SAN AGUSTÍN, APRENDIZ DE PARADIGMAS PERVERSOS


 

Agustín habla de dioses promiscuos, como Zeus, para resaltar su encuentro con el cristianismo. No de los dioses de la virtud y la estética.

Júpiter Tonante era adúltero. Era un dios y los muchachos, condiscípulos de Agustín, aprendían en la escuela, impuesto con todo rigor, lo relacionado al tema del adulterio.

 Agustín dice que detestaba la literatura griega por las fábulas que en ella encontraba: “Supongo que también a los niños griegos les pasará lo mismo con Virgilio, cuando lo tienen que aprender a la fuerza, como yo a Homero…Aun no conocía yo ninguna de aquellas palabras y, con crueles y terribles castigos, se me presionaba violentamente para que las aprendiera.”

Hablar del tema del adulterio es confirmar que en la sociedad griega, de aquellos tiempos  homéricos, lo establecido era el matrimonio monógamo.

El modelo del matrimonio monógamo se encuentra ya en la antiquísima leyenda de Penélope que, durante veinte años, espera a su amado Odiseo, pese a las reiteradas solicitudes que le hacían los más de cien indeseables que frecuentaban su casa.

Eran los profesores  de Agustín  que le imponían esas enseñanzas, dice, y se entiende que era algo así como un programa oficial de las escuelas. Agustín, con su desarrollada manera de penetrar las situaciones, intuyó que tal didáctica tenía como fin justificar esas prácticas ilícitas de los hombres poniendo como ejemplo la conducta de los dioses. Si los dioses  hacían eso trazaba toda una perspectiva pedagógica para el humano.

Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich,1968
 
Werner Jaeger, la autoridad sobre la educación griega, hace distinción entre la demanda de las pulsiones y el verdadero discípulo del eros. Éste reconoce y ama la belleza corporal y espiritual, en todos, y por lo mismo ve una sola y única belleza:

“Esto no significa, naturalmente, una serie de aventuras vividas al azar con numerosos individuos, sino la maduración del sentido de la belleza en sí.”(Paideia, Cap. VIII)

Aristófanes mismo, que tomó de La república, de Platón, el tema  de su experimento promiscuo  fallido, a nivel general de la sociedad,  en La asamblea de las mujeres, se retrae al matrimonio monogámico.

Lo que Agustín quiere señalar es un modo de enseñar, paradigmático, que aparece en todos los tiempos. Los films que se exhibían en las salas de cine, de mediados del siglo veinte, sus personajes fumaban durante todo el desarrollo de la película.

 Fumar lo hacían las famosas “estrellas” del cine y la gente fumaba en la calle, los restaurantes y en todas partes. En el cine mexicano había prototipos de  hombres mujeriegos. En el siglo veintiuno ya casi somos  150 millones de habitantes en el país.

En Internet apareció publicada una nota, el 21 de septiembre de 2015, que relaciona, según el espíritu de nuestra nota, cómo la realidad reproduce, o parece hacerlo coincidentemente, lo que es tema de algún medio, en este caso el cine:
“Cabeza” de la nota: Las misteriosas mujeres que viven en un aeropuerto desde hace 15 meses
De Benito Kozman | El Viralero
“La historia protagonizada por Tom Hanks en el cine se repite una vez más. Como en una secuela de la película La Terminal, las autoridades de Chipre han detectado a dos mujeres que han estado viviendo en el estacionamiento del aeropuerto internacional de Larnaka, en Chipre,  durante los últimos 15 meses…Se trata de dos alemanas, madre e hija, quienes de acuerdo con Adamos Aspris, portavoz del aeropuerto. Han estado durmiendo en sacos de dormir en el duro suelo del estacionamiento, pero se han negado a recibir ayuda. La situación de las alemanas recuerda la película La Terminal, protagonizada por Tom Hanks, quien interpreta un hombre de Krakozhia atrapado en el aeropuerto JFK de Nueva York tras negársele la entrada a Estados Unidos e imposibilitado de volver a su tierra natal debido a una revolución…La cinta se inspiró en la estancia de Karimi Nasseri en el Aeropuerto Internacional Charles de Gaulle de 1988 a 2006, durante 18 años.”

 
 

En Confesiones, capítulo XVI, Agustín habla de lo que él llama la educación corruptora: “una ficción que atribuía a hombres corrompidos atributos divinos, a fin de que no fuese tenida por corrupción la corrupción y, si algún hombre se entregaba a ella, pareciese que imitaba, no a hombres degenerados sino a los dioses celestiales.”

SAN AGUSTÍN
“Agustín, considerado el más grande entre Los Padres de la Iglesia y uno de los filósofos cristianos más importantes de todos los tiempos, nació en el año 354 en la ciudad de Tagaste, en la provincia romana de Numidia (hoy Argelia, en el norte de África). Su padre era pagano y su madre cristiana (santa Mónica).”

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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