PASCAL, JUEGO CON PELOTA


 

El hombre no es un ángel ni tampoco es una bestia, asegura Pascal en su obra Pensamientos.

Si fuera aquel estaría ocupado de cosas serias. Mirando hacia Dios, rezando, quemando incienso como vehículo de trasportar la oración y sobre todo haciendo obras buenas con el prójimo.

O si fuera bestia nada más en la satisfacción de sus necesidades primarias, tragar, copular, defecar, matar para volver a devorar y otra vez a copular. Como hace la fauna del desierto.

En cambio, lo vemos ocupado en jugar a la pelota. De futbol, tenis, beisbol, de billar o seguirla con una vara desde arriba montado en un caballo, o tratando de meterla en la canasta amarrada en lo alto de un poste y los niños jugando a las canicas. Todos ellos están afanados en mover esa pelota.

JUEGO DE LAS CANICAS
Hay cosas urgentes que resolver de la Iglesia, del Estado, de la Ciencia, de la Economía. Por qué no se avoca a ello y en cambio sigue empujando y persiguiendo una pelota.

Acaba de perder a unos seres queridos  y debía estar desgarrado en llanto, patológicamente triste,  haciéndose preguntas profundas como ¿por qué’, ¿qué hice mal?, o si esto o aquello. Por fuerza debía estar filosofando o teologizando, empírica o sistemáticamente, o mesándose los cabellos, como en las tragedias  de Eurípides o  de Shakespeare.

Continúa persiguiendo a la pelota. ¿Por qué hace eso? Llama la atención  semejante proceder porque lo mismo hacen los plebeyos que los aristócratas.

Porque es hombre. Porque no es ni ángel ni bestia. ¿Será ambas cosas?

“Ese hombre, tan afligido por la muerte de su mujer y de su hijo único, que tiene esta gran queja que lo atormenta, ¿de qué proviene que en este momento no está triste, y se le ve tan exento de todo pensamiento penoso e inquietante? No hay que extrañarse: acaban de sacar, en el juego, la pelota, y es precisó que la devuelva a su compañero; está ocupado en cogerla a la caída del tejado para ganar una chara;¿cómo quieres que piense en sus asuntos teniendo este otro asunto entre manos? He ahí un cuidado digno de ocupar esta grande alma, y de quitarle todo otro pensamiento del Espíritu. Ese hombre, nacido para conocer el universo, para juzgar de todas las cosas, para regir todo un Estado, he ahí ocupado y todo lleno de cuidado por cazar una liebre. Y si no desciende hasta eso y quiere estar siempre en tensión, no será por eso menos necio, porque querrá elevarse por encima de la Humanidad y no es más que un hombre, a fin de cuentas, es decir, capaz de poco y de mucho, de todo y de nada; no es ni ángel, ni bestia, sino hombre.”

Ya medio mundo ha puesto a este individuo bajo la torreta del microscopio  y escribe de él sendos tratados vistos desde todos los ángulos de la Academia, empezando por la filosofía, ¡que sólo leerán siete o tal vez ocho!

¡Que lo hagan! Tal vez esos observadores no tengan piernas para empujar la pelota y con toda probabilidad tampoco saben reír. Porque jugar la pelota y reír son una misma cosa. Nadie que esté furibundo, o que  sea incapaz de quitarse la corbata, tiene la mínima posibilidad de reír y decir “juramentos fraternos” mientras empuja la pelota.

RUGBY
¡Que escriba tratados, acá la vida late, el corazón se acelera y desacelera, las toxinas patógenas salen por todos los poros de la piel, las mejillas se ponen coloradas y hasta los intestinos se ponen en movimiento, persiguiendo la pelota!

Ni siquiera importa esa pelota, que se pierde como cuando pegamos un home run y cae en el breñal, o la atrapa el público y ya no la regresa. ¡No importa! ¡Tenemos una caja llena de pelotas! ¡Que siga el juego, el movimiento! ¿Atrapemos a la pelota!

¡Que escriba tratados, el otro medio mundo está entretenido jugando a la pelota o, si el campus es de naturaleza, corriendo, tratando de alcanzar una liebre.




 
 
 
PASCAL
“Blaise Pascal fue un polímata, matemático, físico, filósofo cristiano y escritor francés. Sus contribuciones a la matemática y a la historia natural incluyen el diseño y construcción de calculadoras mecánicas” WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores