EL ESCRITOR, DE GOETHE



El humano ya está hecho al nacer,  falta que se desarrolle.

Su potencialidad se va a revelar, con más o menos facilidad, según el medio en el que haya nacido.

 Empezando porque primero tiene que hacerse humano, que es una condición adquirida.

En las calles del mundo deambulan antropoides que son la ausencia de la humanidad.Hablando de la "Ética humana" Max Scheler anota que:

 "La humanidad, lo mismo que toda raza, pueblo e individuo,es en su constitución psicofísica un resultado,en principio variable,del desarrollo  universal de la vida.Siendo así,¿cómo podría encerrar dentro de sí una "fuente" o un "principio" de estimación moral?La humanidad sólo tiene valor moral positivo en la medida en que consta de hombres buenos, pero no es "bueno" el hombre que se deja mover por la "conciencia de la especie humana", esto es,obedece al instinto gregario." 

 Así sucede con el escritor. Éste necesitará, al decir de Goethe, humanidad, voluntad, habilidad y constancia.

Goethe anota que el escritor es depositario de valores tanto del cielo como de la nación. En otras palabras, es un determinismo que se va a manifestar según las condiciones culturales que él tenga y las que haya en ese país.

Miserables presupuestos para la cultura, y condiciones económicas de sobrevivencia para el pueblo, donde de manera heroica se leen dos libros promedio por cabeza al año, esos países ya pueden esperar otros tres siglos para empezar a jugar en las grandes ligas mundiales de la cultura.

“Para que un talento se desarrolle rápida y sólidamente, es preciso que crezca en una nación donde circule  mucho espíritu y una sólida cultura,” dice Goethe.

El escritor ya trae su paquete bajo el brazo pero en qué sociedad cayó su paracaídas: “Admiramos las tragedias de los antiguos griegos; pero, en realidad, más que a los autores, debíamos admirar la época y la nación que hizo posible sus advenimientos... Por lo cual, hay que pensar que tales cualidades no pertenecen sólo  a personalidades individuales, sino que eran propias de toda la nación y de la época, y que estaban en circulación en ellas.”

Los  premios mundiales de la cultura, como los de la ciencia, (en el supuesto que sean un verdadero termómetro cultural de punta), siempre podrán caer   en esos países, pero no serán la regla sino como “un pistoletazo” disparado en la soledad de la noche.

 Esto del pistoletazo lo dijo primero Fichte, ¿o fue Hegel?

Lo  vemos en otras áreas de la ciencia. Si alguien quiere adquirir conocimientos más avanzados, lo que se llama posgrados, se ve en la necesidad de ir a otro país en donde esa disciplina académica está más desarrollada.

Lo del determinismo, para que  alguien  sea escritor, presenta condiciones que parecen razonablemente, o fenomenológicamente, inasibles. Temporalmente escribirá bajo la sugestión de éste o de aquel novelista, pero terminará escribiendo como él es:

 “En general el estilo de un escritor es un reflejo fiel de su alma”, escribe Goethe en conversaciones con Eckermann ( de la conocida obra de Eckermann: Conversaciones con Goethe, en su capítulo El escritor)

En este aspecto de intemporalidad Goethe no deja lugar a dudas: 

“Toda productividad de género elevado, toda intuición, todo pensamiento grande que produce frutos y tiene consecuencias, escapa al dominio del hombre, está por encima de todo poder terrenal. El hombre tiene que recibirlo de lo alto. Tiene que considerarlo como obra de Dios.”
HUMANIDAD,VOLUNTAD,HABILIDAD Y CONSTANCIA
Dibujo tomado del diario El País, de España


Goethe previene contra  la prisa para escribir. El escritor es como la masa del  pastel: necesita tiempo para fermentar. Kant publicó su primer libro hasta los 57 años de edad. Hubo presocráticos que escribieron cuando ya, de viejos, les faltaba poco tiempo para salirse de este planeta.

Hay países que la “nata” de la cultura, como se le presenta al pueblo, viaja en el tren de la institucionalidad. Se publica mucho, hay que justificar presupuestos: 

“tenemos en la literatura otros nombres, prestigiosos sin duda, que durante su vida fueron tenidos por grandes genios, pero cuya acción acabó con su muerte, y que, por tanto, valían menos de lo que se creía... Una poesía política  no es nunca más que el producto de determinado estado de la época, que es efímero y quita a la poesía, en el porvenir, el valor que el asunto pudiera restarle.”

Páginas adelante agrega: "El poeta que quiera producir efecto político tiene que entregarse a un partido, y tan pronto como haya hecho esto,está perdido como poeta; tiene que despedirse de su espíritu libre,de su mirada desembarazada  y ponerse la vestimenta de la limitación y del odio ciego."

Goethe insiste en la dicotomía determinismo - sociedad en la que debe desarrollarse el escritor: “Cierto es que al nacer poseemos  las facultades iniciales; pero nuestro desarrollo lo debemos a las muchas influencias del mundo que nos rodea, del cual nos apropiamos lo que podemos y está conforme con nuestra naturaleza."

En alguna parte le dice a Eckermann que en el mundo se ha escrito tanto, y de tan alta calidad, que de haberlo sabido, cuando joven, se hubiera dedicado a otra cosa y no a escribir. Tal vez a la carpintería.

Pero…

“Es preciso estar repitiendo constantemente la verdad, porque también el error se predica incesantemente en derredor nuestro, y no tanto por individualidades cuando por la masa. El error domina en todas partes, en periódicos y enciclopedias, en escuelas y universidades, y vive tranquilo y confiado con el apoyo de la mayoría que está a su lado...

"Si los hombres una vez que han hallado la verdad,no volviesen a retorcerla,me daría por satisfecho. La Humanidad necesita de algo positivo que se vaya trasmitiendo de generación en generación,y sería de desear que lo positivo fuese al mismo tiempo lo justo y lo verdadero."
GOETHE


“Johann Wolfgang von Goethe (ˈjoːhan ˈvɔlfɡaŋ fɔn ˈɡøːtə) ( 28 de agostode 1749, en Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania  22 de marzo de 1832, en Weimar, Turingia, Alemania) fue un poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán que ayudó a fundar el romanticismo, movimiento al que influenció profundamente. En palabras de George Eliot fue "el más grande hombre de letras alemán... y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra". Su obra, que abarca géneros como la novela, la poesía lírica, el drama e incluso controvertidos tratados científicos, dejó una profunda huella en importantes escritores, compositores, pensadores y artistas posteriores, siendo incalculable en la filosofía alemana posterior y constante fuente de inspiración para todo tipo de obras.” Wikipedia













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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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