Este
filósofo piensa en los otros, no en nosotros, pero para pensar en los otros,
primero hay que pensar en nosotros.
En la guardería
(kínder), de una colonia popular de la Ciudad de México, hay algo escrito como sugerencia
de conducta para los padres. El último renglón dice: “La palabra enseña pero el
ejemplo arrastra”.
Recordar que
la filosofía se ha ocupado largamente sobre este tema. En Prólogos a los reinos del ser, George Santayana anota que un
filósofo no puede desear el engaño. Que su filosofía es una declaración de
gobierno ante la presencia de los hechos: “asegurar y reconocer todos estos
hechos, en relación con sus actos o sentimientos.”
La frase de
la guardería ha sido vista pero no leída por todos. Habla de lo que se llama “conducta
operante”. ¿Nuestros actos corresponden
a nuestras palabras?
Hay “cola”
que hacen los padres a la hora de recoger a sus hijos de la guardería, previo a
que abran la puerta. No todos ocupan su lugar según van llegando. Algunos
rezagados buscan hasta adelante algún conocido, hacen la plática, se quedan
ahí, y entran de los primeros.
Ese me
importo yo, sobre los otros, es el que llenará las columnas rojas de las
primeras páginas de los diarios. Mega
fraudes en todos los meridianos y paralelos del planeta contra los
empobrecidos pueblos. Y, como el ejemplo
arrastra, según el letrero a la entrada de la guardería, el subvertidor del orden se convierte en el
paradigma. Todo empezó un lejano día, en el kínder, que no se respetó el orden
de llegada para entrar. La acción se quedó grabada en el niño.
El poeta
latino, pagano, igual que después San Agustín, cristiano, entendieron que la
virtud es buena pero muy desagradable de practicar, con estas palabras: “Veo lo
mejor, y lo aplaudo, y practico lo peor.”
Todo empezó una lejana mañana en la sociedad de los imperativos Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich,1968 |
Reconocer
que el 95 por ciento de padres se forman según van llegando, siguiendo el
ejemplo de los otros que por voluntad libre lo hacen. Porque la situación se da
en plena libertad de las personas, no impuesta de manera mecánica.
Aquí hay una
gran lección que ofrece el 95. Está dando vida a la frase de: “El ejemplo arrastra”. De
alguna manera, tal vez intuitiva, no ejerce el modo imperativo contra el 5 sino
que esperan que su ejemplo los eduque. En las sociedades libres no se usa el garrote,
por eso llevan a sus hijos a la guardería.
Fichte es el
filósofo que dice que, en materia de educación de los niños, primero los padres
son los que necesitan educarse. No dice el modo imperativo “tienen” que
educarse sino “necesitarían”.
Igual que Fichte,
Spinoza y Max Scheler están contra los imperativos. Spinoza se refiere extensamente
(en su Ética) al modo imperativo del
Antiguo Testamento bíblico y a Moisés como depositario de esos imperativos.
Scheler se refiere concretamente, impugnando, al imperativo categórico de Kant.
Para Fichte el imperativo se deja como último recurso. Primero el ejemplo de nosotros para
con los otros, que él llama “acción recíproca”: “Sólo acción reciproca con el educando, no acción interventora sobre él. Lo primero hasta donde sea posible,
es decir, la educación ha de proponerse lo primero, al menos siempre como meta,
y ser lo segundo sólo allí donde no puede ser lo primero.”
En La segunda introducción a la teoría de la
ciencia, Fichte anota:
“Cuando en la educación desde la más tierna infancia
sea el final capital y la meta fijada
sólo el desplegar la fuerza interior del
educando, pero no el darle la dirección; cuando se empiece a formar al
hombre para su propia utilidad y como instrumento para su propia voluntad, pero
no como instrumento inanimado para otros…”
“Johann Gottlieb Fichte (Rammenau, 19 de mayo
de 1762 – Berlín, 27 de enero
de 1814) fue un filósofo alemán de gran
importancia en la historia del pensamiento occidental. Como continuador de
la filosofía crítica de Kant
y precursor tanto de Schelling como de la filosofía del espíritu de Hegel, es considerado
uno de los padres del llamado idealismo alemán.”
Wikipedia.
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