Millones de jóvenes, mujeres y hombres, son señalados, fuertemente presionados, porque
no pueden estudiar ni trabajar. ¿Quién los señala? ¡Yo no! Todos. La sociedad. Es decir, nadie. Los
señala el sujeto impersonal.
¿Quién es responsable de la situación de los jóvenes? La
sociedad, ¡nadie!
La sociedad animal dice cómo tienen que vivir las abejas, y
no hay vuelta de hoja.
La sociedad humana enseña también cómo tienen que ser las
cosas, pero en la perspectiva que el individuo sí le dé la vuelta a la hoja y
siga adelante. Es el extraño modo que tiene la sociedad de educar al individuo
para que sea libre.
Tan extraño como el niño que va contra su voluntad al Jardín
de Niños para que aprenda a ser libre mediante el aprendizaje de la escritura y
la lectura. Por eso llama la atención que los jóvenes no puedan estudiar ni
trabajar ¡y de lo cual nadie es responsable!
Sólo que la sociedad tiene sus reglas mecánicas, inhumanas,
que nos dicen cómo son las cosas o las acciones. Lo dice directamente, mediante
reglas. Pero la manera más contundente que tiene de imponerse es mediante lo
que se conoce como “presión social”.
Lo que nos acontece no está en nuestras manos, pero sí está
en nuestras manos lo que decidamos: “ni siquiera está en nuestra mano no morir
dentro de un instante. Pero sí está en nuestra mano el sentido vital de cuanto
nos pase, porque eso depende de lo que decidamos ser”(José Ortega y Gasset, El hombre y la gente).
La moda, ya costumbre,
es traer los hombres gorra o cachucha de beisbolistas. Los que no, están
en otra frecuencia. Son coetáneos, pero fuera de moda.
Simultáneamente vemos que la moda en el vestir femenino llama
la atención de su trasero mediante el recurso de, precisamente, taparse el
trasero con una especie de faldón que sobresale, como si la dama estuviera mal fajada.
Para la segunda semana
pocas mujeres habrán resistido a la
presión social. Para la tercera semana las que no llevan la moda tendrán que
cargar con la etiqueta (casi estigma) de vestir en la obsolencia o moda
victoriana.
DIBUJO TOMADO DEL LIBRO LA PSIQUIATRÍA EN LA VIDA DIARIA DE FRITZ REDLICH,1968 |
Así es como la sociedad posee un amplio repertorio de cosas
tradicionales, propias, en las que el individuo se mueve desde que nace.
Además de otras cosas
recientes bajo la influencia exterior que le llega de otros países, por la
industria de la moda comercial, o vía la emigración de los pueblos que se
desplazan de país en país y de continente en continente, trayéndonos “su
tradición”.
Saludamos, de mano, a conocidos al encontrarnos, como lo
hacían los romanos lejanos del imperio, o saludamos ahora con un besito en la mejilla,
hombres con hombres, como hacen en algunas regiones de Europa asiática.
Es algo que el mexicano étnico no hace. Y como no se somete a
tal ritual se le tiene todavía como “bárbaro”.
Es de los nuestros, se dice, es más, el indio mexicano es nuestra raíz, nuestro
origen. Sí, pero el sujeto impersonal
lo tiene como algo ajeno a “nuestra sociedad”. Son coetáneos, pero también están fuera de moda.
El sujeto impersonal
es, para Ortega, como un diestro y celoso educador que no da la cara. Nos
enseña valiosas lecciones no tanto con la teoría y la retórica sino con la más
dura de las praxis. Al presionarnos para que actuemos de tal manera, pone
aprueba nuestra voluntad de decisión.
Pero el sujeto impersonal también es un astuto
educador que permanece en el anonimato cuando las cosas no van bien. Guarda
silencio, y no se le localiza por ningún lado, cuando los jóvenes no pueden estudiar ni
trabajar y cuando los egresados tampoco pueden encontrar trabajo. O cuando la calle se criminaliza.
“¿Quién es el sujeto y responsable de lo que se hace?-pregunta
Ortega-. La gente, los demás, “todos”, la colectividad, la sociedad, es decir, nadie determinado.”
“Todos”, “nadie”, ”la gente”, ”la colectividad”,”la
sociedad”,”el mundo”....
Toda esta suma de imposiciones, de los usos de la sociedad,
se trata de una lección valiosa de lo que llamamos tradición o herencia.
El que se sale de la tradición es, como diría Hegel, un pistoletazo fuera de
tiempo. Y la sociedad sabia, si se mueve en la sana democracia, acaba
buscándole un nichito ahí donde lo pueda
ver.
Le hace un lugarcito en su equipo de gobierno, lo envía de embajador a lejanas tierras o lo anima a que forme un nuevo partido político, etc., para que la protesta sea institucional.
Le hace un lugarcito en su equipo de gobierno, lo envía de embajador a lejanas tierras o lo anima a que forme un nuevo partido político, etc., para que la protesta sea institucional.
Frente a la tradición el individuo tiene la oportunidad de
trabajar por su propio sello a través no del anonimato de “todos” y sí de hacerse responsable de sus acciones como
individuo:
“Al imponer a presión un cierto repertorio de acciones, de
ideas, de normas, de técnicas, obligan al individuo a vivir a la altura de los tiempos e inyectan en él, quiera o no, la herencia
acumulada en el pasado. Gracias a la sociedad el hombre es progreso e historia.
La sociedad atesora el pasado.”
La sociedad, “nuestra sociedad”, en la que nos movemos todos
los días, es como el axioma de Tucídides: repetir para aprender para remediar.
Es decir, para mejorar.
Sigue diciendo Ortega: “Al automatizar una gran parte de la
conducta de las personas y darle resuelto el programa de casi todo lo que tiene
que hacer permiten a aquella concentre su vida personal, creadora y verdaderamente humana
en ciertas direcciones, lo que de otro modo sería al individuo imposible. La
sociedad sitúa al hombre en cierta franquía frente al porvenir y le permite crear lo nuevo, racional y más
perfecto.”
“José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18
de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de
la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica,
situado en el movimiento del Novecentismo.”WIKIPEDIA
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