PARA ENTENDER A TENAYUCA, LA PIRAMIDE




La pirámide de Tenayuca contiene elementos arquitectónicos y escultóricos que representan  fielmente la estructura del culto solar como lo entendían, y lo siguen entendiendo, los pueblos mesoamericanos de México. Se considera que a la sazón hay más de 50 grupos étnicos en el país.
Guía INAH

La pirámide de Tenayuca se localiza en el noroeste de la ciudad de México, al finalizar, en el norte, la calzada Vallejo. De hecho es parte ya del Estado de México, municipio de Tlalnepantla. Numerosas líneas urbanas  de pasajeros llevan al lugar, saliendo de la estación Indios Verdes de la línea 3. Últimamente s e inauguró el moderno trasporte público conocido como “Metrobus” y sus terminales se encuentran, en el sur, en la estación Etiopía de la línea 3 del metro y, en el norte, donde termina la mencionada calzada Vallejo, a sólo  dos calles de la pirámide. La zona está “enmedio” o rodeada por las calles del pueblo de Tenayuca.
Guía INAH

Empezó a construirse en el siglo XIII d C y alcanzó 8 etapas. Las primeras 6 son visibles y las otras quedaron prácticamente sepultadas por la urbanización actual. Llegó a ser una especie de metrópoli y, dice Clavijero, “ocuparon el trono once reyes legítimos  y dos tiranos.” El primero, en la lista que ofrece este historiador, fue Xólotl y el último Coanacotzin.
Guía INAH

“La ciudad de Tenayuca fue fundada por los chichimecas de Xólotl, llamados así en honor del caudillo que los guió hasta la cuenca de México; esto ocurrió hacia el año 1224 d C. En diversas crónicas, principalmente en el Códice Xólotl y en las narraciones de Fernando de Alba Ixtlixóchitl,  se describe a estos individuos como un grupo nómada de costumbres bárbaras y belicosas”(Guía Tenayuca del INHA 1999).
Maqueta museo de sitio.Izq,Templo de Tlaloc,derecha Templo de Huitzilopochtli

En la actualidad tiene un museo de sitio. Pequeño pero académicamente cuidado  por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. La zona está asegurada mediante un sistema moderno de alambre electrificado, dada la poca altura de la barda que la circunda. El personal de vigilancia y el  administrativo es atento en el servicio al público. De ser el lugar sólo  un informe y elevado montón de tierra, en el siglo diecinueve, en la actualidad puede verse el formidable resultado de  los esfuerzos de los arqueólogos que han trabajado en el lugar, sobre todo a lo largo del siglo veinte.
Xiuhcoatl lado sur

La estructura es un templo religioso del culto solar, orientada su fachada hacia el oeste, con dos serpientes de roca, una en el sur y la otra en el norte, cuya orientación marcan los equinoccios y un coatepantli   o muro de serpientes que hablan de la sacratísima presencia espiritual de Quetzalcóatl.

Es la cosmovisión (cronovisión) de la lucha de los contrarios Tezcatlipoca Negro y Rojo que mantienen todo en movimiento en un eterno devenir. Y la presencia divina hecha verbo de Quetzalcóatl. Indica el cómo de la superación moral por medio de la participación humana que ahora llamaríamos ética o al menos civismo. Cuando el tlatoani o “rey” Quetzalcóatl  humano, de Tula, cometió actos vergonzosos mediante los efectos de la embriaguez por la bebida  pulque, tuvo conciencia de haber incurrido en una falta grave. Fue cuando emprendió el camino de la purificación y marchó, dice la leyenda, hacia la mítica Tlapallan, llegó al mar, se embarco en una balsa y se prendió fuego.
Coatepantli o muro de las serpientes

Es lo que nos dice su nombre Quetzalcóatl. Ave-Serpiente. Serpiente que le salen plumas o alas  y vuela. El humano que se arrastra y puede proyectarse espiritualmente. La metáfora Se vuelve verbo: Yo me quetzalcoatlizo, tú te quetzalcoatlizas, ello se quetzalcoatlizan. El coatepantli en derredor (sur, oeste, norte) de la pirámide no son consideraciones ornamentales de piedra que a alguien se le ocurrió poner ahí para que el edificio se viera bonito.
Separación que marca la piramide interior de la piramide posterior.Sistema que dejaba intacta la interior con respecto de la nueva.El edificio contiene seis piramides sobrepuestas  o "encimadas", al estilo de la cebolla..

Y los dos cuartos- altares, en lo alto de la pirámide(a la sazón no han sido reconstruidos, sólo se pueden apreciar en la maqueta), uno para Huitzilopochtli y el otro a para Tlaloc, tampoco son una curiosidad. Son los elementos de todo un complejo culto solar. Tlaloc, dios del agua, divinidad de los pueblos agrícolas, materializa con sus efectos sobre la tierra, de la fertilidad de la primavera y la esterilidad del invierno, otra vez el ciclo de la vida y la muerte. Tales son los elementos principales del culto solar mesoamericano.

La pirámide de Tenayuca, como todas las zonas arqueológicas de México, reproduce la realidad antitética de ser una obra arquitectónica que representa fielmente los elementos del culto solar pero que fue concebida, planeada y construida, se dice, por salvajes semidesnudos y comedores de carne cruda por casi desconocer el fuego…
Detalle al pie de la escalinata (suroeste)

Para que se entienda la contradicción, es como si un reloj Mido fuera concebido para representar el concepto del tiempo (empezando por eso, la concepción del tiempo) por salvajes que apenas sí pudieran blandir una hacha de palo con incrustaciones de vidrio volcánico...

 Para empezar a construir la pirámide, y la zona con sus recintos ceremoniales, fue necesario un proceso de civilización y culturalización, proporcionada  por los grupos sedentarios y cultos que ya había asentados en el Valle de México, en derredor del gran lago llamado de Texcoco. Si no se toma en cuenta lo anterior, y se carece de vitaminas  culturales necesarias, es fácil caer  en la fabula de los extraterrestres como constructores de Tenayuca.

Francisco Javier Clavijero, en su formidable Historia Antigua de México, apoyándose en las fuentes clásicas como Sahagún, Durán y Torquemada, sintetiza la historia del “reino” de Tenayuca de manera cuidadosamente documentada. De hecho Tenayuca fue lo que ahora podíamos llamar una primera potencia o imperio. Llegó a dominar, dice Clavijero, lugares tan distantes como lo que en la actualidad se conoce como estados de  Tlaxcala, Puebla, Morelos y partes de Hidalgo ( veinte veces más territorio de lo que en su tiempo cubrió el Imperio Etrusco). En un tiempo donde no había bestias de carga ni de monta eso fue una epopeya. Con el tiempo pasó a depender, bajo la fuerza de otras potencias emergentes, como  serían Azcapotzalco y luego México- Tenochtitlán. Su destrucción tuvo lugar en el siglo dieciséis con la conquista española.

Algunas situaciones que nos relata Clavijero pertenecen  más bien al terreno de la fabula como aquel episodio que trata de unos conjurados que querían dar muerte al caudillo y tlatoani Xólotl. Abren el cauce de un río desde Texcoco hasta Tenayuca (más de cincuenta kilómetros) con la idea que, cuando Xólotl estuviera durmiendo la siesta, abrir las compuertas y que al agua lo ahogara…

Por esas vueltas que da la historia  la zona arqueológica de Tenayuca ahora ocupa una extensión de terreno apenas de lo que se conoce como una “manzana .Es decir, un cuadro de la extensión de una calle..No más. Y con haber sido el centro del mundo prehispánico de su tiempo, en el que todos querían vivir para gozar de su religión, orden social y prosperidad económica, como en su tiempo sucedió con Roma y en la actualidad con Estados Unidos, ahora está casi sola.

 El 21 de diciembre del 2012, que, se recordará, se dijo en todo el mundo que se iba a acabar el mundo, por  algo que  les inventaron a los mayas, y por lo mismo Teotihuacán y Chichen Itzá se encontraban atestados por miles de turistas y gente atemorizada, en Tenayuca, hacia el medio día, sólo estábamos dos visitantes. Por cierto es el día que una de la serpiente de roca marca la entrada del invierno.

Esta soledad es parte de la realidad de la zona arqueológica de Tenayuca. Su belleza arquitectónica y su pasado portentoso, y su soledad actual, nos permiten traer a la memoria algo que escribió el emperador romano, Marco Aurelio, ante parecido panorama de sus propias ruinas romanas de otros tiempos:

 “Ponte a pensar, por ejemplo, en los tiempos de Vespasiano, y verás que sucedía lo mismos que hoy: gentes que se casan, crían hijos, enferman y mueren, hacen la guerra, celebran fiestas, trafican, cultivan la tierra, lisonjean,  son arrogante,  suspicaces, arman celadas y desean la muerte  de otros, murmuran del actual estado de cosas, aman, atesoran, ambicionan el consulado y el imperio.  De la vida de esas gentes no queda nada en parte alguna.”




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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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