MONTAIGNE, MIRAR


 

 

 

Voyerismo nos gusta la palabra pero tiene fuertes connotaciones sexuales, que no van con el espíritu de esta nota, y lo dejamos en ver, observar, analizar, deducir.

 Montaigne  propone con su “voyerismo”  un modo didáctico. Puede estarse dirigiendo a novelistas, pintores o filósofos:

Cruzar el desierto a pie, o atravesar las montañas, deja al descubierto mucho de la verdadera naturaleza de los individuos.

Es porque  con el sudor se corre el maquillaje y deja al descubierto el rostro original, dice Montaigne:

“A un rey y a un campesino, un noble y un villano, un magistrado y un particular, un rico y un pobre, se brindarían a nuestra consideración sumamente diferentes, y no obstante podría decirse que no lo son más que por el atuendo que llevan.”

Subir montañas desaparece el maquillaje.

Mario Campos Borges en el Nevado de Toluca, México.
 
 

Montaigne no es un amargoso que quiere meterse con la intimidad de las personas, al estilo de Nietzsche e Ingenieros.

 

“Debemos acostumbrarnos a penetrar los rasgos  reveladores: el boyero, el albañil, la persona que pasa por la calle, todo debemos examinarlo, apoderándose de lo peculiar de cada uno, pues todo es bueno para la casa; la misma torpeza  y desacierto ajenos pueden servir de instrucción.”

Observar sin prisa a las otras personas y situaciones y decirse ¿así soy? O bien ¡me gustaría ser como él! ¿O por qué son así las cosas?

“En el examen de las maneras de los demás-dice Montaigne en sus Ensayos- escogerás las buenas y despreciarás las malas.”

A.  N. Whitehead dirá más adelante por qué no es mojigatería escoger  el bien y no el mal:

“La inestabilidad del mal no conduce necesariamente al progreso.”

(El devenir de la religión)

La llave de oro para empezar ese examen, que propone Montaigne, es lo que se conoce como intuición. Schopenhauer, Kant, Max Scheler, Jean Wahl y otros han estudiado con amplitud lo que es la intuición.

Los hombres del común no conocemos esos complicados estudios pero sabemos qué es la intuición. “Intuyo que…” es una frase común. No sabe todavía qué es  pero ya está situado.

Intuición no es un invento de intelectuales. Es parte del  “equipo” que traemos ya al nacer. Algunos  definen intuición como instinto más inteligencia:

“La intuición concibe clara y perfectamente con sólo una ojeada…Concibe intuitivamente antes de que pueda ser conocido su abstracto por la razón en la conciencia reflexiva", escribe Schopenhauer. 

Está la otra escuela, la del razonar primero. Schopenhauer la conoce y se refiere a ella. Pero en  términos como sólo lo puede hacer alguien que no tiene compromisos con nadie. Pero que tampoco le importa si ésta o la otra generación que sigue lo lee o si los inmortales lo ponen en la lista negra:

"el hombre natural da siempre más valor a lo conocido inmediata e intuitivamente  que a los conceptos abstractos, a lo meramente pensado; prefiere el conocimiento empírico al lógico. Al contrario piensan aquellos que viven más de las palabras que de los hechos (se refiere concretamente a Duns Scot, a Leibniz, a Wolf y "a todos sus sucesores"), que frecuentan más el papel y los libros que el mundo real y los que en su gran degeneración se convierten en pedantes y hombres apegados a la letra."

 

(Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación)

Hay diversas maneras populares de decir lo intuido, como cuando conocemos a alguna persona o situación:

“Me cayó bien, o no “. La manera más reciente es: “hicimos clic, o no hicimos clic”.

La intuición es el conocimiento antes del conocimiento. Es tener una buena impresión, relámpago, “a la velocidad del rayo”, antes de entrar al detalle razonado.

Códice Florentino
Niño azteca al que le falta aprender todo
en la vida,
pero ya esta equipado con lo principal: la intuición.
Nos encontramos de pronto, en la llanura, con un león y lo primero es correr y ponerse a salvo. Nadie se va a quedar parado, libreta de apuntes en mano, tratando de descifrar, muy razonador, qué va a hacer el león que no ha comido en una semana…

Decidirse por lo inmediato, recomienda Schopenhauer, antes que por lo mediato. Antes que se lo coma el león. El deducir, tomando en cuenta variantes, es fatigoso, tardado y no siempre está asegurada la solución adecuada. Éstas, las hipótesis, se dejan para después, en el frío del razonar.

La intuición puede informarnos, aun, si el león es tan astuto que se ha vestido de oveja. Por eso Montaigne dice que no caminemos desapercibidos por la vida, que ejercitemos el examen para descubrir eso disfraces.

 Porque en la vida de la ciudad hay tigres vestidos de cebras.

 Por eso un  escritor de novelas policiacas debe  brincar de un lado para el otro. Tiene que ser la víctima, también ser el malo, el detective. Como dice Ortega y Gasset: en una novela hay alter ego y alter tús.

El yo y los tús.

Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria
 de Fritz Redlich,1968
 
Montaigne también se refiere a esa preocupación de que los demás tengan una buena impresión de nosotros.  Como decía el viejo-joven  Freud, que nos sentamos muy derechos cuando tomamos café con una muchacha, y volvemos  a estar jorobados cuando estamos solos.

Tal vez se inspiró en lo que Montaigne dijo:

“Defraudándonos de nuestras propias utilidades para formar las apariencias según la opinión general. No nos importar tanto  cuál sea nuestro ser en nosotros y en realidad como lo que de él aparece al público conocimiento.”

Montaigne sabe que por el mundo circulan muchos trajes vacíos, muchos pantalones de mezclilla vacíos, muchas camisetas vacías. Hay, como en Las mil y una noche, príncipes auténticos que parecen pordioseros y mendigos disfrazados de príncipes.

También alerta sobre esta situación:

“Es preciso juzgar al hombre por sí mismo. Sabes por qué supones que es tan alto? Porque no tienes en cuanta los tacones…”

Montaigne termina diciendo que, después del examen que  hemos hecho del mundo, nos miremos otra vez en el espejo. Tal vez haya mejorado la manera de vernos. O tal vez quedó en puro “voyerismo”.
MONTAIGNE

“Michel Eyquem de Montaigne (Castillo de Montaigne, Saint-Michel-de-Montaigne, cerca de Burdeos, 28 de febrero de 1533 - ibíd., 13 de septiembre de 1592) fue un filósofo, escritor, humanista, moralista ypolítico francés del Renacimiento, autor de los Ensayos, y creador delgénero literario conocido en la Edad Moderna como ensayo.” Wikipedia

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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