“El uso de
antidepresivos se ha disparado en toda Europa”, dice un reportaje publicado en
El País, de España, el 7 de diciembre de 2013, Pág. 30.Lleva el ilustrativo
título “Pastillas para el dolor de la vida”. Se apoya en datos publicados por
la OCDE del año 2,000 en que se
consumían 30 dosis diarias por cada 1.000 habitantes, a 64 dosis en 2011.La muestra comprende 24 países
de diversas partes del planeta. Corea del Norte y Chile
son las que menos (13) dosis diarias consumen, con un intermedio de Alemania y
Francia (50 dosis) e Islandia con 106 dosis diarias.
Se mencionan
varias causas por lo que se prescriben estas pastillas para tratar de
aliviar la tristeza cotidiana o el duelo.
La pérdida de trabajo, la muerte de algún familiar. Otra causa nos recuerda a
lo que siempre hemos leído de Nietzsche, Thoreau, Alexis Carrel, Desmond
Morris, que cada vez estamos más lejos del esfuerzo y las dificultades que nos
plantean vivir más cerca de la “naturaleza natural”.
Los días de
recolectores y cazadores ya quedaron muy lejos. Y las comunidades rurales viven
tan precarias condiciones económicas que
en todas partes se están dando prisa por integrarse a la vida de alguna ciudad cualquiera.
Y como los habitantes de una ciudad cualquiera siguen viviendo en la
precariedad entonces, como en los tiempos de los grandes imperios, se van para
el país o los países hegemónicos de la actualidad, que es lo que se conoce como
el fenómeno de la emigración. Y con esto llega otro trauma, el del éxodo, del
que José Ortega y Gasset escribió tan objetiva y sentidamente.
México no se
menciona en esta lista, de consumidores
de antidepresivos, pero hace pocos años la Secretaría de Salubridad publicó, en la
portada de su revista, un también ilustrativo título previniendo contra la
polifarmacia, refiriéndose sobre todo a
una práctica ya muy extendida en la población de los ancianos.
Los
especialistas mencionados, en el reportaje
del diario español, están recomendando
alternativas para paliar le depresión
tales como el yoga y el minfullness. Se coincide que en muchos
casos de los antidepresivos se combaten los efectos de la enfermedad pero las causas
siguen sin solucionarse.
Varios
factores intervienen en esta práctica.
Una que hay pocos especialistas como psiquiatras y la prescripción se da
con facilidad en el nivel de la medicina general. La otra por recomendación
callejera, esa que se da entre comadres.
Sin dejar de
mencionar que mucho de la industria farmacéutica sigue el principio de la mercadotecnia
de inventar necesidades para vender sus productos. Ahora abundan por televisión
y radio los programas presididos por médicos que nos dan amplia información
respecto de algunas enfermedades. Lo cual es una situación positiva. El caso es
que siempre habrá alguien sugestionable que exclame: “¡eso es lo que yo
padezco!” y en un acto de reprobable automedicación corra a la farmacia a
comprar lo que está viendo por
televisión.
Otras pueden ser las causas de este disminuido
estado de ánimo. Recuérdese que el sobrepeso y la obesidad ya ha aumentado
tanto que se les considera por los de la ciencia médica como una pandemia mundial. O porque nos
tocaron en mala suerte vecinos que
arrojan su basura en la puerta de nuestra casa. O bien con aspectos
existenciales como los que dice Kierkegaard que proceden
de la caída en el Paraíso, con aquello de Adán y Eva, etc.
Los
individuos que practican el alpinismo en todo el mundo tiene comprobado, por sí
mismos, que todo eso se parece mucho a la metáfora de la tormenta en un vaso de
agua. Nos hemos cuidado más de la cuenta, en algunos casos casi hasta el
narcisismo.
Dejemos de
lado los aspectos ya especializados de este deporte como la escalada en roca,
nieve y hielo. Pero sí caminar por la sierra
y dormir en la cueva o en una
tienda de campaña, logrará desvanecer de golpe, sino los cien fantasmas que nos
hacen tomar antidepresivos, al menos 95 de ellos. Volvernos un poco
neandertales puede ganarles varios rounds a los antidepresivos. Sin dejar de
atender, desde luego, a los recetados por los especialistas y casos que
requieren hospitalización.
Pero en
tanto no se deje, ocasionalmente, el abrigo social, de la última calle de la
ciudad, todo llevará otra vez a la puerta de la farmacia para hacerse de los antidepresivos.
Este recurso,
de caminar por el campo, y pernoctar bajo la luz de las estrellas, no es nada
nuevo.
Después de la primera guerra mundial algunos países reencontraron la energía necesaria para seguir viviendo, no sobreviviendo, mediante el recurso de la práctica masiva de ir a caminar en las montañas, de mil maneras que pudieron organizarse las mujeres, jóvenes, niños y ancianos. Este dato está consignado en el libro Los tres últimos problemas de los Alpes, de André Heckmair (Editorial Juventud).
Después de la primera guerra mundial algunos países reencontraron la energía necesaria para seguir viviendo, no sobreviviendo, mediante el recurso de la práctica masiva de ir a caminar en las montañas, de mil maneras que pudieron organizarse las mujeres, jóvenes, niños y ancianos. Este dato está consignado en el libro Los tres últimos problemas de los Alpes, de André Heckmair (Editorial Juventud).
No hay ningún misterio en ello. Sólo fue poner en práctica lo que Thoreau, Alexis Carrel y Desmond Morris, escribieron en sus trabajos literarios.
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