NEGANDO A SCHOPENHAUER TRES VECES CUANDO EL GALLO CANTA


Homero, Ovidio, Cervantes y Flaubert niegan a Schopenhauer.

El genio de la especie es procrear un hijo o hija, lo demás es poesía semejante a un gallo que canta en el corral  al amanece buscando una gallina.

Así hablaba Schopenhauer.

Sólo cinco segundos necesita un gallo y acaba todo. Se pierde satisfecho cacareando entre el gallinero, negando el presente que ya  no existe para él porque el encuentro con la gallina fue sin que mediara el pasado y habrá futuro hasta que vuelva a  sentir que sus pulsiones canten de nuevo en el gallinero.

Los poetas se tapan los oídos. No pueden conciliar su arte poético con ese misoginísmo que ha reducido a la mujer  a sólo una criatura biológica. 

Emprenden el camino contrario, dimensionándola  como sólo los poetas saben hacerlo, aunque se vayan al    extremo de lo  creíble.

Sin Helena no se hubiera dado una guerra de Troya, tampoco conoceríamos el infierno en el que se introduce Orfeo buscando a su Eurídice ni a Cervantes haciendo hazañas para que lleguen a oídos de su Dulcinea ni a Matho arrostrando el peligro mortal  buscando a su Salambó.
Helena de Troya por Evelyn de Morgan

Schopenhauer no cree en esos arrebatos líricos que le parecen anhelos propios de adolescentes, de la enseñanza media, a los que les empiezan a brotar barros en la cara. Todo para él se reduce al interés de la especie cantando en el gallinero:

 “el humus de lo que nace lo poético y lo sublime que los poetas nunca cesarán de cantar”, dice en Los dolores del mundo.

Los poetas, en cambio, sin hacer caso de misoginísmos, han dejado imperecederos arrebatos de bellas mujeres que, por seguirlas, los hombres fueron capaces de destruir reinos o cometer locuras.

Epicteto es otro escéptico y dice que la mujer fue sólo el leit motiv que esconde las intenciones que   los hombres tienen para emprender sus locas aventuras: “A Paris le pareció bien robar a  Helena y a Helena seguir a Paris. Si a Menelao le hubiera parecido bien, asimismo, prescindir de una mujer infiel, ¿qué hubiera sucedido? Pues que nos hubiésemos quedado sin Ilíada y sin Odisea: lo demás no tiene importancia.” (Manual y Máximas)

Homero canta en realidad, en la Ilíada,  el poema que debió llamarse Héctor. Helena, como Aquiles, los griegos y los troyanos, parece que le importan poca cosa. Cuando Héctor muere Homero se desentiende de todo. Como luego lo hará Paul Áster en el siglo veinte con algunos personajes de    sus novelas. Es Virgilio el que nos contará la destrucción de Ilión y la huida de un grupo de troyanos hacia la Península Itálica. 

Eurípides ha quedado abrumado con el tratamiento que Homero ha dado a Helena. Helena adúltera y provocadora, que el pueblo troyano odiaba porque se alegraba cuando los troyanos iban ganando y se burlaba de ellos cuando los griegos eran los que avanzaban. Ligerita porque se fue corriendo tras Paris aunque siempre dijo que éste la había raptado.

Esa Helena no puede estar asociada con el símbolo sagrado que quedará grabado,  como un glifo imperecedero, recordándonos a la Grecia que vivirá como recuerdo histórico y como guía de la alta cultura de la humanidad, la que nos dejó su inmortal Paideia que nos relata W. Jaeger.

Eurípides nos ha dejado una obra (Helena) que  niega  la participación de Helena en la tragedia de Troya. La sitúa lejos, en Egipto, en tanto se desarrolla el sitio de diez años contra Ilión por los griegos.

No fui yo la que  estaba en Troya, le jura Helena a Menelao cuando éste se reúne con ella en Egipto, fue una figura hecha de viento y humo semejante a mí y que también se llamaba Helena…

Eurídice es también sólo un leit motiv porque en el poema de Ovidio esta mujer no pronuncia una sola palabra ni externa la menor intención ni deseo. Es Orfeo el que despliega toda una actividad tan unilateral como narcisista. Con el hechizo de su flauta logra lo que solamente pocos mortales (Pitágoras, Eneas y Dante) han logrado y es entrar y salir de los infiernos.  

Matho es el personaje de Flaubert que se ajusta más al ideal Schopenhaueriano. Ya no quiere atacar a Roma para defender a Cartago ni tampoco le importa dirigir sus ejércitos mercenarios contra la Cartago que ya no paga sus servicios.  Ahora habla en él el genio de la especie y busca a su adorada Salambó, aunque eso signifique  para él la muerte a manos del pueblo cartaginés.

Aldonaza Lorenzo, al igual que Eurídice, sólo es la pura figura que un tal Quijano evocará como musa inspiradora de sus ingeniosos e inmortales sueños locos que tiene la humanidad y que él protagoniza. Es una mujer resistente de campo, y una experta en fabricar chorizos, en la que puede muy bien sentar sus reales el genio de la especie de Schopenhauer. Pero Cervantes es un poeta…


Schopenhauer tiene un argumento que parece echar por tierra los arrebatos líricos de los poetas y hacer prevalecer su idea del genio de la especie.  Con este argumento Schopenhauer espera convencer que el amor no es lo más importante, como dicen los poetas.

Don Quijote veía así a su Dulcinea del Toboso
Collaut-Valera,Madrid

Dice que todo el éxtasis sexual que  la gallina tiene, en sus cinco segundos con el galló, no justifican los dolores cuando pone el huevo. Y, sin embargo,  de esa serie de malestares y dolores, sigue acudiendo cuando el gallo canta:

“No son las almas las que se buscan, son los cuerpos. El objetivo es crear el ser más perfecto.” Schopenhauer. 

“¡Tremendo a las mujeres es el dolor del alumbramiento y el amor a los hijos es como la esencia del sexo femenino!”  escribe Eurípides en su tragedia Las fenicias.

"El ser más perfecto" es el  pensamiento de Schopenhauer que rescata a la pareja de las ciegas pulsiones ciegas y la lanza hacia un destino superior más allá del gallinero...
Schopenhaur


“Arthur Schopenhauer [Acerca de este sonido 'ʔatʰu:ɐ 'ʃo:pnhaʊɐ (?·i)] (Danzig, 22 de febrero de 1788Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta.”Wikipedia


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores