DIÁLOGOS EN LA TABERNA “LOS ATOMOS DE DEMÓCRITO”


 

Al fondo el lema de la casa: “A nadie se le puede  pedir  coherencia después de 5 tarros”.

Juan:

Leibniz habla de las mónadas y con ello se brinca del nivel  físico al metafísico o viceversa.

Aquel:

El “pienso luego existo “de Descartes ¿vale en cuanto pienso? O  existimos cuando no pensamos? Yo lo diría de esta manera ¿sin existir podríamos pensar? Las rocas no piensan, luego no existen. ¿Sin existir se puede dudar?

Toci:

“Ya llegamos al punto donde todo son achaques y medicamentos-dijo Roberto Redford- y quienes están siendo diagnosticados con qué y todos sólo esperan el final”. Es de la película Grandes Amigos.

(Esta bella muchacha escaladora es la única del grupo que citaba sus fuentes. Los  otros o no las sabían, o no las recordaban o si lo hacía no estaban seguros. No es que quieran pasar como pensadores originales ni como plagiadores de textos, es sólo que no se acuerdan. Pedimos comprensión a los autores originales).

Robert Redford
Otro:

La filosofía no hace su propio camino en aislamiento, sin contacto alguno con los demás factores de la cultura humana. Creó que los dijo Copleston.

El alpinista:

Cada persona refleja el mundo según su propio modo. Las montañas (para subirlas), como las matemáticas, no son difíciles. La dificultad está en el humano. Se llena el pensamiento de telarañas.

Toci:

¿Y si el pasado no hubiese ocurrido? Esto se preguntó Juan de Mirecourt, S. XIV

Yuma:

El conocimiento intuitivo sirve de base al razonamiento pragmático.

Juan:

El modo de vivir lejos del caos es lo que Leibniz llama la armonía preestablecida (por Dios).Pero puede ser, en el nivel de la fenomenología, también por la Constitución política del país, o en el matrimonio por los principios religiosos establecidos y los civiles. O en la fábrica por el reglamento de trabajo o por la relación que hay entre patrón y sindicato, mediante el contrato colectivo de trabajo.

Aquel:

El niño de apenas tres años de edad ya tiene la idea del asesinato porque el acto de matar, o aniquilar, lo ve en las caricaturas o en los videojuegos. Cuando nació no traía la idea del asesinato, pero se le trasmitió. Tan familiar como el acto de comer “palomitas”. Y ese es el gran valor del western con relación a las películas violentas de la actualidad. Los pistoleros clásicos, como Shane, desarrollaban en sus libretos el por qué, no el cómo. Había que luchar con la conciencia antes de sacar la pistola.
El niño quiere aprender a disparar como todo pistolero.
Shane le responde:crece, estudia y cuida a tus padres.

Yuma:

Hay dificultad en entender a ciertos filósofos. Frederick Copleston dice que Locke es un pensador sincero y no  se siente uno obligado a preguntarle si cree en lo que está diciendo. No obstante, también dice que “en el Ensayo, los  términos no se empelan siempre en el mismo sentido, lo que hace difícil comprenderle.”

 

Otro:

En Aristóteles hay Evolución al decir de la eternidad del mundo, que niega la Creación. En Platón hay Creación porque las Ideas no son de la fenomenalidad.

Juan:

Los niños, haciendo ejercicio de la mayor libertad en la escuela, pueden entrar o no a  clases  o cuando tengan ánimo de hacerlo, si es que alguna vez lo tienen. No saben que las leyes del mercado, en las largas filas de la oficina, contratarán a los más jóvenes y mejor calificados académicamente ¡y que los lugares de empelarse cada vez son menos en el mundo, por eso de la tecnología, y los aspirantes cada año son más, por eso del  amor!

Toci:

“Todo sistema filosófico, que aspire a ser completo, tendrá que hacer justicia a ambas realidades” dice Coplestón refiriéndose al Ser eterno del platonismo y al Devenir contingente del aristotelismo.

 

Juan:

Quitar las cadenas de hierro del esclavo es un error pues de inmediato se volverá esclavista. Las cadenas de la mente son las que urge destruir y al verse libre correrá en pos de un mundo mejor para todos.

Aquel:

Hay novelistas famosos pero taciturnos que en los países soleados de América no están sus obras en el campus adecuado. Los leen los de allá que ahora viven en el continente lleno de sol.

Yuma:

Su fuerza está en su debilidad. No es la forma del cuerpo que nos dice que se trata de una mujer. Es el modo de ser femenino  el que nos señala que ahí hay una mujer.

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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