El mundo de W.B.Yeats

La poesía de W.B.Yeats
Por Louis MacNeice
Prólogo: Richard Ellmann
Fondo de Cultura Económica, México
1977

William Butler Yeats nació en Dublín, Irlanda, en 1865 y murió en Francia, en 1939.

Luego de pasar por esta vida, concreta y real, del aquí y del hoy,  Yeats esperaba llegar al mundo eterno de las entelequias platónicas. No era, desde luego, un poeta del mundo sino de su tierra. Nació en Irlanda y consideraba que  Irlanda lo hizo: “Yeats trató de ligar su  individualismo romántico a su nacionalismo irlandés…Irlanda moldeó sus pensamientos infantiles”.

MacNeice decía que si en realidad supiéramos todas las condiciones  que hay detrás de un poema, podrían ser tomadas  en conjunto como su causa.

Nosotros nos preguntamos si Martín Fierro pudo ser escrito por un poeta maya, por ejemplo, tal como lo hizo José Hernández. O Wallenstein por un poeta peruano como lo creó Schiller o Un Popol Vuh por un polaco…
 

   Yeats decía que la obra creadora  tiene siempre una patria: “No se puede tener la más grande poesía sin una nación, como no   se puede tener una religión sin símbolos. Sólo podemos alcanzar el universo  con una mano enguantada. El guante es la propia nación, lo único de lo que sabemos un poco.”

Comemos para vivir pero, ¿para qué sirve la vida? La vida es lo que hacemos pero, ¿para qué? Debe tener un sentido elevado más que el inconsciente inmediato del que llevan los animales inferiores: “El sentido de los valores que rige  esta creación consciente de la vida no es utilitario. Sólo puede ser descrito como místico”.

Yeats no creía que el mundo fuera visto igual por  todos, como se supone deban verlo las hormigas. Sería negar la subjetividad de cada individuo: “La imparcialidad  absoluta es inalcanzable  cuando se juzga una obra de arte, sea a la luz de una teoría  o por referencia de otras obras de arte.”


W.B.Yeats.Foto de 1911



Entran en juego dos modos de ver las cosas que parten, en mucha medida, entre otras maneras, de la capacidad o preparación de autor y de observador. ¿Sin preparación se puede observar qué tipo de roca se tiene enfrente como la puede observar un geólogo? ¿Sin nociones de perspectiva, y teoría de los colores,  alguien del común puede apreciar una obra de arte como un crítico profesional o como el propio artista? ¿Sin conocimiento de la historia de Rusia alguien pudo escribir La Guerra y la Paz, como lo hizo Tolstoi?

Parecido sucede en filosofía, en la poesía, en la  novela. Pregunta MacNeice: “¿Qué me atrae de su obra? ¿Aspiró el poeta a algo que yo puedo entender? Su mundo, sus ideales, sus métodos, ¿fueron similares en algo a los míos?”.

Más que como un conflicto ideológico este “choque” sería muy útil como ejercicio didáctico. El lector para ir “subiendo” en la comprensión y el autor para “bajarse” en el modo de hacerse comprensible. De esa manera, y sin ánimo de perorar ni de nivelar, los dos subjetivismos se aportarían modos de ver las cosas.  Sería  el ejercicio interdidáctico.

Sin llegar al solipsismo, el poeta escribe sus cosas de manera muy suyas, sin concesiones  con nada ni con nadie. Más, vive en el mundo, de donde abreva su experiencia (Irlanda,en este caso  de Yeats), y de alguna manera su poesía está ligada con el mundo: “Un poema, si bien es un individuo, procede de la vida  y, por lo mismo, ya realizado, tiene que regresar a ella…Un poema puede considerarse desequilibrado si está demasiado alejado de la vida, o si está servilmente subordinado a ella.” De esta manera, decía,  no coincidía con  los que creen que el arte está divorciado de la realidad. Protestaba contra los que “tiene la convicción   de que el arte está alejado de la realidad, de que es independiente de la historia, e ininteligible para las masas.”

Creía que el racionalismo y el realismo mienten cuando hablan de la belleza de la vida. Esta se encuentra en  “los viejos mitos de las religiones, en sus creencias y en sus sueños…Unidos constituyen la belleza de toda una época.”

Hijo de Irlanda, era escéptico de la democracia al ver tanta barbaridad que, a lo largo de los siglos, ha ocurrido en su verde patria: “Irlanda debe evitar los engaños de la democracia moderna.”

Como irlandés, y como poeta, tenía sueños y odiaba lo factual: “Bajo la influencia de O´Leary, soñó con unir  las dos partes de Irlanda, la católica y la protestante, y decidió que su compromiso poético dependía del recuerdo constante de su pasado irlandés”.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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