Cuentos de Canterbury, de Geoffrey Chaucer
Antes que le
cercenen la cabeza, eso es lo que tiene que contestar aquel caballero de la
corte de Londres.
Sucedió en
los tiempos del rey Arturo, cuando en el campo quedaban ya pocas hadas. Ahora
por todos lados se veían a los santos frailes llevando el mensaje que sólo de
Dios podía venir la felicidad y no de la magia.
Este relato
fue contado en la posada del Tabardo, en Southwark, camino al santo sepulcro de Canterbury, en la que un grupo de peregrinos se aloja para dirigirse a visitar el bendito
lugar.
La narración
habla de un caballero de la corte del rey Arturo que, viendo en cierta ocasión
ir hacia el río a una hermosa doncella, la asaltó y, a pesar de los esfuerzos
que ella hizo por defenderse, la despojó de su virginidad.
El bárbaro
hecho levantó mucha indignación en la corte y el rey Arturo condenó a muerte al
transgresor.
Inusitadamente,
la reina y otras damas intercedieron por él. De momento el rey Arturo detuvo la sentencia. A cambio pasó a la reina
la responsabilidad de que ella decidiera el castigo que debería aplicarse al
burlador.
Algunos
murmuraron en la corte por la tal
decisión del soberano. En aquellos remotos tiempos del rey Arturo y de los santos
frailes, no se acostumbraban expresiones que, después el laicismo corriente
pusiera de moda en el siglo veintiuno, tales como “manejar” o “mangonear”. No, las
damas murmuradoras de la corte decía, candorosamente, y en voz baja: “El rey se
dejó convencer”.
De la
contestación a la pregunta, que enseguida le hizo la soberana, dependía ahora
su salvación: ¿qué es lo que más desean las mujeres? ¿Igualdad, exclusividad? El caballero no supo
qué decir pues cualquier respuesta fácil le costaría sin dilación la cabeza.
Vete, le
dijo la reina, tienes un año, con un día, para investigar y encontrar la
respuesta.
A partir de
entonces el caballero fue por todos lados preguntando. Lo que escuchaba le
parecía la verdad pero no le satisfacía plenamente. Algo faltaba. Por ejemplo:
“Unos decían que las mujeres apreciaban más
las riquezas; otros, que la honra; estos, que las diversiones; aquellos, que
los ricos vestidos; algunos, que los placeres del lecho y enviudar una y otra
vez para volver a casarse.”
El
caballero, desesperado, acariciaba su cuello porque el tiempo se agotaba y no
encontraba respuesta que le pareciera consistente para decírselo a la reina.
Fue cuando
una vieja horrible le aseguró tener la respuesta para lo que andaba buscando
.Se lo dijo y el caballero convencido regreso a la corte.
-¿Qué es lo
que más deseamos las mujeres?-le volvió a preguntar la reina y, seguro de la
respuesta, el caballero dijo una sola palabra:
-Poder.
Poder de mando. Con el poder llega casi todo
lo demás. Por eso los que tiene poder no lo sueltan, hasta que se los quitan.
En realidad
desde el principio el caballero tenía ante sus ojos la respuesta pero no la
pudo captar: la reina misma había logrado dilatar la sentencia del rey Arturo.
Eso era poder.
Por disputar poder la diosa azteca Coyolxauhqui
fue descuartizada por su hermano Huitzilopochtli. Por haber perdido Medea el
poder con su marido, por haberse ido éste con la hija del rey, fue que en
venganza decidió asesinar a sus hijos. El poder, el poder…
El caballero
fue absuelto y quedó libre. Otra vez se le hizo presente la vieja. A
cambio de la ayuda que le había proporcionado le pidió que la hiciera su
esposa. El caballero casi se desmaya del susto. ¿Casarse con aquella mujer tan
horrible? ¿Desde luego que no!
La vieja le
dijo que se estaba dejando llevar por las apariencias y no por los valores. Le
puso una disyuntiva todavía más difícil que la pregunta de la reina. La quería
fea y fiel o hermosa y deseada por todos: “
”Dices que
soy fea y vieja. En este caso no temas ser cornudo, pues la fealdad y la vejez son grandes guardianes
de la castidad…Elige ahora una de estas dos cosas: o tenerme fea y vieja hasta
que yo muera, siendo para ti humilde y fiel esposa y no desagradarte jamás en toda mi vida, o, por lo contrario, tenerme
joven y hermosa y correr la aventura de la concurrencia que acudirá a tu casa. Escoge,
pues, tú mismo lo que te plazca.”
Ante tan
sensatos argumentos el caballero se dio cuenta que aquella mujer era realmente
valiosa y aceptó, ya muy sinceramente convencido y hasta enamorado, unir su
vida con ella.
Tomada su
decisión el caballero, la vieja volvió a hablar: “Como sé lo que constituye tu deleite,
yo satisfaré tú humano apetito.”
Tal parece
que no era una vieja horrible sino una
hermosa hada porque agregó: “Levanta la cortina del lecho y mira:”
Al final
todo quedó como estaba ya en el
principio del pleistoceno. La vieja horrible, ahora ya hermosa hada, no
convenció al caballero mediante el hormonal recurso de la dulce sonrisa y enseñarle
el trasero. Lo convenció a base de inteligencia.
Y algo que
ya le había anticipado ahora era posible: era hermosa y su casa sería visitada
por sus amigos...
Y algunas cosas
que le habían dicho, otros,cuando andaba investigando, resultaron ciertas. La misma hada
se lo remarcó al caballero cuando lo tuvo seguro:
- ¿Entonces
he conseguido yo dominio sobre ti. Toda vez que puedo elegir y mandar como me
plazca?
Y el
caballero dijo:
-En verdad
que sí esposa; porque yo lo considero como lo mejor.”
Otra cosa
que resultó cierta, de todo lo que le habían dicho, fue que muchas mujeres rezan su santo rosario para
que sus maridos no duren muchos años con vida.
El cuento de la posada de Tabardo, en el
camino al santo sepulcro de Canterbury, termina así, refiriéndose al caballero y al hada:
“Así
vivieron ambos en perfecto gozo hasta el fin de sus días. Y Jesucristo nos
envié maridos sumisos, jóvenes y vigorosos en el lecho, así como la gracia de
sobrevivir a aquellos con quienes nos
casamos. También ruego a Jesús que abrevie la vida de los que no quieren
ser gobernados por sus mujeres…”
Al parecer Dios también escuchó esos ruegos femeninos de que maridos se murieran antes que ellas. En la Biblia tenemos numerosas referencias que hay más viudas y casi no hace referencia a los hombres en igual condición:
En el Deuteronomio, los Salmos, Proverbios, en Isaías, Jeremías, Zacarías, etc. Vean por las viudas, se dice en estas lecturas, socórranlas, ayúdenlas.
Empero, parece que la situación se estaba saliendo de control pues el cielo se vio precisado a poner un filtro con respecto a las viudas. Necesario socorrer a las viudas que hayan pasado los sesenta años de edad porque...
Bueno, respecto de las viudas jóvenes Timoteo no se anda con rodeos y va directo al grano: (Primera 5:3-16).
Con lo que se confirma lo que el hada dijo al caballero y éste a la reina: lo que más desean las mujeres es poder.
El relato esconde un as bajo la manga a favor de los hombres: hay muchas viudas porque los varones siempre están tras las jovencitas. Por razones naturales el corazón no bombea tan fuerte como se le exige y es cuando la joven queda viuda...
Al parecer Dios también escuchó esos ruegos femeninos de que maridos se murieran antes que ellas. En la Biblia tenemos numerosas referencias que hay más viudas y casi no hace referencia a los hombres en igual condición:
En el Deuteronomio, los Salmos, Proverbios, en Isaías, Jeremías, Zacarías, etc. Vean por las viudas, se dice en estas lecturas, socórranlas, ayúdenlas.
Empero, parece que la situación se estaba saliendo de control pues el cielo se vio precisado a poner un filtro con respecto a las viudas. Necesario socorrer a las viudas que hayan pasado los sesenta años de edad porque...
Bueno, respecto de las viudas jóvenes Timoteo no se anda con rodeos y va directo al grano: (Primera 5:3-16).
Con lo que se confirma lo que el hada dijo al caballero y éste a la reina: lo que más desean las mujeres es poder.
El relato esconde un as bajo la manga a favor de los hombres: hay muchas viudas porque los varones siempre están tras las jovencitas. Por razones naturales el corazón no bombea tan fuerte como se le exige y es cuando la joven queda viuda...
CHAUCER |
“Geoffrey
Chaucer ['ʤefɹi 'ʧɔ:sə] (Londres, c. 1343 - ibídem, 25 de octubre de 1400) fue
un escritor, filósofo, diplomático y poeta inglés, conocido sobre todo por ser
autor de los Cuentos de Canterbury. Está considerado como el poeta inglés más
importante de la Edad Media y fue el primero sepultado en el Rincón de los
Poetas de la Abadía de Westminster.” Wikipedia
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