W.JAEGER Y LA INFINIDAD DE LA CULTURA


El humanismo es un fenómeno cultural tan antiguo que se pierde en el tiempo. 

Hay una línea de continuidad desde la caverna hasta el siglo veintiuno. 

Tiene valores de idealidad, y de realidad, que ha sobrevivido a cuantas hecatombes naturales y guerras  ha conocido la humanidad. Y para el futuro no tendría por qué ser de otra manera. 

Por más guerras que invente el humano siempre habrá humanismo. No sólo antropomorfismo inteligente, sobre todo humanismo.

Nuestra inclinación a señalar, por etapas, es lo que nos da la idea de que  las manifestaciones culturales, e históricas, pasan por generaciones espontáneas y muertes súbitas. Es un criterio lejos de la fenomenología.

Podemos rastrear la presencia del humanismo en el Renacimiento, al filo de la Edad Media europea, en la presencia romana y en la cultura helénica.

Con Platón, que reunía en su persona, o en su obra, al Thymos, el alma como fuerza vital, y la eudemia, esa serie de actos mediante la cual se vive bien guiados por la razón como punto intermedio entre el exceso y el defecto.

Parménides con su materialismo, Isócrtes, el sofista, con su gran aporte de arte de la oratoria y Aristóteles obsesionado por la virtud y tenido como el iniciador del método científico.

Werner Jaeger (en su monumental Paideia) anota:

 “ Lo que denominamos actualmente cultura humanística en el sentido estricto de la palabra, imposible sin el conocimiento de las literaturas clásicas en su lengua original, sólo podía desarrollarse en un terreno no griego, pero influido en lo más profundo por el espíritu helénico, como fue el pueblo romano. La educación fundada en las dos lenguas  griega y latina es, en su concepción plenaria, una creación del humanismo del Renacimiento.”

Retroceder, hasta llegar a la célula primordial, cargada de potencial humanístico, y detenernos en seco antes de adentrarnos  en la dimensión metafísica.
INTERCAMBIO DE IDEAS

Porque de nada no sale algo. Kant en su Crítica de la razón pura, hablando del tiempo dice  que “en un tiempo vació no es posible que nazca ninguna cosa, sino que comienza el mundo en condición necesaria de su existencia.”

Ir en sentido contrario en el mundo fenomenológico, es decir, del efecto a la causa, hasta un pretérito ignoto, nos da idea Diógenes Laercio, en Vidas de los filósofos más ilustres, cuando habla del gran arte de la retórica desarrollado por Isócrates, de la antigüedad griega:

 “No fue el inventor de las clausulas de medida exacta, de las antitéticas de las asonantes, puesto que  estaban ya inventadas, no obstante creó estos recursos con gran habilidad.”

“Este protorrenacimiento no sólo fue  importante porque introdujo mejoras cualitativas en la enseñanza y en el uso escrito y hablado del latín-dice Paul Johnson en su obra El Renacimiento-que se convirtió en la lengua franca  o sagrada de una clase instruida compuesta principalmente, aunque no en su totalidad, por clérigos, sino porque también supuso una explosión cuantitativa.”

La prosperidad material y el progreso cultural han estado siempre presentes en el mundo, con un nombre o con otro. Pero el predominio temporal, de uno o de otro, no pasaba de  una mera abstracción. Propio del pensamiento sectario.

El Humanismo se alejó de la secta cultural y trabajó por la universalidad, por el conjunto. "Por la línea de continuidad".

Eso llevó a Jaeger a escribir: 

“La construcción histórica usual del humanismo, con sus rígidas divisiones de Edad Media y renacimiento, escolasticismo y humanismo, resulta insostenible cuando se acostumbra uno a mirar el renacimiento de la filosofía griega en la alta Edad Media como uno de los grandes episodios de la influencia póstuma de la Paideia griega, a lo largo de la historia de la Edad Media  y de los tiempos modernos, acusa una línea de continuidad.”
JAEGER

“Werner-Wilhelm Jaeger, (Lobberich, Renania, 30 de julio de 1888 - † Boston, 19 de octubre de 1961), filólogo clásico alemán, exiliado en los Estados Unidos, especialista en Aristóteles autor de Paideia. Estudió en su ciudad natal y en el Gymnasium Thomaeum de Kempen; luego pasó a la Universidad de Marburgo. Se doctoró en la Universidad Humboldt de Berlín en 1911 con una tesis sobre la Metafísica de Aristóteles, Studien zur Entstehungsgeschichte der Metaphysik des Aristoteles; privatdozent en Berlín en 1913, fue discípulo allí del profesor Ulrich von Wilamowitz-Moellendorff (1914).”WIKIPEDIA



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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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