SÉNECA, VIVAC ALPINO


 

"Los libros, bien utilizados, son la mejor de las cosas; abusando de ellos, son la peor."

 Lo dijo Emerson en un discurso pronunciado, el 31 de agosto de 1837 ante la Sociedad PHI Beta Kappa, en Cambridge.

"Estamos a media altura de la pared oeste de la Torre Negra, NNW del volcán Popocatépetl, México. Nuestras botas  se balancean   setecientos metros sobre  del fondo de la bella y extensa cañada de Nexpayantla y cien por debajo de la cumbre.

Por la mañana nos internamos en la pared hacia el sur, cruzando desde el filo norte superior de la cañada procurando no perder altura. Hasta alcanzar una plataforma suficiente para  instalar la tienda.

La Oeste de la Torre, la precaria consistencia de su roca de superficie, parece ser el reino de la concrescencia. Como si se le hubieran pegado los salientes después de su origen concreto o sólido. Lo que en arqueología se llama técnica de pastillaje. En realidad es el trabajo constante de la denudación. El agua que se filtra en sus fisuras durante el día, por las noches se congela (registramos una temperatura de 15 bajo cero), se expande y va desgranando la roca sólida con la facilidad de un cartucho de dinamita que se introduce y hace explotar.

Oeste de la Torre Negra
Yuma.-Ahora que lo mencionas, aquí, a la vuelta en el lado sur de la cumbre, casi sobre nuestras cabezas, están los someros restos arqueológicos del Adoratorio Nexpayantla, del que José Deseado Charnay dijo, en su expedición  del siglo diecinueve, que eran del periodo tolteca. Una serie de adoratorios que empezaban en Tlamacazcalco (4 mil) y terminaban en Teopixcalco (5mil).

No hay intención esta vez de ir a la cumbre ni descender a la base. Sólo vivaquear en esta pared de roca muy erosionada, festoneada  por corredores de nieve y hielo. En tres días saldremos por la vía de llegada. Unos dos largos de cuerda.

Vivaquear como fin no se estila en México, sólo,  y rara vez, como recurso obligado en tanto llega el amanecer para seguir hacia la cumbre. Nosotros lo hacemos como fin desde mediados  del siglo pasado.

Se requiere otro tipo de disposición de ánimo para resistir en la inmovilidad. Viendo  con nostalgia  pasar, en los 4 mil doscientos, a las veloces nubes  frente a nuestras narices.

Yuma.-Una actividad que resulta familiar para la gente que escala montañas.

Cork.-Con una experiencia de estas la gente de la ciudad se ahorraría unas veinte idas con el psiquiatra.

Toci.-Recuerdo una expresión de Graham Greene, textualmente dice que “a todo millonario le convendría pasar siquiera veinticuatro horas con un pie metido en la eternidad.”

Yuma.-¿Bella, dijiste? El mundo sensible es nuestro mundo. El asunto es que cada quien tiene su percepción. Y ésta se define por el instinto y la inteligencia de cada quien.

Toci.-Un misterio eso de la percepción. A Malcolm Lowry esta bella cañada le parecía la horrible boca del Tártaro.

Yuma.-No olvides que cuando Lowry llegó hasta aquí, en el filo norte de la Cañada, traía una resaca terrible. Tan terrible que pudo comparar la “cruda” con la pavorosa casa de Usher. Lo que está Bajo el Volcán (título de su novela) no es Cuernavaca, como se cree. Para él la Cañada de Nexpayantla es la terrible boca del Tártaro.

Cork.-Para los sacerdotes de Quetzalcóatl esto era la antesala del cielo. Para Lowry la entrada al infierno.

Entre tantos temas que se mencionan (tenemos 72 horas por delante metidos en un espacio de dos por tres)yo sacó el de literatura, propiamente a  Séneca.

Yuma.-Las novelas se reescriben, o se continúan, no porque el autor sea otro. Lo que sucede que de viejo se tienen más recursos lexicográficos y culturales para decir las cosas, a la vez que se hace más sintéticos y hay menos paja.

Toci, la muchacha que podía escalar en todas las cotas,  tiene además una memoria fotográfica, o como se le llame. Recuerda a Scott Fitzgerald: “

“Muy a menudo los escritores nos repetimos, comenta SFitzgerald en  un ensayo de 1933.Tenemos dos o tres grandes y emocionantes experiencias a lo largo de nuestra vida…Luego aprendemos nuestro oficio más o menos bien, y las volcamos en dos o tres relatos-cada vez bajo un nuevo disfraz-quizá diez veces, quizá hasta un centenar, tantas como la gente esté dispuesta escucharnos.” (Del libro de Scott Donaldson: Hemingway contra Fitzgerald)

Cork.-Pero siempre escribirá como  es el que escribe. Los personajes antitéticos que él inventa, para sus novelas, son sacadas de su “modem” o “disco duro”  estructural. Como saca el actor vestimentas de su baúl para el personaje que representa en la escena.

Yo.-“Pero ten cuidado con el exceso de lecturas-le escribe Séneca a Lucilio-, porque esa multitud de obras y de autores de toda especie pudiera ser ligereza e inconstancia. Hay que dedicarse a unos cuantos autores escogidos, nutrirse de su substancia para que se nos grabe en el alma alguna cosa.”

Yuma.-De manera particular leer lo nuestro. Todos tenemos “lo nuestro”. Con los autores que nos identificamos. Es como una especie de retroalimentación.

-Toci.-Más no rehuir, o desconocer a “los otros”. Leerlos directamente para evitar deformaciones involuntarias o mal intencionadas. El mundo está lleno de historias y biografías de personajes que dijeron lo que nunca dijeron.

Cork.-No hay porque asustarse con las expresiones de “lo nuestro” y “los otros”. Se reafirma lo propio negando lo opuesto. De la misma manera aquellos  afirman sus creencias negando las nuestras.

Toci.-Todo queda en su lugar.

Yo.-Séneca lo expresa sin darle rodeos al asunto cuando se refiere a algo que escribió Epicuro: “Lo tomo de Epicuro, pues con frecuencia me paso al bando enemigo, no como trásfuga, sino como explorador.”

Toci.-Séneca sugiere tomar precauciones, con las lecturas de muchos autores, para de esa manera evitar el eclecticismo disolvente. Algunos leyeron tanto que no se dieron cuenta cuándo se les descompuso la brújula: “Leer demasiado libros distrae, pero no enseña. Y ya que no pueden leerse todos, mejor es contentarse con leer algunos.”

Cork.- En estos tiempos parece que sería mejor plantearlo con el símil de la comida. Comer lo necesario es sano. Comer más de esa medida acarrea consigo la destrucción.

Séneca
 

“Lucio Anneo Séneca (Latín: Lucius Annæus Seneca), llamado Séneca el Joven (4 a. C. – 65) fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moralista. Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue Cuestor, Pretor y Senador del Imperio Romano durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, además de Ministro, tutor y consejero del emperador Nerón.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores