Ortega y Gasset y la higiene vital




Obra: ¿Qué es filosofía?
Autor: José Ortega y Gasset
Colección Austral, Espasa- Calpe. S.A. Madrid, España
7 de diciembre 1973



“Taco y paso atrás” es una expresión mexicana jocosa  de los participantes a un banquete donde, al estilo de “bufet”, cada uno se sirve su plato. Sólo que muchos, casi todos, no dejan el puesto próximo a los manjares y no dan oportunidad que se acerquen los de la segunda fila que esperan con sus platos vacíos. De ahí el apremiante grito de “¡Taco y paso atrás!” Es, en cierto sentido, una de las más grandes  metáforas.

Ortega y Gasset ilustra así el modo de pensar de la generación de los humanos que ya vivió su tiempo, y su oportunidad, pero que no quiere dejar su sitio a los de la generación de los que viene detrás. Es la nueva generación de los hijos que creamos, de los estudiantes que enseñamos, de los trabajadores manuales que adiestramos y, sin embargo, ahora  no queremos  hacernos a un lado, pudiendo hacerlo, y dejar nuestro puesto, para ser ocupado por aquellos.
José Ortega y Gasset

Considérese con detenimiento, y sin pasión, lo que esto significa en un planeta en el que el número de habitantes se multiplica de manera exponencial. Las oportunidades de estudios y de laborar son por demás escasas. Trabajadores manuales, académicos y  políticos profesionales, con antigüedad  suficiente, y en ocasiones más que suficiente, no se jubilan para dejar oportunidad a los jóvenes. Ya no hablamos de gente de la tercera edad sino de ancianitos en los que el apremio económico dejó de ser factor de permanencia.

Observaciones como esta es donde Ortega y Gasset  adquiere su grandeza de pensamiento. Lo  dice de esta manera: “ Cuando esta prolongación de la juventud es ya imposible, aun cabe decidirse bellamente  por la gran  generosidad  y, ya que no se puede vivir la nueva vida, que llega, alegrarse de que otros la vivan, querer que el porvenir sea distinto de nosotros, estar resueltos a la aventura de dejarles  su novedad invasora, su juventud. Es el problema del hombre maduro: el pasado tira ya de él, y fermenta en él el sentimiento, la acritud hacia el futuro. A la vez siente aun próxima su juventud, aun está junto a uno, pero ya no está en uno, sino a la vera, como sobre el muro el trofeo, lanza y arnés, gesto de guerra ya inválido y paralítico. ¡Que otra juventud sea, ya que no puede volver  la de uno! En el Sahara se oye un adagio que dibuja, en su sobriedad, toda una escena de desierto, donde hombres, rebaños y tropeles de acémilas tiene que abrevarse  en un breve charco. Dice así, sencillamente: “Bebe del pozo y deja tu puesto a otro.”

Ortega y Gasset conoce la pasta humana y sabe que  se la pasa cantando himnos a la solidaridad y a la vez practicando, día tras día, un riguroso solipsismo.Advierte: "El que se resista,el que no quiere comprender la nueva fisonomía que toma el vivir,quedará sumergido en la resaca irremediable  del pretérito-en todos los ordenes y en todos los sentidos-,en su obra,si es intelectual o artista, en sus amores,si es sentimental,en su política, si es ambicioso." 

“José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.”







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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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