OVIDIO Y LA LEYENDA DE ORFEO




Las metamorfosis -Ovidio
Mitología Griega
Ángel Ma. Garibay K.
Editorial Porrúa, México-Sección Sepan Cuantos…Núm.31
2009

Del “otro lado” hay vida pero es una región de la que ya no se regresa. Se puede obtener esa especialísima autorización pero con una condición... ¿Esta leyenda es un canto al amor o sólo una actitud solipsista de Orfeo? La serpiente es tan absolutamente mala y venenosa que permanece inmune a la belleza del canto divino de Orfeo.

Es un relato en el que Ovidio nos dice en primer lugar que los griegos de la antigüedad creían en la vida después de la muerte.Aun más: que "allá" se conserva el yo individual con todo lo que significa la unidad cuerpo-alma. Dos actos de fe que serían fundamentales en el cristianismo.En segundo,Orfeo lo comprobará, que del Tártaro nadie regresa. Y tercero que allá es posible reanudar la vida conyugal y familia


 Orfeo y Eurídice  en el momento que están a punto de salir del Tártaro

Orfeo es un mito y una realidad. En algunos pueblos árabes y mediterráneos existió la práctica religiosa conocida como orfismo. El padre Garibay, erudito conocedor de la cultura de la Helade,  dice que “Es un movimiento religioso muy divulgado en Grecia  y Roma, principalmente por los mismos días de la difusión del cristianismo. Pretende fundarse en principios doctrinales que provienen del famoso personaje. Se suele señalar algunas etapas y hay quien lo hace tan antiguo como para proceder del siglo VII a C. Tiene ciertos libros  que suelen llamar Escritos Órficos, de muy diversa autoridad y antigüedad.”



Eurídice, esposa de Orfeo, muere por  mordedura de una serpiente y se va al Tártaro. Ovidio nos dice cómo imaginaban los griegos que era este lugar:”lugares llenos de espanto, de silencio y de Caos.” Orfeo la sigue y logra convencer a las divinidades rectoras del lugar que le permitan a Eurídice regresar con él: “he venido en busca de mi esposa. Una víbora le inyectó su veneno y la hizo perecer en la flor de la edad”.  Se le concede a condición que él no vuelva la vista atrás. Caminan hacia la salida pero él no logra resistir y Eurídice regresa a lo profundo del Tártaro. Con el tiempo Orfeo muere y hasta entonces  logra reunirse con su Eurídice y vivir juntos por siempre. Tal es la leyenda de Orfeo.

Es probable que una frase de Ovidio haya dado la pauta a Dante de que, aún en el Tártaro, hay cierta organización y categorías del mal que para algunos hay esperanza de salir de ese lugar. Cuando finalmente Orfeo se reúne con Eurídice: “La sombra de Orfeo desciende bajo la tierra  y reconoce los lugares  que había visto antes. En los campos en donde habitan los piadosos encuentra a Eurídice, a la que estrecha entre sus brazos con avidez.” Y tal vez Eurídice haya sido la antecesora de Beatriz…

Todo el mito nos presenta a Orfeo en plena acción. Eurídice es el leit motiv sobre el que se va a desarrollar todo. Pero ella es una figura pasiva. Lo único que hace es morir. Catulo, poeta veronés romano (87 a C.) tiene un verso que presenta a las mujeres en el dinamismo desarrollando todo su potencial amoroso  y termina así.
 “Lo que una mujer ferviente a su amante le dice
Más vale en viento escribirlo y en la corriente veloz”

Orfeo es el que se afana hasta niveles sospechosos por algo que él siente pero del que, por parte  de Eurídice, casi no se tienen  muestras de entusiasmo. Conforme se va a desarrollar la conducta de Orfeo, después que sale del Tártaro, más parecería, como sucede con las exageradas manifestaciones de amor y sexo, que Orfeo está buscando, más que el amor de su mujer,  una reafirmación de su naturaleza masculina…

Cuando Orfeo regresa del Tártaro, en su intento por sacar a Eurídice, su conducta es mantenerse alejado de las mujeres y se le señala de haber propiciado  el homosexualismo: “Orfeo había rehuido el contacto con las mujeres, ya porque había sufrido, ya porque había empeñado su fe. Pero muchas anhelaron unirse al poeta. Numerosas las que se dolieron al ser rechazadas. Fue él el que enseñó a los pueblos de la Tracia   a dirigir el amor  hacia los tiernos  jóvenes y a recoger la breve primavera de esos años  y sus primeras flores.” Garibay apunta: “Orfeo dio a las Ménades normas de vida sexual perversa y según algunos recomendó el homosexualismo.”

Lo que caracteriza a Orfeo es su modo especial de tañer la lira, pues es un don concedido por los olímpicos: “Orfeo era hijo de Apolo, quien le enseñó a cantar” dice Ovidio. Hasta los árboles del bosque se arrancan de sus raíces por tal de seguirlo. Mediante el sonido de su instrumento es como consigue convencer a los personajes del Tártaro para que lo dejen entrar y le permitan traer a Eurídice:” Fue Orfeo a buscarla al Hades y mediante  su música se abrió paso. Adormeció al Cerbero y a los mismos jueces del Averno.” (Garibay)

Resentidas las mujeres por su rechazo, lo asesinan y desmembran su cuerpo, arrojan su cabeza al río. Luego de varios días ésta se detuvo en una de las orillas del Ebro. Decapitado, su cabeza seguía tañendo la lira hasta que los dioses le ordenaron callar. Una serpiente está por hincarle sus colmillos. Prototipo del mal, la serpiente no es susceptible del encanto de la lira de Orfeo.

Finalmente los dioses lo rescatan y lo llevan al lugar en el que los hombres lo adorarán como un divinidad. Lo mismo le sucede a su lira, que paso ser objeto de adoración: “Su lira fue colocada en el templo de Apolo en Lesbos y era venerada por las musas. Muy adelante se le pone  entre las constelaciones.” (Garibay)






















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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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