CICERON SÍ CREE EN LA AMISTAD


Cuatro pensadores, Epicteto (50-130 d C.), Aristóteles, Cicerón y Schopenhauer, coinciden  en que la amistad entre los hombres casi no existe. Aristóteles es tajante: “Oh, amigos! no hay ninguno”

No es una manifestación de escepticismo sino de objetividad. Véase que  estos cuatro nombres pertenecen a muy distintas época y a diferentes nacionalidades. Epicteto y Aristóteles de la antigüedad griega, Cicerón del Imperio Romano y Schopenhauer de la Alemania del siglo diecinueve. Individuos que no se van a la ligera sino que están acostumbrados meditar los temas.

El “problema” es que la virtud es la condición para una verdadera amistad. Por lo que los dos tendrían que ser virtuosos. Si uno es y el otro no, ya no funciona. Y lo que se da con más frecuencia, casi en abundancia, es que los dos no sean virtuosos. Aristóteles: “es evidente que esta amistad no puede darse entre la gente mala, porque el malo es desconfiado y malévolo para con todo el mundo, ya que mide a los demás por sí mismo.”

 Lo que le dio el éxito a la película norteamericana  Rápidos y furiosos, dirigida por Justin Lin, 2011, del recientemente fallecido actor Paul Walker ( ex policía Brian Ó Conner) fue esa rara muestra de amistad que se da entre malos. Lo espectacular de este film fueron los autos últimos modelos y la velocidad de los mismos. El asunto vital descansó en que hace pensar que  aun entre malos puede darse la manifestación de sincera amistad.

En términos actuales eso de la virtud podemos entenderla como algo que se da sin interés, en términos pecuniarios o de alguna clase material. Si no interviene el interés material puede manifestarse la razón vital. Se trata de una simplificación nuestra. En realidad eso de la virtud es un asunto intrínseco. Plutarco dice que sólo hay una virtud y ésta tiene varios nombres. Cicerón en cambio traza un camino para llegar a la virtud y de ahí a la verdad, mediante cuatro principios que son honestidad, prudencia, justicia  y templanza. Y más se prolonga este camino cuando el pensador romano empieza a desglosar cada uno de estos  principios.

No se puede negar que la amistad auténtica exista porque sería negar la potencialidad humana que alberga ese genuino sentimiento, pero es tan poco frecuente que no cuenta en la muestra. Se afirma una cosa  en relación con la existencia de la otra. Si no hay rocas ígneas es porque en alguna parte sí hay rocas ígneas. Si hay anti amistad es que en alguna parte hay amistad. El movimiento con relación a la inmovilidad, el frío con relación al calor, la pobreza con relación a la riqueza, la altitud con relación al nivel del mar, las promesas de los políticos en campaña frente a las carencias reales que se promete aliviar, etc.

La prueba de fuego se da cuando de la palabra hay que pasar al hecho. En tanto esta situación definitoria no se presente, todo trascurre en una afectividad que puede parecer genuina para ambos. Como esos tipos de cáncer que jamás s e manifiestan y el individuo muere de una gripe pero no de cáncer.

Para la amistad entre un hombre y una mujer estos pensadores prefieren no buscarle tres pies al gato. Según la película norteamericana, El día que Harry conoció a  Saly (dirigida por Rob Reinier,1989 y protagonizada por Billy Cristal y Meg Ryan)  todo tiende a acabar en la cama. Aquí las que hablan son la feromonas.

Schopenhauer coincide con Epicteto y ambos lo dicen con la metáfora de los perros que, reunidos, se encuentran jugando, brincando rebosantes de “animal ludismo”, revolcándose y dándose de lametones. Pero, dicen, arroja un hueso en medio de ellos y verás como acaban destrozándose entre todos.

Ver, por ejemplo, la situación de las herencias, sobre todo cuando no hay testamento legal de por medio. En situación de  pensión alimenticia. En la fábrica por ascender en el escalafón. En el sindicato por ganar la secretaría general. Los que de plano quedan descartados, para el horizonte de la amistad, son los políticos de profesión. En estos el paradigma se llama José Fouché. En opinión de Cicerón: “la amistad verdadera difícilmente se encuentra  en los que siguen la carrera política.” Los familiarizados con  la biografía de  Cicerón saben  que conoce de lo que  está hablando.

En Ética Eudemia Aristóteles escribe: “ahora bien, los hombres empiezan siendo amigos con amistad moral y por la virtud, pero tan pronto como se impone  el interés particular  de cualquiera de ellos se ve claro que no son los que creían ser…Por lo cual la primera amistad no se encuentra entre la multitud, porque es difícil poner a prueba  a muchos, ya que habría que convivir con cada uno.”

Sin embargo  Cicerón no cierra la posibilidad de  la auténtica amistad:”Los amigos son pocos, dos personas o un pocos más.”

Aristóteles, después de reiterar tajantemente que la amistad no existe, cree que, sin dejar de ser sociable, el hombre  puede vivir sin amistad: “El hombre más feliz no tendrá en absoluto  necesidad de amigos.”

El que no se anda con rodeos es Schopenhauer que asegura, como Séneca,  que todo esto de la amistad no se debe  a una intención de convivencia social sino al miedo de estar solo con sí mismo: “Buscas a otros porque no puedes estar sólo con tí mismo.”
 
Cicerón
“Marco Tulio Cicerón, en latín Marcus Tullius Cicero1 (pronunciado ['mar.kʊs 'tul.liʊs ˈkɪkɛroː]), (Arpino, 3 de enero de 106 a. C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.































No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores