D.G.HOGARTH,LA PRIMERA BABILONIA


 

Construyeron el primer imperio babilónico, no los habitantes originales de la región, sino una serie de oleadas de merodeadores llegados de muchas partes, principalmente de Arabia.

Hasta entonces( ese hasta entonces que tal vez se refiera a 2000 años a.C.), la región presentaba una serie de pequeños estados, asentados ahí por la riqueza de su suelo dada la proximidad de los ríos llamados “gemelos” el Éufrates y el Tigris.

Del libro de Hogarth
Babilonia, una vez consolidada, permaneció fuerte por siglos debido a que en ese lugar residía el Dios que se distinguía entre muchos dioses de las tribus que llegaban a la ciudad para quedarse, lo que el autor llama supermonoteismo.

 El monoteísmo religioso  empezaría a tomar forma aquí, en Babilonia, y más probable, comprobable,  desde la remota antigüedad, en Ur. 

Es probable que corresponda a esos antiquísimos  tiempos que el Dios “distinto de los otros dioses” tenía una esposa llamada Asera, que aparece en la Biblia, y que después ya no se le mencionó.

Muchos rasgos de las creencias religiosas de Ur de los caldeos pasaron de alguna manera a la  babilónica y a su vez   iban a ser conservados por religiones posteriores, como la figura del carnero en el cristianismo. El carnero enredado en la zarza (es de Ur), la oveja perdida, etc.
Figura de la antigua Ur.
Del libro de C.L.Woolley 

Hogarth se refiere a este predominio de Babilonia: “El hecho que el dios padre de los semitas viniera, gracias a esa inmigración en masa, a residir en Babilonia y no en otra ciudad de las anchas tierras recién ocupadas, fue la causa de que esta ciudad retuviera por muchos siglos, a pesar de los cambios sociales y políticos, una posición predominante no muy distinta de la que ha mantenido la santa Roma desde la Edad Media hasta los tiempos modernos.”

Debido al carácter merodeador de las tribus semitas, que Hogarth destaca como una manera de vivir y de ser, es muy compleja la historia de esa región, empezando por las fechas que parecen sobreponerse.
 Nombres importante de jerarcas que se han conservado en la historia hasta nuestros días y muchos otros jerarcas efímeros que nada queda de sus nombres ni de sus obras.

Se puede decir que hay varias babilonias, o periodos históricos de la misma Babilónica, (como sucedió en Ilion con las 8  Troyas, después de la Troya cantada  por Homero) que caía casi hasta la desaparición y otras épocas que volvía a resurgir en todo su esplendor. Según la tribu que se hiciera del poder. 
Otra pieza de la antigua Ur.
Figura   familiar en la Biblia.
Del libro de C.L.Woolley

Se dan las cifras de la duración del primer imperio babilónico de 1890-1595 a. C.  y su fundador fue  Sumu-Abum con tribus nómadas belicosas de origen cananeo.

La caída de Babilonia, del primer imperio, por las tribus invasoras de los hititas y casitas, sería hacia 1750, año en que murió Hammurabi.

Hogarth habla de los centros de poder, en el Antiguo Oriente, con una antigüedad de 1000 años a C. Se apoya más en la tradición oral y escrita y encuentra que es  Babilonia, en la parte suroeste del río Éufrates, debajo de Mesopotamia, y entre los desiertos de Arabia e Irán.


Del libro de Woolley
y la ubicación de Babilonia con respecto a Ur
Esta obra de Hogarth fue publicada por primera vez en 1914, en inglés, con numerosas ediciones en inglés y otras reimpresiones en español, llegó hasta la de 1974 que es la que conocemos, y fue publicada por el Fondo de Cultura Económica, México.

Señala que Babilonia fue el primer gran centro de poder en aquella parte del planeta. Pero deja asentado que Babilonia no es el más antiguo centro de poder de la región.

En efecto, casi contemporáneos con la edición del libro de Hogarth,  se editaba otro libro que habla de los trabajos de arqueología un poco más al sur, en lo que había sido Ur, la ciudad de los caldeos, y que, según  las exploraciones del equipo de C. Leonard Woolley, y cuyos resultados consigna en su libro Ur la ciudad de los caldeos, arrojarían una enorme antigüedad, con respecto a Babilonia, con tal vez más de 4000 años.

Hogarth deja asentado en su libro El antiguo oriente, que se va a sujetar en el último milenio antes de Cristo. Así pues, estas dos publicaciones son de mucha información para el que quiera detenerse en el conocimiento de esa región sur de los “ríos gemelos”.

“El primero de estos centros de poder –escribe Hogarth-que se desarrolló fue Babilonia, porque era el mejor dotado por la naturaleza para reparar el desgaste que entraña el imperio. Esta fue la región que sería conocida más tarde como Babilonia.”

Luego describe las sucesivas oleadas de migrantes que brotaban del desierto de Arabia en busca, como ahora, y siempre ha sucedido, de mejores condiciones para vivir, cuando la gente por razones económicas, políticas o de inseguridad en su región, se dirige hacia el, o los centros de poder.

Como después sucedería con Roma, con mejor nivel de vida y leyes que se observen. Igual llegaban a la Ciudad Sagrada de Teotihuacán, México, en tiempos precristianos. Como en el siglo veintiuno  se busca alcanzar el centro de Europa o en América todo un continente quiere llegar a Estados Unidos.

Al agarrar sus bártulos  la gente migrante ya no  condena al que es fuerte sino que  pregunta por qué lo que deja atrás se debilitó tanto y se volvió inhabitable.

“Estos intrusos semíticos no tenían civilización comparable a la contemporánea egipcia o a la sumeria (desde hacía mucho adoptada por inmigrantes semíticos anteriores), asimilaron inevitable y rápidamente estas dos civilizaciones(la babilónica y la egipcia), a medida que se asentaron.”

Se ha llegado a considerar esa antigüedad para el primer imperio no porque se llevara alguna especie de registro histórico sino por la huella dejada de sus correrías de pillaje, por ejemplo:

 “Los elementos babilónicos en el arte hitita de la lejana Asia Menor, los cuales muestran desde el principio, hasta donde sabemos, desde el año 1,500 a C., cuando menos, que los artista nativos apenas si podían realizar ninguna idea nativa sin ayuda de modelos semíticos; y, segundo, el empleo de la escritura y el lenguaje babilónico.”

Puede haber incertidumbre respecto de las fechas pero se considera que la influencia babilónica se dejaba sentir desde mucho antes que ésta fuera imperio bien constituido.

Llegaba un espíritu visionario y estos pequeños estados se unían y lograban consolidar un imperio vigoroso. Pero la tradición de pillaje, a la que se refiere Hogarth, lo minaba en lo interno, a la vez que era asediado desde el exterior por otros merodeadores y, todo se perdía.


Del libro de Hogarth
Con las distintas regiones del antiguo oriente
La riqueza, el lujo, la corrupción y la licencia minaban al imperio. Ante ese descenso de la disciplina que se hacía obvio, otros pueblos súbditos se fortalecían y, llegado el momento, acaban sometiendo a sus antiguos dominadores. Así sucedió con el primer imperio babilónico.

Como todos los grandes pueblos que han llegado a destacar por su organización social, potencialidades espirituales puestas en práctica, su cultura, la observancia de sus leyes, y riqueza material, también Babilonia fue asediada de manera constante por merodeadores:

“uno o más de tales peligros descendió siempre sobre Babilonia y la rindió una y otra vez. Un gran descenso de merodeadores hatti del norte, alrededor de 1,800 a. C. parece haber acabado con el dominio imperial de la primera dinastía…El año 1000 a. C. Babilonia era otra vez un pequeño estado dividido interiormente y amenazado por rivales en el este y en el norte.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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