicen ahora lo políticos mexicanos,
fue inventada por la Iglesia para esclavizar la mente indígena, pero si
realmente hubiera sido inventada en esa época por la Iglesia lo habría sido con
un propósito muy distinto. Esa Virgen exigía una iglesia donde poder amar a sus indios y protegerlos del
conquistador español. La leyenda infundió
a los indios confianza en sí mismos, les dio un apoyo ante el conquistador; era
una leyenda liberadora, no esclavizadora."
Greene |
“Henry Graham Greene (Berkhamsted, Hertfordshire, 2 de
octubre de 1904 – Vevey, Suiza, 3 de abril de 1991) fue un escritor, guionista
y crítico británico, cuya obra explora la confusión del hombre moderno y trata
asuntos política o moralmente ambiguos en un trasfondo contemporáneo. Fue
galardonado con la Orden de Mérito del Reino Unido.”WIKIPEDIA
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