ENCUENTRO INESPERADO CON LA VOLUNTAD DE SCHOPENHAUER


Las cuatro de la tarde dentro de una tienda de campaña, de un metro de ancho por dos de largo, no hay mucho para donde hacerse, o, moverse.  La importancia del movimiento se descubre cuando no hay para donde moverse.

Me digo que es un pensamiento tonto, por obvio. Cuando han trascurrido tres días solo,  en la soledad de las montañas, se tiene muchos pensamientos tontos como ese. Tres días sin hablar, sin escucharse, sin oír a los otros, y sin embargo el pensamiento no deja de fluir.

¿En realidad extraño las veinte millones de voces de la Ciudad de México con las que nada tengo que ver más allá de un simple murmullo? Dice Epicteto que "con frecuencia se halla uno solo en Roma".

Cae sobre las montañas, arriba de Chico, Hidalgo, México, una tempestad de nieve como sólo se ven tres veces en cincuenta años. Apenas tres mil metros sobre el nivel del mar, y en un país tropical, la situación es excepcional.
Grupo  Las Monjas,  en el camino a Capula.

Es una tienda individual de confección moderna. Con armazón de delgados tubos de cobre plegables, cada segmento de veinte centímetros, formando una sola estructura, puede armarse en dos minutos, con cuerpo de mosquitero para una adecuada ventilación en caso de playa con cuarenta grados. Y con un doble techo con material  extra ligero, moderno, para soportar exitosamente tormentas como la presente y vientos huracanados.

Pienso que una joya como esta es posible hacerla sólo en los países escandinavos. Con ella se puede vivaquear en cualquier elevada repisa de la montaña, con nieve o hielo, o cruzando un desierto arenoso. La trajo  AAA, de Ohio, Estados Unidos, pero imagino que es del otro lado, hacia el noreste, Noruega o algo así.

Todo el dramatismo de la tormenta, no obstante, se vuelve monótono. Después da pasar revista a por lo menos veinte preguntas de corte filosófico. ¿Qué hago aquí?, ¿Qué es la vida?, ¿Qué es la normalidad? , ¿Qué es la individualidad?¿Y, sobre todo (estoy en una reducida tienda) ¿qué es la libertad?

 ¿Por qué soy alpinista y no futbolista? Es una aporía. En estos momentos, 13 de julio de 2014, estaría gritando, casi hasta el paroxismo, como todo el mundo, desde el estadio  Maracaná,  esperando que ganara mi equipo el  campeonato mundial de futbol, o, quizá, llorando.

Paso a observar lo que está más próximo. No puedo encender mi pequeña estufa. Hay una etiqueta que me advierte que la tienda esta confeccionada con material muy inflamable…

Para contrarrestar las bajas temperaturas que se dejan sentir, no obstante mi excelente ropa de plumas de pecho de ganso, doy un trago de miel de abejas.

Oh, descubrimiento: más abajo la etiqueta dice que, en efecto, la tienda se fabricó  del lado este pero, más allá del meridiano 20, hasta el 100: “hecho en China”

En esta época del año falta cuatro horas para que llegue la noche y ya llevo aquí tres horas, más  otras diez  para que amanezca…

Hace tres días  la mañana era excelente. A las seis de la mañana  subí trotando, sin mochila, de Chico a Carboneras, por la carretera empedrada. La Luna estaba “llena” y el cielo azul.

Ahora  hasta  un lama necesitaría su pequeña rueda giratoria de mano del tiempo para no enloquecer ante tanta inmovilidad. Se necesita tener alguna experiencia del vivac alpino para no dejar que el encanto de la vida decaiga.
Gira,tiempo, gira

En mi tienda individual se da, de manera muy patente,la fusión espacio-tiempo, que parece cobrar matices de humanizarse.

Instalado el campamento se puede hacer una “salida de contraste” para volver a encontrar que las manecillas del reloj avanzaron un poco más. 

Dos horas  entre el bosque de los tres mil  azotado por el vendaval. Una hora de ida y otra de regreso. Y, si como escribió Thoreau, si tengo suerte, hasta puedo extraviarme por otra media hora.

De mi pequeña atalaya, de la parte sur  de las cumbres del Macizo de Las Monjas, hasta el valle del León Alado y vuelta. Dos horas después, metido en mi saco de dormir, tomo el libro de Schopenhauer. No tuve suerte, no me perdí.

Otra manera de dejar pasar el tiempo es entretenerse escuchando las intensidades de la caída del hielo. Trato de  calificarlas: lluvia, tempestad, tormenta,tormentota, tormentísima, tormentisísima, lluvia...

Ensayo una manera más de superar el tiempo-espacio mediante la triada rayo-relámpago y trueno. Esta es la manera como explicaban, y siguen explicando, las más de cincuenta etnias,dueñas originales del territorio mexicano.

Me sitúo mentalmente en la cima de la montaña Tlaloc (4,150 m.s.n.m, lado este del Estado de México).En el centro de la construcción precristiana erigida, hace por lo menos mil años,en honor del dios del agua y que conozco centímetro a centímetro,literalmente, pues hemos tomado medidas de esta zona arqueológica alpina.

Veo a Tlaloc  que envía  su rayo en el que va implícita una orden, a sus tlaloques, o dioses auxiliares . Sigue la luz del  relámpago y el trueno es cuando los tlaloques agarran,  en el cielo, un palo y rompen los grades cántaros o tinajas de arcilla llenas de   agua y ésta  se precipita hacia la tierra. Según las temperaturas, que el agua encuentre en su descenso, llegarán a los bosques y a mi tienda en forma de agua líquida o de hielo.

Otra vez: rayo, relámpago,trueno, rayo, relámpago, trueno,rayo, relámpago, trueno...Miles o millones de mega vatios andan danzando encima de mi cabeza. Espero seguir contando... Voluntad, quien seas, déjame seguir contando...

Epicteto dice que no hay que tenerle miedo al rayo:"al miedo es al que hay que tenerle miedo".

En cierta ocasión, cruzando el desierto de Chihuahua,de Samalayuca hacia la sierra del Presidio, nos cayó una tormenta de granizo de un tamaño tan enorme que en estos paralelos del Valle de México no conocen. Y no me creen que les digo que hasta pueden matar al ganado o a la gente si la sorprende desprevenida en despoblado.

 Lo incluí al “hacer” la mochila no tanto por el autor sino por su pequeño volumen. Llevar la mochila sobre los hombros, a través de las montañas, exige que se sopese con cuidado cualquier gramo que se mete en ella.

 En realidad el libro  es sólo la parte de un capítulo, de una de sus grandes obras, con el que los editores han hecho toda una edición que venden a precio más alto que el del grande volumen del que lo han tomado.

Habla del amor. El noventa y ocho por ciento de su contenido es el más detallado análisis de misoginísmos que alguien pudo imaginar. Del cual más vale, en estos tiempos del feminismo, no reproducir ni siquiera una línea.

Es en realidad otra  aporía. Porque el dos por ciento restantes, dice Schopenhauer, la mujer posee cualidades, “cualidades de calidad”, ya no de  función biológica y sobrevivencia, para ella y para su crío, sin las cuales simplemente ni podríamos existir como especie ni tendría  caso alguno existir. 

La mujer parece no ser  la intención central de la obra, de la idea de Voluntad. Pero es parte ineludible de ella.

En estas circunstancias de mi vivac, es posible intuir, como tal vez en ningún “estudio” cómodo y bien dotado de calefacción, que mi voluntad, esa actividad psicológica a la que se refiere la gente (pulsiones, ego, iniciativa, esfuerzo ejecutivo, obediencia al entendimiento…), no es a la Voluntad a la que Schopenhauer se refiere.

La Voluntad de Schopenhauer  la tengo en este momento sobre mi cabeza, afuera de mi tienda, en los bosques, en el hielo que cae. En el sol brillante de hace tres días. La naturaleza habla. Es, en primera instancia, la naturaleza mediante la cual que se objetiva   esa Voluntad.
un Renoir

 Más allá que si tuviera sólo el modo antropológico, esa Voluntad es un poder metafísico o la fuerza del universo.

Recuerdo La Lucha por la expresión, de Fidelino Figueiredo: " sin esos pruritos filosóficos, sin dudas y preguntas sobre temas insolubles (aporías) y sobre el valor de nuestros actos y de nuestras ideas, la existencia sería sólo un vegetar orgánico."

El antropocentrismo no acepta que el humano sea un pasajero más del barco, quiere ser el capitán. Según Greenpeace es un pésimo capitán.

Hace veinte siglos Epicteto ya pensaba también que la naturaleza es un ser viviente,fenoménico y espiritual: "Conviene tener siempre en la mente que el mundo es como un viviente animado,que tiene una materia y una alma." Lo dice en su Manual y Máximas.

La mujer,como parte visible de esa Voluntad,hizo decir a Schopenhauer: "De todas maneras aventajan a los hombres en piedad,en humanidad,en simpatía por el prójimo.Si la justicia es la virtud viril,la piedad es la virtud femenina."

 Por eso Schopenhauer ha tenido que hacer una concesión a sus inmensos misoginísmos.  Aceptar que la vía por la  que esa Voluntad fenoménica-metafísica, se  puede hacer presente ante nuestros sentidos, es  sólo a través de la mujer.



























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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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