J.ORTEGA Y GASSET, MODOS DEL
CIELO PARA REGRESARNOS A LA TIERRA.
Tropiezo con una banqueta, levantada
por las raíces del árbol, y siento dolor, ¡cosa desafortunada y endiablada!
“¿Endiablada?”-pregunta Ortega-¿No será,
más bien divina?
Por un momento dejo de mirar el
teléfono celular y pienso en mi pie. ¡No miraba
al cielo, andaba navegando en el ciberespacio!
Las dificultades del mundo obligan a
estar atentos de lo que sucede. Campesinamente ya era demasiada distracción ¡y ahora con la
televisión, y el celular!, sigo de cerca hasta los partidos de futbol de los
equipos en Europa. ¡Ni siquiera conozco Europa!
“El hombre vive alerta en las
fronteras de sí mismo, asomando hacia afuera, absorto en la naturaleza, es
decir, atento al exterior.”
Los mil ruidos que llenan la ciudad
ya no los noto porque
“Los que viven junto a una catarata
acaban por no oírla:”
Lo que noto, por extraño, es el silencio.
Lo que noto, por extraño, es el silencio.
En vacaciones, cuando sólo quedan
diez millones de individuos, volteamos oteando las calles casi desiertas.
¿Dónde están los otros?
El autor hace un parangón con el
animal sirviéndose de la palabra éxtasis,
estar fuera de sí, porque el animal vive en perpetuo éxtasis, retenido fuera de
sí mismo por la urgencia de los peligros exteriores. Volverse a sí mismo sería
distraerse de lo que pasa fuera y semejante distracción acarrearía la muerte
del animal.
Llenamos las calles protestando por
esto o por aquello o seguimos día a día los giros de la política exterior
lejana.
Con tal intensidad vemos los flujos incesantes
de gentes de los países árabes que tratan de escapar del horror huyendo hacia
Europa. En nuestro suelo a los miles, o tal vez millones, de migrantes
económicos, y migrantes perseguidos. Desesperados tratan de ponerse a salvo
alcanzando los paralelos más norteños.
Por esto, y por más, mi yo vive fuera
de mí mismo. Por eso Ortega cree que el tropezón que di con mi pie al
encontrarme con aquella banqueta levantada puede ser un jalón de orejas
procedente del cielo para que piense en mí.
Lo que pienso es por qué no hay un
programa de restauración de banquetas ¿y mis impuestos?
Yo sabía que el cielo actúa a través
de los individuos. Unos positivistas y otros religiosos pero de alguna manera
todo se retroalimentan, aunque sea como contraste de parecerse.
Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich,1968
Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich,1968
Ahora me entero que también el cielo
se hace oír a través de las banquetas fracturadas…O de un hongo, o de un virus
o de la economía. Lo que sirva para hipostasiar el ego que le gusta navegar
fuera de sí.
Pero el dolor sigue en mi pie. No hay
manera de escapar de mí mismo. Entonces, dice Ortega, la atención, que
primariamente es centrifuga, se pone a mirar hacia adentro de sí mismo. El
enfermo, postrado en la cama, ahora piensa en él. Lo mismo el preso, culpable o
inocente.
“El hombre antiguo todavía vivía
junto al hermano animal, y como él, fuera de sí. El hombre moderno se ha metido
en sí, ha vuelto en sí, ha despertado de su inconsciencia cósmica, ha sacudido
el sopor que le quedaba de hortaliza, de alga, de mamífero, y ha tomado
posesión de sí mismo, se ha descubierto.”
Pero, ¡ahora se siente teólogo,
metafísico y positivista! Predominará uno de esos tres aspectos según él es, o
según sus intereses profesionales.
“En el caso de un individuo concreto,
los rasgos psicológicos pertenecientes a una fase anterior de su desarrollo pueden persistir en el hombre adulto coexistiendo con otros rasgos
característicos de la madurez.” (F. Copleston, Historia de la filosofía, Vol. 4, tomo IX, cap. V)
Comte, positivista convencido, con
absoluta fe en el avance de la ciencia, no se declaró ateo. El caso típico es
Aristóteles con su modo de explicar el mundo desde la fenomenología y, sin
embargo, en el fondo no desechó del todo
las Ideas de su maestro Platón.
Es la siempre presente amalgama de positivismo y religiosidad.
Es la siempre presente amalgama de positivismo y religiosidad.
Ahora se encuentra cabalgando en el
reino de la subjetividad. Cree y no cree. Dentro de él el escepticismo y el cristianismo.
Las dos piernas con las que camina el pensamiento europeo, mejor llamado cultura occidental.
“El descubrimiento de la subjetividad
tiene dos hondas raíces históricas: una negativa y otra positiva. La negativa
es el escepticismo; la positiva es el cristianismo. Ni aquella sin ésta ni ésta
sin aquella hubieran podido dar tal resultado.”
El golpe sobre la banqueta parece un
imperativo encaminado a dejar de escuchar el ruido del exterior. No es aconsejable cortar el hilo con sus
semejantes. Pero tampoco perderse entre la cháchara del ciberespacio.
Al habitante de la ciudad no se le
puede pedir que proceda como si estuviera viviendo en un monasterio. Pero sí es hora de agarrar
distancia para conservar la salud mental.
“El cristianismo es el descubridor de
la soledad como sustancia del alma-dice Ortega al finalizar el capítulo
(lección) VIII de su ¿Qué es la filosofía-.El
alma es lo que verdaderamente es cuando
se ha quedado sin mundo, liberada de él, por tanto, cuando está sola. Y no hay
otra forma de entrar en compañía con Dios que al través de la soledad, porque únicamente
bajo la especie de soledad se encuentra el alma con su auténtico ser. Dios y, frente
a Él, el alma solitaria.”
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