ORTEGA Y GASSET EN CULTURA Y VIDA



Anatomía humana y escribir una poesía es  lo que Ortega llama doble dinamicidad, lejos de la abstracción.

Cultura y vida es el subtítulo de la obra de Ortega: El tema de nuestro tiempo. Segunda edición de 1939 por Espasa –Calpe Argentina, S.A. Buenos Aires- México.

Es el relato de una criatura humana integral. Pero es el caso que el que ve hacia la anatomía humana está entregado por completo a cuidar cómo funciona su cuerpo. Y el poeta tal vez jamás haya oído hablar de  culturismo.

La “criatura integral” ya está partida en dos abstracciones. Se necesita poco para hacerlos creer que son antagónicos. Ser buenos operarios no basta. Lo mejor sería ser más que buenos operarios.
Dinamicidad  partida en dos abstracciones enemigas
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria,de Fritz Redlich,1968 

En El hombre de ciencia Goethe anota: “¡Ojalá no fuésemos todos más que buenos operarios! Echamos a perder nuestras observaciones precisamente porque no queremos ver y vamos a todas partes cargados con un arsenal de filosofía y de hipótesis.”

Esta  realidad de la musculación es en la que viaja el poeta. Pero la anatomía humana es en sí  y no puede ir más allá:”Las reacciones, la locomoción, la digestión, son vida infraespiritual, vida puramente biológica, sin ningún sentido ni valor fuera del organismo.”

Es la unidad de funciones del humano, reales e irreales, a las que Ortega se refiere con el término”doble dinamicidad” o “Extraño dualismo”:

 Existe toda una serie de fenómenos vitales dotados de una doble dinamicidad, de un extraño dualismo. Por una parte son producto espontáneo del sujeto viviente y tiene sus causas y su régimen dentro del individuo orgánico; por otra, llevan en sí mismos la necesidad de someterse a un régimen o ley objetivos. Y ambas instancias se necesitan mutuamente. No puedo pensar con utilidad para mis fines biológicos, sino pienso en la verdad.”

En Conversaciones con Goethe, de Eckermann, Goethe coincide con Ortega al referirse  a esta dualidad de dos abstracciones estrechamente unidas por la  dinamicidad:

“La región del amor, del odio, de la esperanza, de la desesperación y de todos los afectos y pasiones del alma sean lo que sean, ésa la domina el poeta de un modo innato, y será capaz de expresarla, si se lo propone. Pero el poeta no posee el conocimiento innato de cómo se celebra una sesión de un tribunal o del reglamento de las Cámaras, o del ceremonial de la coronación del emperador; y para no pecar en esas cosas contra la verdad, tiene que conocerlas por experiencia o por tradición.”

Establecida la doble dinamicidad de la función vital y la función biológica del humano, Ortega nos dice que la vida consiste en ir más allá del fenómeno:

“La vida consiste  precisamente en ser más que vida; en ella lo inmanente es trascender más allá de sí misma.”

Sería suficiente pero, al parecer, Ortega necesita ser más específico y escribe:

“Esta capacidad de sentir, de pensar la justicia y de preferir lo justo a lo injusto es, por lo tanto, una facultad del que el organismo está dotado para subvenir a su propia e interna conveniencia…Lo justo debe ser cumplido. Justica, verdad, rectitud moral, belleza, son cosas que valen por sí mismas, y no sólo en la medida de la vida en que son útiles a la vida.”
 
J.ORTEGA Y GASSET


“José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo” Wikipedia


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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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