“Más vale prevenir que lamentar.”
En ese antiquísimo dicho de la
humanidad están comprendidos el a priori
y el a posteriori. Kant debió de
conocerlo sólo que para explicarlo se vio en la necesidad de escribir su famosa
Crítica de la razón pura.
Un a priori puede pensarse como una anticipación de la experiencia
(sensible o empírica) y el a posteriori
como comprobación de la experiencia empírica.
Se impone cautela-dice Copleston-para
considerar el a priori y no
confundirlo con prácticas de magos, adivinos, apocalípticos o algo así:
“Son principios a priori previos a la
experiencia. Pero aunque nos hablan de relaciones o proporciones, no predicen
ni nos permiten predecir el término desconocido.”
Los conceptos a priori y los conceptos a
posteriori, muy kantianos, parecen laberintos mentales destinados a que el
individuo quede enredado en algunos de los recovecos del puro intelectualismo.
Todo lo contrario. Son tan reales y
cercanos como nuestras pestañas. Se ofrecen algunos ejemplos de la vida cotidiana.
La metáfora del semáforo puede ayudar a
entender el asunto. El conductor en su
automóvil ve con la debida anticipación la luz roja y se detiene por intuición.
Vio lo que todavía no sucede pero que puede darse.
El otro conductor ante la luz roja no se detuvo. Hasta que hubo chocado su
automóvil se lamentó no haber hecho caso de las señales de advertencia.
Los conceptos a priori son muy del primer mundo. Ejercitan la posibilidad que los
objetos o situaciones sean pensados, intuidos, analizados, prevenidos.
Los conceptos a posteriori son frecuentes en los países del tercer mundo. Por
eso son tercer mundo. Siempre están tratando de enmendarla sobre hechos ya
consumados.
El río subió tanto su nivel esta temporada de lluvias que inundaron las calles del pueblo,
se metió el agua del cielo, revuelta con
las aguas negras del drenaje, a las
casas, se echaron a perder aparatos, camas y documentos. Hubo ahogados, heridos
y desaparecidos. Miles de familias quedaron sin hogar y tuvieron que refugiarse
en los albergues del gobierno. Hace 75
años que viene ocurriendo exactamente lo mismo, cada temporada de lluvias.
En el enorme bosque, en el este de la
ciudad, frecuentado por miles de personas que van diariamente a correr, trotar
o caminar, asaltaron ayer a una joven deportista.
La policía, luego de hacer un
detallado recorrido, estudiando la zona, declaró a los numerosos medios, que
acompañan a la comitiva, que a partir de ese día cien policías vigilarán el
campus.
En la avenida, de enorme afluencia
vehicular, a la “hora pico”, cuando todas las vías o carriles está saturados, y
hay que esperar a que se ponga la siguiente luz verde para avanzar otro poco,
los hampones se acercan a los conductores de automóviles que traen su vidrio bajado,
y ahí mismo, a la vista de todos, y a pleno sol,asaltan al conductor y a la familia, se suben
a la motocicleta manejada por su cómplice que espera y ambos desaparecen.
Lugo de muchas denuncias y videos de particulares,
que circulan en las redes sociales, la policía ha decidido poner remedio
designando policías para el lugar.
En el “buzón de sugerencias” de un
hospital de la Secretaría de Salud Pública, del lado oeste de la ciudad,
subieron las notas de reconocimiento al
buen trato, y eficaz manejo de expedientes, a los empleados del área
administrativa.
Los directivos había proporcionado la
necesaria y oportuna información, tanto en el aspecto psicológico de atención
al público, como capacitación en computadoras, etc.
En el lado sur de la misma ciudad, en
cambio, hay problemas con otro hospital. El
público ha cerrado el acceso y se ha manifestado con pancartas en la calle. No
soportaron más el trato déspota de los empleados administrativos, los
expedientes se perdían o no se movían siguiendo su curso hasta llegar a manos
de los médicos. Los tiempos de espera de, digamos dos horas, se prolongaban
hasta seis u ocho horas.
Los excusados estaban infames, como
los de las terminales de pasajeros de camiones de tercera clase de mediados del
siglo pasando. La administración había pegado letreros en las paredes, dedicados a los usuarios que decían: “Tira
los papeles en el cesto, no sea puerco”.
Las máquinas de escribir, aquellas de
cintas de dos colores y tan usadas que costaba trabajo leer sus líneas escritas
por descoloridas.
Llegaron los medios, el conflicto
apareció en las pantallas de televisión caseras, se organizó una mesa de diálogo
con los inconformes y, ¿qué crees? Las autoridades se comprometieron a
capacitar a sus incultos e insolentes empleados. Un mes después el hospital
volvió a abrir sus puertas.
Así de simples, cotidianas y muy
frecuentes son las vivencias de los conceptos del a priori y del a posteriori.
Los que por intuición, primero, y enseguida por razonamiento, se prevén.
Y los que por el acontecimiento, ya
dado, se constata.
(Intuición suele definirse como instinto más inteligencia)
Frederick Copleston lo dice en dos
renglones:
“Las condiciones para que se dé el a priori es la posibilidad de que los
objetos sean pensados...”
De los a posteriori:
“Los conceptos a posteriori, o empíricos, son abstraídos de la experiencia
sensible.”
(F. Copleston, Historia de la
filosofía, Vol.3, Cap. XII)
Manuel García Morente se extiende un
poco más:
“A
priori es un término latino que
quiere decir, en estos razonamientos filosóficos, independiente de la
experiencia, son previos a la experiencia o, mejor dicho, ajeno a ella. No
tiene su origen en ella. Es obtenido por intuición, (antes del razonar)obtenido fuera del
razonamiento discursivo.”
(Lecciones preliminares de filosofía,
lección XIII)
El ejercicio del a priori nos sirve, efectivamente, para elevar las condiciones de vida de la gente.
Más no nos autoriza a despegar los pies del suelo. Copleston:
“Estos se aplican sólo a objetos
posibles de la experiencia, o sea, a fenómenos, en cuanto dados en la intuición
empírica o sensible.”
Empero, Kant dice enseguida que eso
de la realidad, lo empírico, lo sensible, es lo que hay, pero que no sólo eso
puede haber:
“Aunque no podemos atravesar los
límites de la realidad empírica o fenoménica y conocer lo que se encuentra más
allá de ellos, no tenemos derecho a afirmar que no hay más que fenómenos."
Copleston considera el a priori en lo que concierne a los objetos de la intuición sensible. Pero ahora, al mismo, en el conocimiento moral:
"sabemos que hay que decir la verdad. Pero este conocimiento no lo es de lo que existe, es decir, del comportamiento efectivo de los hombres, sino de lo que debe ser, o sea, de cómo deben comportarse los hombres. Y este conocimiento es a priori, en el sentido de que no depende del comportamiento efectivo de los hombres. Aunque todos ellos mientan seguirá siendo verdad que no deben mentir. No podemos verificar la afirmación de que los hombres deben ser veraces por el procedimiento de examinar si efectivamente lo son o no. Esa afirmación es verdadera con independencia de la conducta de los hombres, y en este sentido es verdadera a priori."
Copleston considera el a priori en lo que concierne a los objetos de la intuición sensible. Pero ahora, al mismo, en el conocimiento moral:
"sabemos que hay que decir la verdad. Pero este conocimiento no lo es de lo que existe, es decir, del comportamiento efectivo de los hombres, sino de lo que debe ser, o sea, de cómo deben comportarse los hombres. Y este conocimiento es a priori, en el sentido de que no depende del comportamiento efectivo de los hombres. Aunque todos ellos mientan seguirá siendo verdad que no deben mentir. No podemos verificar la afirmación de que los hombres deben ser veraces por el procedimiento de examinar si efectivamente lo son o no. Esa afirmación es verdadera con independencia de la conducta de los hombres, y en este sentido es verdadera a priori."
“Frederick Charles Copleston S.J.,
(10 de abril, 1907, Taunton, Somerset, Inglaterra – 3 de febrero, 1994,
Londres, Inglaterra) fue un sacerdote de la Compañía de Jesús y un escritor de
filosofía. Copleston se convirtió al catolicismo romano mientras asistía al
Marlborough College. Fue el autor de la influyente obra Historia de la
filosofía, publicada en once volúmenes. Es conocido además por el debate que
sostuvo con el famoso pensador inglés Bertrand Russell, transmitido en 1948 por
la BBC. El debate se centró en la existencia de Dios. El año siguiente debatió
con A. J. Ayer sobre el positivismo lógico y la significación del lenguaje
religioso.”WIKIPEDIA
No hay comentarios:
Publicar un comentario