M.G.MORENTE, EL VALOR DE LA PREOCUPACIÓN


 

Hamlet se sitúa en el centro de la ontología con sus conocidas palabras “ser o no ser”.

El ser, la nada, la angustia, el devenir, los valores, son de lo óntico, es decir, del ser.

  “Lo óntico se refiere al ente en sí mismo, y lo ontológico a lo que hace que un ente sea lo que es.”

Aun la nada, es, con relación al ser.

 Una piedra es, una entelequia también  es.

El volcán Aconcagua es, volcán Aconcagua, desde el día en que los hombres se ocuparon de él. Un día de 1893 Jean Habel, alemán habitante de Chile, sube y recorre el Glaciar Horcones. Asomó la cabeza entre las laderas desnudas y los glaciares y empezó a caminar entre los paraje milenariamente solitarios.  

De otra manera seguiría siendo un volcán más entre los cien volcanes anónimos que hay en la región. Sería en lo material pero no humanizado.

Más específicamente, dice Morente, porque nos preocupamos de ellos. Es lo que este filósofo define como vida. Preocuparse.

Y con la preocupación le damos vida a otra cosa que antes no la tenía: el futuro:

“La vida comienza siendo una preocupación de futuro, que no existe.”

¿Qué es preocuparse por llevar los niños al kínder o a la guardería? Que tengan futuro. Lo que sigue es ocuparse en llevarlos. La idea precede a la acción.

Preocuparme por conquistar a esa muchacha puede contener todo un plan de vida. Si logro conquistarla ya me ocuparé de desarrollar ese plan. Si no me preocupa, nada hay. Será como en la novela de A.J. Cronin, como dos barcos que se cruzan en alta mar en la noche.

¿Con cuántas muchachas nos cruzamos durante el día que vamos por la calle? Nada hay. Hasta que aparece una que me preocupa. Es cuando la vida empieza a tener futuro.

Todas estas cosas son ontológicas, el ser, el no ser, el hacer. Lo óntico, la ontología, palabra que asusta al que por primera vez se topa con ella, no es más que las cosas que hacemos o, incluso, las que no hacemos.

Heidegger se ocupa extensamente(al igual que Max Scheler) del ser ontológico, valga lo tautológico, pero diez años antes José Ortega y Gasset ya había publicado la idea en Meditaciones del Quijote.

Un niño que no va a la escuela no tiene futuro, tiene días por delante y a ver qué dice el azar. El azar también es parte de la vida, es óntico, pero es aleatorio y se sale de nuestro panorama de preocupación. De nuestra planeación.

 La vida es una preocupación del futuro, insiste Morente:

“El primer carácter que le encontramos a la vida es el de la ocupación. Vivir es ocuparse; vivir es hacer; vivir es practicar. La vida es una ocupación con las cosas; es decir, un manejo de las cosas, un quitar y poner cosas; un andar entre las cosas; un hacer con las cosas esto o lo otro. Y entonces encontramos esta primera contradicción: que esos objetos reales-las cosas-son lo que son no en sí mismos sino en cuanto nosotros nos ocupamos de ellos. El ocuparnos con las cosas es lo que les confiere el carácter de cosas; porque llamamos precisamente cosas al término inmediato  de nuestra acción.”

Artemisa. Antes  era sólo  un bloque de mármol.
Ahora es un material moldeado por lo ideal.
Lo mismo sucede con la Luna. El día que el humano, desde su cueva, la contempló, dejó de ser sólo un satélite de la Tierra. Ambos, Aconcagua y Luna, ahora tienen vida porque nos ocupamos de ellos.

Se es de manera material, y se es de manera ideal, dice Manuel García Morente en su obra  Lecciones preliminares de filosofía, lección XXV:

“El ser de las cosas es un ser real, es decir, temporal y causal.”

Y también el ser ideal:

“al ser de los objetos ideales lo llamamos ideal porque no es temporal ni causal.”

Así la preocupación normal, (no patológica intensa que inhibe) no es un dolor de muelas, es por el contrario, sinónimo de vida. La ocupación es presente, la preocupación es futuro que planea otro presente.  Es la preocupación de la ocupación.

Nos parece que la ontología (el estudio del ser) nada tiene que ver con la vida del arrabal .Al contrario. Está más cerca que nuestras narices. Lo óntico es mimismo.

Pensar que lo óntico es una cuestión extraña a nosotros (por más rara que nos suene la palabra) es como decir que nosotros nada tenemos que ver con el H2O. Así, de ese tamaño. O con el planeta Tierra que pisamos…

La vida diaria está llena expresiones ónticas. Las decimos de manera categórica: “Yo soy el camino…” advirtió Jesús.

Conscientes algunas veces  y otras  muchas a la ligera, por costumbre, mecánicamente. Un grupo de aficionados al futbol en lugar de decir le vamos al Pachuca dice “somos del Pachuca”. O ¡Eres un necio!

La manera callejera para querer referirse a la nada, se reafirma, sin sospecharlo, en el ser, al exclamar “No somos nada”.

Morente cierra con este pensamiento: “La vida es una preocupación del futuro...La nada sobrecoge al hombre; y entonces la angustia de poder no ser  es la que lo atenaza y sobre ella se levanta la preocupación, y sobre la preocupación la acción para ser, para seguir siendo, para existir."

MORENTE
 
“Manuel García Morente (Arjonilla, Jaén, 22 de abril de 1886 – Madrid, 7 de diciembre de 1942) fue un filósofo español y, converso católico, en sus últimos años de vida fue sacerdote. Fue un gran divulgador, traductor de obras del pensamiento europeo, filósofo de cuño original, y gracias a su magisterio oral y escrito se iniciaron en la filosofía, y aún hoy día lo siguen haciendo, multitud de promociones universitarias….En 1912 obtiene la cátedra de Ética de la Universidad de Madrid. Su pensamiento oscila en este momento entre el kantismo —tesis doctoral sobre La estética de Kant (1912); monografía sobre La filosofía de Kant, Una introducción a la filosofía (1917); traducciones de la Crítica del juicio (1914), de la Crítica de la razón práctica (1918) y de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1921) kantianas— y el bergsonismo —La filosofía de Bergson (1917)—. Durante los años veinte inciden sobre su mente el biologismo histórico de Spengler (tradujo la famosa Decadencia de Occidente del citado filósofo de la historia alemán), Rickert, Simmel, y la axiología, merced a la incorporación que se hizo de la obra de Scheler y Hartmann a través de la Revista de Occidente. En las postrimerías de este decenio termina las traducciones de las Investigaciones lógicas de Husserl (1929), junto con José Gaos, y del Origen del conocimiento moral de Brentano: el método fenomenológico será utilizado en adelante con singular destreza en su indagación filosófica.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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