Schopenhauer recomienda el estudio de la filosofía, tanto
de academia, como en la lectura del popolo.
Pero lo recomienda al estilo socrático,
no ve con entusiasmo que se profesionalice el asunto, es decir, que se cobre
por su enseñanza. El popolo no tiene
en ocasione ni para comer y menos para pagar lecciones de filosofía. Ahora, en
el tiempo de las profesiones de Academia, nos parece extraña semejante idea, la
de no cobrar.
Él pensaba que en un diálogo libre se
puede “espulgar” bien el asunto dejando fuera los sospechosos sofismas. Eso no
sucede con facilidad en el aula presidida por el maestro o por el orador en
turno en un seminario de filosofía.
“Se han habituado a tomar los más vacíos juegos de palabras por filosofía,
los más pobres sofismas por pensamientos ingeniosos y las más insulsas
extravagancias por dialéctica; y sus
cerebros han sido desorganizados por la asimilación de endiablados juegos de
palabras en las cuales en vano se martiriza el espíritu por descubrir un
sentido.”
También era refractario a cobrar por
las enseñanzas de la filosofía porque, dice, es fácil convertirse en adulador
del poder, si éste le abre sus brazos. O crítico del Estado si las puertas
permanecen cerradas. Criticar al Estado es otra manera de abrir esas puertas.
No siempre da resultado, pero sucede con frecuencia:
“Los gobiernos hacen, al presente, de
la filosofía, un medio para sus fines de Estado, y por otra parte los
profesores de filosofía hacen de ésta una industria que les nutre como
cualquier otra: se agrupan solícitos en torno a los poderosos, haciendo
protestas de sus buenas intenciones, es decir, de estar dispuestos a toda clase
de complacencias con ellos. Y cumplen sus palabras. Ni Platón ni
Aristóteles son su faro.”
Hay que anotar que Schopenhauer decía
tal cosa porque su condición económica le permitía vivir sin depender de nadie.
No tenía esposa, ni hijos ni, prácticamente, vida social, y al popolo lo trataba
con poca delicadeza, por ser propenso a creerse de boberías (aunque si se
preocupaba por el bien estar de la gente del común y es sabido que parte de su herencia
la donó para causas humanitarias).
Así son cierta clase de filósofos. En alguna
medida, Nietzsche hizo lo mismo al renunciar a su cátedra en la universidad
alemana y jamás volvió a trabajar para alguien. Diógenes Laercio hasta vivía en un tonel y carecía de
sandalias. Y no hay que olvidar que Xantipa, la mujer de Sócrates, reñía con
éste porque el filósofo desatendía las necesidades de la casa por estar parloteando
en el Ágora con sus amigos (y con Diotima).
DIOGENES |
La realidad es que desde tiempos de
Parménides los filósofos ya cobraban y vivían por ese medio. Lo cual bienvisto
es una intención legítima. La idea de fondo, se decía, es que no se
circunscriba el conocimiento de la filosofía o no se retraiga sólo a las aulas
y los centros de estudio.
Y afuera, en las calles, el pueblo
siga ajeno a dicha disciplina, a merced del primer juglar que pase hablando
bonito. Al estilo de los legisladores, de algunos países indoamericanos, que
sesionan 24 horas al día, todo el año, haciendo leyes. Y en las calles cincuenta millones de
personas muriendo de hambre y a manos de la delincuencia organizada.
Por lo demás, dice Schopenhauer,
tiene confianza en que su filosofía pueda ser leída por los nietos, los cuales
sí sabrán apreciarla. ¿Por qué hasta
entonces? ¿Es de parte suya megalomanía intelectual?
Antes el mundo-dice- tiene que
desintoxicarse de esa
(+´#&+&+*creo que así lo hubiera escrito con caracteres de máquina)
seudofilosofía de Hegel:
“Mi obra se dirige a una minoría:
esperaré sin impaciencia a que surja ese pequeño grupo de personas cuya
disposición de espíritu, que no es la ordinaria, les capacite para comprenderla.
Pues, dejando a un lado las dificultades del asunto y los esfuerzos que exige
del lector, hoy, en que lo paradójico y lo falso, corren parejos…”
Entretanto ¿qué hacer con sus libros?
Su respuesta no conoce meandros:
“No tengo otro remedio que recordarle
que un libro puede ser útil aunque no se lea. Bien encuadernado ocupa un lugar
en una biblioteca y en compañía de otros hará buen papel. También puede regalárselo
a alguna amiga que lo ponga en su tocador o en una mesa de té…No se preocupe,
tarde o temprano llegará a manos de aquellos
para quienes se ha escrito.”
Pero, para nosotros, los que viajamos
en bicicleta, y comemos “hot dogs”, “burritos”, tacos, tamales y pozole, dice que los tiempos están
maduros para que se nos tome por unos memes, a condición que leamos de filosofía. A riesgo, sino se hace,
regresemos a la cueva:
“todo el que no quiera permanecer en
la inconsciencia respecto de las cosas más elementales, ni confundirse con la ignara
multitud, debe hoy estudiar filosofía especulativa; y la razón de ello es que
el siglo XIX es un siglo especialmente filosófico; con lo cual no se quiere dar a
entender que posea la filosofía o que ésta domine en él, sino que está maduro
para su cultivo y que por tanto, la necesita; es este un signo de alta cultura
y pudiera decirse que una firme conquista en la escala del progreso de la
historia.”
SCHOPENHAUER |
“Arthur Schopenhauer [ 'ʔatʰu:ɐ 'ʃo:pnhaʊɐ (?•i)] (Danzig, 22 de
febrero de 1788 — Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de
1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un
«pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza,
sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el
budismo, el taoísmo y el vedanta.”Wikipedia
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