J.WAHL Y LA TEORÍA DEL CAMBIO


 

Grecia antigua y Teotihuacán concibieron ideas semejantes en varios temas. Uno de ellos, que aquí se menciona, fue el cambio o movimiento. Aquella se expresó en la poesía y en el discurso. Éste en la poesía y en el mito.

 Olin
glifo náhuatl
 del movimiento espiritual
 
Las cosas no existen, dijo George Berkeley (1685-1753), y el mundo de los pensadores se le vino encima. Ya lo había dicho Platón ( 427-347 a C.). A ambos filósofos algunos los tildaron de excéntricos (por emplear un adjetivo que puede publicarse…).

No se referían a la materia y sus átomos, sino al estado y forma de esa materia, en determinado tiempo.

Todo cambia, se mueve. Como el venado que se desplaza y al que no se le puede señalar un lugar fijo. Estaba ahí pero ya no está.

“¿Que pueden ser esas cosas, pregunta Platón-dice Wahl en su Introducción a la filosofía-de las que no podemos siquiera decir que son esto o aquello, porque están cambiando en todo momento?”

Desde aquellos tiempos viene la teoría del movimiento o, como dice los filósofos, del Devenir. Se considera que probablemente fue Heráclito (535-484 a C.) el primer filósofo que tuvo una teoría precisa del movimiento universal.

ozomatli
glifo del movimiento
material
Pero el desplazamiento del venado sólo se le puede observar si el cazador está fijo:

“Se ha dicho que sólo podemos pensar el Devenir a condición de concebir una permanencia a la que oponerlo y sobre el fondo de la cual pudiera destacarse.”

 A Parménides (540-470 a C.) se le tiene como el filósofo que proclamaba la teoría del reposo universal.

Se sabe que, en cierta manera, Parménides también creía en el movimiento. Sólo que el movimiento lo pensaba en diferentes grados o velocidades, algo así como  lento, más  lento...

Podemos pensar en un río, visto desde arriba, y nos parecerá estático, cuando  sabemos que está en un constante movimiento a  diferentes niveles, según varios factores como declive,  densidad, superficie, aguas medias, fondo…

Wahl: “Son estos estados mismos partes del Devenir, son realmente Devenir, y una vez más aquí lo que se necesita es sólo la concepción de movimientos más lentos y más rapidos.”

Olin
Por aquellos tiempos, es decir contemporáneo, pero independiente, con varios continentes, mares y desiertos de por medio, el mito teotihuacano decía lo mismo.

Cuando un  mexicano con información conoce estas teorías, de los filósofos griegos de aquel periodo, identifica o al menos intuye, que algo familiar está frente a sus ojos.

El mundo  de los dioses teotihuacanos existía pero estaba en la oscuridad. Era necesario que uno de los dioses se sacrificara, para que se hiciera ese dios, para que se trasformara, en luz.

 Como después en el cristianismo se requeriría un supremo acallamiento del yo para que a cambio s e beneficiara el grupo.

Este inmensurable acto lo llevó a cabo el dios Nanahuatzin, el que se humilló, el que no dudó...Allá se habla de alguien que murió en la cruz. En Teotihuacán fue en la hoguera, no sacrificante, sino transformadora.

Así nació el Sol. Y todo se iluminó. Pero ese Sol estaba inmóvil en el cielo. Al estilo del reposo universal de Parménides. Un poco al modo de los apóstoles, inmovilizados, antes de la llegada del Espíritu Santo.

Otro dios teotihuacano, Ehecatl, el Viento, sopló y el Sol empezó a moverse…

ozomatli
Así de sintético es el mito teotihuacano.

Lo inmóvil, de Parménides, y el movimiento de Heráclito-Platón, ocupan desde entonces la mente de los grandes pensadores, exponiendo interesantísimas tesis y contra tesis, respecto del Devenir, teniendo como  referencia un punto fijo.

La voluntad de Ser desde el No-Ser, en el terreno de la filosofía. La búsqueda del cambio desde el empirismo hacia la espiritualidad, en teología.

Quién sabe si se logra o no pero en todo caso lo que importa es eso, la búsqueda, el cambio, el movimiento, el ser en el hacer.

Movimiento griego en lo espiritual y en lo sensible. En la leyenda teotihuacana el movimiento sísmico, el de la placas tectónicas y los volcanes, y las acciones fácticas de los humanos, se representa con la figura de un chango que en náhuatl es ozomatli.

El movimiento espiritual con el glifo olin.

Se piensa en el Devenir como movimiento dentro de la causalidad, pero también, o sobre todo, en el plano espiritual:

Wahl: “Bajo diversas influencias, ha llegado el espíritu moderno a percatare de la presencia del cambio en el mundo del espíritu lo mismo que en el sensible.”

Por lo anterior se piensa que no es sólo cosa de cambio, de movimiento (como los relojes de Schopenhauer a los que alguien les dio cuerda y se moverán y cuando se les acabe la cuerda, fin), sino de Ser: “Según Hegel-escribe Wahl-el Devenir es la síntesis del Ser, y del No-Ser que es la antítesis.”
 

Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).wikipedia

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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