KANT, ANTES DEL CELULAR


Antes del teléfono celular, mucho antes de 1994,que fue el año  que en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, se empezó a ver el inusitado espectáculo de gente  que hablaba  por teléfono minúsculo, propio, individual, trasportable, en el metro, en la calle, manejando, con esa  maravilla de la tecnología que después llamaríamos familiarmente “celular”.

Antes de 1994, la vida era muy problemática. Una muestra de eso la encontramos en Kant, filósofo del siglo dieciocho.

Entonces la gente se preguntaba cosas como el principio del mundo. Y saltaba la pregunta ¿qué es el mundo? Algunos contestaban “fenómenos de la necesidad natural”, otros que “lo condicionado en la existencia”, que la gente, que las maripositas, que lo que los geógrafos llaman planeta, cosas que están ahí, etc.

Pero también la gente se preguntaba sobre el yo, de lo perecedero y eterno, de la libertad o el destino fatal, si el mundo es la última frontera o hay una causa suprema, se buscaban a las matemáticas, para no perder piso entre tanto lirismo, si la vida trascurría entre la razón o el azar, sobre lo material y lo espiritual o, como algunos decían, lo finito y lo infinito.

Antes de 1994, si empezabas temprano a leer de filosofía (los músicos empiezan con su violín a los cinco años de edad) de seguro a los veinte años de edad podías leer esa literatura como si estuvieras leyendo, sin sufrir, una amena y bien estructurada novela, al estilo de Malcom Lowry, Schiller, Carlos Dávalos, Tolstoi, Hemingway, A. J. Cronin, Margaret Mitchell, Juan Valera…

Leyendo feliz en el conocimiento que la especie a la que perteneces es sensible, práctica, inteligente, soñadora. Y estar en posición de dudar de tantas paparruchadas que se dicen en no pocos libros, y que son los mismos temas que ocupan los encabezados de los diarios.

El lirismo corre por las calles, y por los pasillos de las editoriales, hasta hacer un patológico revoltijo. Para no perder la brújula, la razón, es por lo que I.M.Bochenski escribe, en La filosofía actual, de la importancia que tiene en nuestras vidas la filosofía:

 “La necesidad de filosofía es algo obvio porque sin un examen  racional de este tipo los hombres fabricarían inconscientemente sistemas sin la vigilancia de la razón.”
ANTES LA GENTE SE HACÍA  PREGUNTAS COMPLICADAS
Dibujo tomado del libro La psiquiatría  en la vida diaria
De Fritz Redlich, 1968

Ante tanta pregunta la gente sólo podía tener  tres destinos. Uno, leer cómodamente en la silla mecedora, en el porche de tu cabaña, frente a las dunas del 
desierto de Sonora, acerca  de qué es eso de la razón y su antinomia, la sinrazón. Dos, pasar el resto de tu vida dentro de una camisa de fuerza en la celda del psiquiátrico. Tres, sin ser huichol, tomar el camino de Virikuta y emprender el viaje que ya no tiene regreso luego de haber encontrado el cielo de la razón pura.

Reproducimos algunos de esos interrogantes que Kant se hacía en su siglo dieciocho. Un siglo que, por cierto, buscaba descubrir lo que podríamos llamar el “teléfono mental” (que  la gente se comunicara real y mentalmente, no que se aislara) porque fue el tiempo en el que nacieron, y otros estaban por nacer, filósofos de “peso pesado”.

Kant:

“¿El mundo ha tenido un comienzo como límite en su extensión en el espacio? ¿Hay alguna parte, y pueden existir en el yo presente una unidad indisoluble o indivisible, o no hay en él más que lo perecedero y disoluble?¿Soy yo libre en mis acciones, o, como los restantes seres, soy conducido por fuerzas naturales y fatales del destino?’Hay en último término una causa suprema del mundo o las cosas en la naturaleza y su orden, que forman el último objeto, en el que deben quedar todas nuestras consideraciones?”(Crítica de la razón pura)

Más adelante Kant nos ofrece otra serie de consideraciones. No es que tenga inclinación tatutológica sino que eran cosas que,de un modo o de otro, se hacían no sólo los filósofos sino todo "mundo":

" si el mundo existe sin principio ni fin y, por consiguiente,ha existido eternamente, o si ha tenido un principio; si el espacio del mundo está lleno de seres infinitos o si se halla encerrado dentro de ciertos límites; si en el mundo hay alguna cosa simple o si todo puede ser dividido en el infinito; si hay alguna creación o alguna producción por la libertad, o si  todo depende de la cadena del orden natural,y, en fin, si existe un ser completamente  incondicionado  y necesario en sí o, por el contrario,es condicionado en su existencia, y por consiguiente exteriormente dependiente y contingente en sí mismo."
KANT

Antes de 1994 la vida era, como acabamos de ver, muy complicada. Se hacían muchas preguntas. Preguntas que algunas veces quedaban en meras aporías, es decir, sin solución.


“Immanuel Kant (ɪˈmaːnu̯eːl ˈkant) (Königsberg, Prusia, 22 de abril de1724  Königsberg, 12 de febrero de 1804) fue un filósofo prusiano de la Ilustración. Es el primero y más importante representante delcriticismo y precursor del idealismo alemán y está considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal.”WIKIPEDIA




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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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