FELIPE ÁNGELES, LA TOMA DE ZACATECAS


 

Cuadernos Mexicanos número 1, editados por la Secretaría  de Educación Púbica, México. La publicación de esta narración no tiene fecha. En la prestación dice que es parte del Diario del general Felipe Ángeles,  publicado originalmente en el periódico  Vida Nueva, de la ciudad de Chihuahua, en 1914, el año de la toma de Zacatecas.

Hombres llenos de miedo, de morir a manos de sus enemigos, fueron los que llevaron a cabo la memorable batalla de Zacatecas, el 23 de junio de 1914. Unos por el lado del ejército federal y otros haciendo la revolución armada del pueblo. Todos  tenían miedo.

Hubo niños que, siguiendo “la bola”, también se fueron a la revolución. No llevaban armas pero esperaban que cayera abatido el que iba adelante para poder empezar a disparar ellos también.

Y del lado del ejército federal,  otros niños eran obligados  a pelear contra los revolucionarios. Los metían a la fuerza a los cuarteles, les daban alguna enseñanza militar, los proveían de uniforme y armas y los enviaban a  hacer la contrarrevolución.
Foto del archivo Casasola

En este relato de Ángeles no se menciona la participación de las mujeres al lado de la revolución, pero es un hecho histórico que igual andaban repartiendo balazos o bien apoyando desde atrás de la línea de fuego a los hombres. Y esto se repetía en las filas del ejército del gobierno.
Soldadera  niña del pueblo
 en la Revolución Mexicana

Foto tomada de Internet


Ciudad de Zacatecas y el cerro de la Bufa
(foto tomada de Internet)
La revolución mexicana no se puede pensar sin la presencia femenina. Al grado que, como en la comedia de Aristófanes, de haberse puesto en huelga sexual,  las mujeres de ambos bandos, este movimiento armado hubiera durado cuatro o cinco horas…Estamos exagerando pero da idea de la importancia de las mujeres en esa guerra. Por lo pronto preparar comida cada día, para varios miles de combatientes, es ya una epopeya.

"Las soldaderas detrás de las trincheras
ayudan a sus juanes
a la revolución".
Corrido El Cuartel

No eran guerreros bajados del cielo, impertérritos, que gusta decir el  historiador para referirse a los combatientes de su bando ideológico.

En estos 1,500 kilómetros de desierto
la División del Norte fue tomando
las principales fortificaciones del
ejercito federal hasta llegar a Zacatecas
La toma de Zacatecas en poder de los federales, fue ese mecanismo de relojería ejecutada con toda precisión según lo habían planeado los revolucionarios de la División del Norte, al mando de Francisco Villa y como responsable supremo el general Felipe ángeles.

 Militar de carrera, Ángeles dispuso toda la estrategia bajo la autorización de Villa. El mismo Villa desarrolló su parte del plan de Ángeles.

"Le dije a Francisco Villa
hay que echarnos este arroz
entraremos por la orilla
en el nombre sea de Dios."
Corrido Los valientes del 14

 "Les tocó atacar La Bufa
a Villa, Urbina y Natera
porque ahí tenían que verse
lo bueno de sus banderas"
Corrido La Toma de Zacatecas

 Todos sabían que, de resultar un descalabro, sería la intuición de  Villa el que pasaría a recomponer el caos (ignorante, analfabeta, empírico, Villa fue capaz de derrotar en Paredón a  catorce generales de división, de carrera, del ejecito federal). En tanto eso no sucediera, se hizo como Ángeles lo diseñó.

Este gran general hidalguense había llevado a feliz termino varias grandes batallas al lado de Villa. Lo conocía de cerca, en las derrotas y en las victorias, y no dudó en escribir de él: "glorioso y bravo soldado del pueblo." 
Esta es la enfermera(Adela Velarde) llamada Adelita.
Inspiró el corrido más famoso de
la Revolución Mexicana.

Foto tomada de  Internet

“La toma de Zacatecas-prólogo de esta publicación- es una de  las batallas militarmente  mejor planeadas de la revolución mexicana. Fue el golpe de muerte para el huertismo y prácticamente deshizo al ejército federal. El genio militar de Pancho Villa, la visión estratégica de Felipe Ángeles, y sobre todo la valentía y le decisión de los soldados de la División del Norte, se unieron para dar a la causa revolucionaria victorias que hoy son leyenda.”

Pero Felipe Ángeles relata más la naturaleza humana, bajo las balas, que desplantes heroicos o triunfalistas.

Algunos en la víspera del combate se enfermaban verdaderamente del estómago de puro nerviosismo, otros se hacían lo rezagados, cuando se dio la orden de iniciar el ataque general.

Y cuando el avance triunfal recibía un duro revés propiciado por enemigo, que también tenía los suyo en cuanto a coraje, la desmoralización de los revolucionarios estaba a punto de emprender la desbandada.

Entonces, dice Ángeles, no había que darles tiempo a que pensaran y, pistola en mano, los obligaban a seguir hacia arriba. Esta vez la batalla no era en el llano sino en una serie de cerros entre los que está ubicada la ciudad de Zacatecas:

"Era necesario no dejar reflexionar a nuestros artilleros, que no se dieran cuenta del peligro... era necesario aturdirlos, cualquiera que fuera el medio."

Para poner el ejemplo, los jefes saltaban primero y se lanzaban entre las balas de los cañones de los federales.

Los del ejercito federal del dictador Huerta

Revolucionarios de la División del Norte.

Un millón de vidas le costó a los mexicanos
 echar a la dictadura
cuando se había eternizado en el poder durante 30 años.
(foto tomada de Internet)
Volvía el ánimo, el coraje, en la filas del pueblo y, finalmente, los que minutos antes querían huir, seguramente se prohibían a sí mismos pensar y ahora se lanzaban también casi suicidas
contra el enemigo.

Así debe verse la grandeza de la batalla de zacatecas. No de superhombres que pelaban como humanos sino de débiles criaturas que se sobreponen a sus miedos y siguen adelante. Ángeles escribe en su diario:

 "¿Queridos soldados del pueblo, obligados por deber  a ser heroicos, cuando sus almas tiemblan y sus piernas flaquean!"

 Pensaban  no para ellos, que seguramente no sobrevivían ese día, sino en las generaciones de mexicanos que vendrían después. No puede explicar de otra manera su empeño en ganar esa batalla.

Los combatientes del pueblo estaban fogueados en las duras y casi increíbles batallas que habían ganado en Ciudad Juárez, Chihuahua, Jiménez, Torreón, Paredón pero, al igual que los “soldados” de Miguel Hidalgo un siglo atrás, eran chusma que de manera empírica habían aprendido el arte de la guerra. No eran campesinos como en el sur del país, más bien agricultores. Estos eran campesinos  del norte familiarizados con la ganadería que sabían montar a caballo, y disparar rifles en plan de cacería…


Tampoco tuvieron un líder que los uniera nacionalmente y excitara los ánimos, como después los tendría en nazismo y el estalinismo en Europa.  Los combatientes mexicanos tuvieron muchos líderes pero todos  peleados entre sí. Matándose unos a otros para ver quién llegaba primero a la presidencia de la república.

Aquí a los mexicanos los había unido la injusticia del dictador Porfirio Díaz. Sorprende que en el siglo veintiuno haya dictaduras que alcancen medio siglo.

Los mexicanos soportaron no más de treinta años del porfiriato y para echarlo del poder murió más de un millón de mexicanos. Fue un sacrificio inmenso si se considera la población del país en ese momento:

( El censo de 1910 arrojó una cantidad de 15.2 millones de habitantes en todo el país: 7.5 de hombres y 7.7 de mujeres.
En el Censo General de Habitantes de 1921 se contó con 14.3 millones de habitantes)

Duró ese tiempo en el poder  porque en su primer tiempo Porfirio Díaz fue un gran mexicano. Por meritos propios que no viene al caso señalar  aquí  tanto militarmente  que como estadista. Sólo mencionar algo  como que el peso estaba a la par que el dólar, la construcción de los ferrocarriles, el Palacio de las Bellas Artes, el hermoso edificio que con el tiempo sería  la sede del Instituto de geología de la UNAM, el Monumento a la Revolución, etc.

Pero en otro aspecto el poder acabó por pudrirse entre las manos del porfiriato. Muchos del “pueblo bajo” andaban descalzos o cuando más con huaraches, no disponía de fuentes de trabajo, era en su mayor parte (tal vez el 90 por ciento) analfabeta.

Los metían a la fuerza a los cuarteles y los obligaban
a pelear contra  sus  hermanos.
El dibujo relata el estado de precariedad
de la gente, inclusive sin zapatos.

Todavía, como en la Colonia, tenía que mirar la punta de los zapatos cuando hablaba el patrón. En la banqueta   bajarse al arroyo si se encontraba con el que vestía traje.

 En algunas partes de país, como también en la Colonia, el patrón tenía “derecho” de acostarse con la muchacha del pueblo antes de la boda.

Cuenta la leyenda que algo parecido  le sucedió a la hermana del muchacho, campesino pacifico, Doroteo Arango, el mismo que, con el nombre de Francisco Villa, ahora era el jefe supremo en la batalla  de Zacatecas.

Esa “ley” viene desde los primeros días de la conquista española y se originó en el centro del país. Cabe anotar que no fueron los españoles los que la impusieron sino las tribus enemigas de los aztecas que regalaban a sus hijas al invasor “para mejorar la tribu”.

 En el siglo diecinueve un presidente de México buscaba también el acercamiento del  extranjero con los mexicanos, para “blanquear la raza”. Es lo que se conoce como malinchismo.

Pero en el norte eso fue siempre una aberración. Las tribus chichimecas Irritilas, hohokams, pimes, zacatecos, etc. retrasaron por cien años el avance pleno de los conquistadores a partir de la caída de México-Tenochtitlán.

Fueron los frailes jesuitas, con el padre Kino a la cabeza, que les fueron abriendo el camino que necesitaban para la explotación de las minas.

Y lo que empezó siendo un regalo de bodas en el centro después fue una “ley” impuesta en los paralelos norteños.

Cuando en 1910 la “bola” reventó los del norte  se tomaron la revancha con actos de extrema violencia que más vales no mencionarlos.

Ya para entonces Porfirio Díaz había dimitido y huyó exiliado en Francia. Francisco I Madero, el líder que había levantado la bandera de la revolución contra Díaz, era ahora el presidente de la república. Dejó Madero en su  gabinete de gobierno a Victoriano Huerta, militar de alto rango que había sido en el porfiriato.  Huerta asesinó a Madero y se proclamó presidente de la república. Fue cuando se inició la segunda fase de la revolución armada, ahora con Venustiano Carranza como Jefe supremo de la rebelión, contra Huerta. Su hombre fuerte para los balazos en el principio fue Villa. 

Procedentes de la batalla de Torreón, llegaron el 19 de junio a Calera, unos 25 kilómetros de Zacatecas, los de la División del Norte en cinco trenes y Ángeles anota la cifra de diez mil combatientes. Se da por hecho que la cifra de los revolucionarios fue un total de 23 mil y disponían de 30 piezas de artillería.

 Cuatro días Felipe Ángeles estudio el terreno y dispuso los emplazamientos  de los cañones y cómo se haría los movimientos de los atacantes. A reserva de ir modificando las posiciones conforme se le fuera ganando terreno al enemigo.

Felipe Ángeles
Entre tanto los federales no se quedaban con los brazos cruzados y sostenían encuentros en diferentes lugares con los  revolucionarios.

 El general Luis Medina Barrón tenía el mando del ejército federal en Zacatecas con 12 mil hombres y disponía de 13 piezas de artillería. 

 Su gran ventaja era que estaban bien instalados en las alturas de los cerros y podían observar a la perfección las maniobras de los revolucionarios que tenían que remontar metro a metro por las laderas y cañadas, en ocasiones muy expuestos por la configuración de terreno. Ventajas que los federales aprovechanban muy bien y causaban muchas bajas a los atacantes:

 "El ímpetu del ataque, el huracán de acero y plomo, las detonaciones de las armas multiplicadas al infinito, por el eco que simulaba un cataclismo; el esfuerzo heroico de las almas débiles encovados contra la tempestad de la muerte."

Aun así, los revolucionarios siguieron subiendo. "Las entrañas de las montañas próximas parecieron desgarrarse mil veces por efecto del eco. Y las tropas de infantería avanzaron."

Ángeles registra que el enemigo también sabía pelear:

"De Zacatecas, de El Grillo, de La Bufa, de cerro del Clérigo y de todas las posiciones federales tronaban también las armas, intensificando aquel épico concierto."

Había  en los revolucionarios generales muy valientes, probados en las casi increíbles batallas que habían ganado en las semanas anteriores. Ya para entonces estos nombres eran una leyenda, como Maclovio Herrera. 

El asalto general   a los cerros del Grillo y la Bufa, y otros lugares adyacentes, tuvo lugar a las 10 de la mañana del 23 de junio de 1914.

"Los veinticuatro cañones próximos emplazados entre Vetagrande y Zacatecas, tronaron. Sus proyectiles rasgaron el airé con silbidos de muerte y explotaron unos en el cerro de La Tierra Negra y otros en Loreto."

Duró la batalla, según anota Ángeles, 7 horas con 50 minutos: "Sacamos los relojes: eran la cinco horas con cincuenta minutos de la tarde." 

Un poco más adelante, luego de otros encuentros con los federales que huían: "Eran las seis cuarenta y cinco de la tarde."

“Aún quedaban muchos tiros  por dispararse” pero los revolucionarios ya habían dominado los puntos estratégicos del ejército federal que ahora buscaban afanosamente una vía de escape.

"Andaban los federales
que no hallaban ni qué hacer,
buscando enaguas prestadas
pá vestirse de mujer"
"Corrido La toma de Zacatecas"

La División del Norte, con Villa al frente, cruzando los desiertos
norteños
para enfrentar en Zacatecas la batalla decisiva contra
la dictadura de Huerta.
Fue cuando, dice Ángeles, con el júbilo del vencedor, pero sin ser ajeno con la tristeza del vencido (no hay que olvidar que muchos del ejército federal eran campesinos metidos a la fuerza a los cuarteles y se identificaban con la causa de los revolucionarios) di la orden de aniquilar a  los que huían.

No era la masacre  morbosa de un Lawrence de Arabia, sino que  así lo pedía la estrategia de guerra, que era impedir que las fuerzas dispersas del enemigo se reagruparan en un punto, concretamente en Aguascalientes, y el ejército federal volviera a levantar cabeza.

Ángeles: " hay que continuar sin descanso; alguno se tiene que morir, y para que no nos muramos  nosotros es necesario matar al enemigo ¡Fuego sin interrupción!" 

No volvió a levantarla. El jefe del  ejército federal, el dictador Vitoriano Huerta, con la toma de Zacatecas, por la División del Norte, tuvo que tomar el camino del exilio. Así de importante era el resultado de esa batalla.

El corrido de Zacatecas hace mención de algunos nombres que se destacaron en esta batalla:

"Fue tomado Zacatecas
por Villa, Urbina y Natera
Ceniceros y Contreras
Madero Raúl, y Herrera"
Corrido La toma de Zacatecas

El corrido Los tres generales, que luego sería popular, canta la victoria de la División de Norte recordando la toma de Zacatecas. Se refiere a Villa, Ángeles y Natera.
 

Un último cuadro nos ofrece Felipe Ángeles. Cuando todo hubo concluido, él y otros generales fueron hacia el lugar llamado Guadalupe, donde se habían sostenido fuertes encuentros con el enemigo.

Todo el campo lleno de cadáveres, de federales y de revolucionarios. Los cadáveres estaban casi desnudos. Un día antes había terminado la batalla pero ahora, a pocas horas, ya los soldados se mostraban sin ropa y los caballos muertos sin monturas.

"Estaban todas las calles
de muertos entapizadas
y las cuadras por el fuego
todititas destrozadas".
Corrido La toma de Zacatecas

Ángeles: "¡ Y pensar que la mayor parte de esos muertos fueron recogidos de leva por ser enemigos de Huerta y por ende amigos nuestros!¡Y pensar que algunos de ellos  eran mis amigos!"

Ángeles cuenta que pudieron distinguir, entre  todos esos centenares de muertos desnudos, los que en vida habían pertenecido al ejército federal con algún grado en jerarquía militar. Por un detalle: sus ropas interiores, que es lo único que les habían dejado, eran de cierta calidad.

" Ya los pelones perdieron pantalones
porque los revoltosos
se hicieron de su ajuar"
Corrido El Cuartel
Juntos hacia la hoguera, revolucionarios y federales.

Los cadáveres de los del pueblo estaban intactos, eran tan pobres que no tenían algo que pudieran robarles, cuando más los huaraches.

Otros estaban completamente desnudos. Eran los soldados rasos del ejército federal. Como se mencionó, eran campesinos  y obreros. Pero estos habían sido agarrados de leva, a la fuerza, y obligados  a pelear  contra sus iguales, los campesinos de la revolución.

Pero que, despojados sus cadáveres  del  uniforme, quedaban desnudos, pues también eran tan pobres que ni calzones usaban…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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