LIBRO DE TECNICA ALPINA DE A.A.G Y M.S.


 

Dedicado a los guías alpinos de la Sierra de Pachuca, Hidalgo, México.

Armando Altamira Gallardo

 
 
 
 
Como deporte o como plan de  vida, el alpinismo es cosa de voluntad y de técnica.

Caminar por las montañas ayuda contra tres o cuatro patologías de la vida sedentaria: sobrepeso, diabetes, hipertensión, paranoia. Y contra el aire contaminado de la ciudad que está matando, año tras año, más gente que la peste bubónica.

¿Por qué a las montañas lejanas y no al gimnasio que está  a dos  calles de donde vivo?

En el gimnasio no hay sol, aire menos contaminado, frío, calor, altitud (con toda su revolución de glóbulos rojos y blancos que echan a andar las cotas de diferente altura), soledad, incertidumbre, noche enigmática, seguridad propia, amanecer esplendoroso.

Carente  de “naturaleza natural”, escalar en el gimnasio es como hacer el amor con una muñeca inflable.

Pero,  ir a las montañas requiere de voluntad.

La voluntad es esa facultad que poseemos ya dada, de una vez y para siempre, desde aquellos remotos días del Devónico, en el que algunos primero vertebrados, con su respiración branquial, se asomaron al continente. ¡Querían ir más allá de sus fronteras!

Si alguna vez los escaladores, para subir montañas, necesitáramos tres brazos,  o cuatro pulmones, los humanos lo desarrollaríamos, como desarrollamos la respiración branquial, así como   el razonar antes del razonar, llamada intuición.

Todo está en función de lo que la voluntad quiera.

Esta voluntad es la que nos permite formular el axioma que la dificultad de la escalada está en el escalador, no en la montaña.

La condición psicofísica del individuo, y la técnica alpina, son valiosos  auxiliares de la voluntad, pero lo sustantivo del deporte es la voluntad de agarrar la mochila y marchar hacia las montañas.

La técnica se renueva constantemente, en una   inconclusa adaptación de datos. La técnica alpina no escapa a esa regla.

Con la técnica aquí contemplada se lograron las grandes escaladas de los tres siglos precedentes de las montañas del planeta.

 Incluidas algunas de México, tenidas hasta entonces como inescalables. Tales son los casos de la norte de la pared Las Goteras, en la Sierra de Pachuca, 3 mil de altitud, estado de Hidalgo, La Oeste del Centinela, en la cañada de Milpulco, suroeste la Iztaccihuatl, en los 4 mil, la norte de La Cabeza de la Iztaccihuatl y la norte del Abanico,  flanco NNW del Popocatépetl, ambas en los 5 mil.

Las cuatro escaladas, arriba mencionadas, son los sinodales naturales de la efectividad de la técnica que en este libro se presenta.

Todo libro es el testimonio, un códice,  de una época, en la manera cómo se representan las cosas  y los modos empíricos. No importa el tema.

Otra cosa es lo sustantivo de ese libro.

En el alpinismo técnico lo sustantivo no es el equipo ni la menara de vestir o si son clavijas, dados, golos, armellas, estribos metálicos o de cinta, cuerdas de henequén, de perlón o de seda. etc. Lo sustantivo  es la seguridad del escalador, en tanto se consigue el ideal trazado de antemano.

Los modos de asegurar igualmente se abordarán según los materiales disponibles, y los modos que se crean más a doc.: desde el hombro, en la cintura, en derredor del risco, del hongo artificial tallado en el hielo o del árbol. No importa cómo, en tanto el escalador cuente con una confiable manera de asegurarse.

Un  libro de técnica alpina sólo es una página en la interminable historia del deporte. Y quedará obsoleto el mismo día que otro libro de técnica  salga publicado con reales aportaciones. ¡Hasta entonces será vigente en lo empírico!

El presente trabajo fue publicado, en el último tercio del siglo veinte (noviembre de 1978), por la Dirección General de Actividades Deportivas de la Universidad Nacional Autónoma de México, bajo la dirección del Ingeniero Alejandro Cadaval.






Manuel Sánchez, el autor de las excelentes ilustraciones de este libro, llevó a cabo la segunda escalada a la vía directa del Centinela, en la cañada de Milpulco SW de la Iztaccihuatl, con un vivac en el extraplomo superior.


Formó parte de la cordada (junto con Mario Ramírez y Armando Altamira) que realizó la primera travesía al Desierto de Altar, Sonora, México, en el meridiano 114 10.De la frontera con E.U. a través del erg, hasta alcanzar las aguas del Golfo de California.


Fue líder en la primera travesía E-W al Desierto de Samalayuca, Chihuahua, México, en el sector pueblo de Samalayuca - vía del ferrocarril a Ciudad Juárez.


 

 


 

 

 
Olvidamos ir a caminar por las montañas
y los jinetes del Apocalipsis llenaron hospitales y cárceles.



 

 


 


 

 

 
 
 
 
 

 
 
 
 
 

 
 
 
 
La imaginación es el gran recurso para darnos cuenta que vivimos
en la realidad empírica, y viceversa.
 
 
 
 


























 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Asegurar arriba-abajo es el espíritu que abre nuevas rutas.
Asegurar desde abajo es mediatizar las potencialidades para ser primero de la cuerda.
 
 
 
 
 
 
 
Asegurado para asegurar.
La cuerda que está asegurando por debajo del brazo contrario al hombro
por el que se sujeta la cuerda con la otra mano.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Doble cuerda.
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El rappel requiere de dos cuerdas, por la que se desciende y otra, independiente, para seguro.
Sólo los principiantes hacen depender todo, vida propia, familia, futuro, etc.  a una sola cuerda que, de alguna manera puede estar en algún punto en malas condiciones.
O el escalador mismo sufrir un malestar en el trascurso del descenso.
Inimaginable número de tragedias han ocurrido así.
 
 
 
Se desciende por cuerdas, caminando, es decir, paso tras paso, no brincando.
No hay porque castigar la cuerda en cada brinco.
Brincar durante el rappel es propio del  exhibir.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
En la actualidad han desaparecido del mercado las brocas de golpe.
En su lugar se usa el taladro.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El "pico" del piolet siempre cerca de la pendiente, tanto en la subida como en el descenso. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Los glaciares se suben por las orillas, donde las grietas son de poca profundidad.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El modo de subir en "V" un cordada de tres es poco usado. Casi desconocido.
Se aplica en áreas extensas donde puede sobrevenir un deslizamiento amplio de nieve.
Subir en "fila india", como se hace en el glaciar Jamapa, lado norte del Pico de Orizaba, Veracruz, México,es jugar a los dados con la dueña de la casa.
Es conocido que sus mantos de nieve esconden cadáveres de alpinistas,  de todas partes del planeta,   sin poder ser localizados durante décadas..
 
 
 
 
 
 
 
Asegurado para asegurar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Un vivac en la montaña cumple un objetivo practico, de continuación en caso de escalada, o de largas travesías por las montañas. Pero es ante todo una experiencia filosófica en varios aspectos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
No se crea que es tan raro eso de pasa una noche sobre el vacío, sobre estribos o, en el
mejor de los casos, en una tienda vivac.
En estas condiciones siempre vienen a la memoria las palabras de  Graham Greene:" Sería saludable para todo  millonario pasar 24 horas con un pie en la eternidad" 
 
 
 
 
 
 
Lejos de la mentalidad de los montañistas  hacerse los sufridos de la humanidad.
Por el contrario, suelen  vivirla de lo lindo. Sólo que en escenarios lejanos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El conflicto eterno entre los humanos no escapa al alpinismo. Sobre todo al alpinismo expedicionario.Está en relación directa al grado de cultura que poseen los miembros de una expedición. Se pueden encontrar desde el neandertal hasta, en una escala del 0 al 10,un 9.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La marcha sobre el glaciar, siempre que sea posible, es por las orillas de las grietas.
 
 
 
 
El mejor alpinista en una expedición es el que lava los platos. Los otros tendrían que ir al psiquiatra.
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
En alpinismo se gana o se pierde. Como en cualquier deporte. Siempre que se piense en regresar.
No es lo sustantivo la cumbre en alpinismo, como el acto de  volver. El ser en el hacer.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Suena raro pero la mentalidad del montañista es resolver problemas, no viceversa.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 


 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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