MAX SCHELER Y EL VALER DE LOS VALORES EN EL ALPINISMO


Herido estaba el escalador por la caída que había sufrido el día anterior al cruzar el puente de nieve sobre la grieta en el glaciar.

En el amanecer cobró tal fuerza la tormenta que, a la altitud en la que se encontraban de la montaña, el vendaval podría llevarse la tienda de campaña con todo y alpinistas. Era la tienda mejor diseñada que habían podido encontrar en el extranjero para vivac colgante, así como sleeping, estufas, etc.

Sin pensarlo, literalmente, diría después, apenas pudieron ver entre la noche que terminaba y la borrasca, ató la cuerda a la cintura del compañero y empezaron a perder altura efectuando varios rappeles tan aéreos en los corredores de nieve y hielo  como penosos.

 Cuatro horas después, al abrigo de las rocas de una plataforma de nieve con la base de la montaña cercana, en una despejada momentánea de la tormenta, pudieron  ver que, en efecto, la tienda ya no estaba. Mucho dinero, pero sobre todo, equipo de mucha calidad se lo había llevado el viento y la nieve. Por la tarde llegaron al campamento base.
PARED SUR DEL MONTE AMEGHINO, REP. ARGENTINA

Los otros componentes de la expedición felicitaron a Yuma por haber elegido salvar a Erick, y no abandonarlo en la  tienda. Se dan casos...

Quise salvar a los valores morales de los que Erick es depositario, y no a la tienda. La tienda, aunque es parte de los valores, no posee valores morales. No pasa de ser una  cosa. ¿No es así, Andrés?

Alguien recordó una   película estadounidense ( Año bisiesto,2010, director Anan Tucker).Una pareja va a contraer matrimonio y es sorprendida por un sismo que hace oscilar peligrosamente el hotel en el que se alojan. El novio se apresura a llevar a lugar seguro cuanto puede de valor material como computadora, cámara fotográfica, etc. A la novia (Amy Adams) ni siquiera voltea a verla. Ésta comprende en ese momento que, para el hombre con el va a casarse, lo primordial es el utilitarismo, y en segundo lugar, si es que los tiene, los valores morales. No espera a averiguarlo y se marcha…

Andrés, otro del grupo, que sabe de estas cosas, empezó a explicarnos que la vida se compone de cosas reales y de objetos ideales. La tienda de campaña está sujeta al tiempo, a la cantidad, al espacio. Si la tienda se pierde es indiferente. Si Erick perece  se acaba, como acabas de decir, un depositario de estos valores.

Así es como Erick viene siendo algo no-indiferente. El grado de esa no-indiferencia es el valer,  del valor. Para que me entiendan es a semejanza de los billetes de moneda comercial que uno cuesta o vale un dólar, otro cien  dólares, otro mil dólares… Así son los valores de las esencias. Unos valen menos y otros más.Hay toda una jerarquía de valores.

Si Erick perece, hay que insistir, muere un depositario de los valores. De esta manera Erick viene siendo algo no- indiferente. El grado de esa no-indiferencia es lo que vale, es el valer del valor.

Una muchacha me es completamente indiferente, no tiene ningún valor para mí. Rostro, trasero, senos, es pura fenomenología. Otra muchacha no me es indiferente. Tiene un valor. Esto viene a cuento porque el amor es ideal, no fenomenológico. 

Cuando ese sentimiento es auténtico, no mera ilusión de humo, a la mujer se le ama igual a los ochenta años de edad con las rodillas descalcificadas, las cifras del colesterol hasta las nubes, unos kilitos de más, con menos piezas dentales y el rostro deshidratado, que cuando era jovencita.
CAMINO A USPALLATA

En este caso el depositario del amor envejece, no así el sentimiento del amor, que se encuentra fuera de la fenomenología.

Scheler lo explica así en su Ética: “El querer moral no debe emprender su camino, su principio, a través de la Ética, mediante la cual ningún hombre evidentemente, se hace “bueno”, sino a través del conocimiento y la intuición morales.”

¿Con el ejemplo de los billetes te refieres a una escala de valores?

En efecto.Los valores éticos son superados, en esta jerarquía de valores, por los valores religiosos. Si de manera  esquemática  asignamos hasta “abajo” un lugar cerca del cero, este nivel será el de la indiferencia. 

De ahí para arriba, en tanto ascienda, será cada vez menos indiferente. A partir del cero  encontraremos los valores útiles, vitales, lógicos, estéticos, los éticos y los religiosos:

“Tiene  cierta importancia este “criterio” de la “altura” de un valor-dice Scheler-. Los valores más inferiores son, a la vez, los valores esencialmente “más fugaces”. Los valores superiores son, al mismo tiempo, valores eternos…También es indudable que los valores son tanto “más altos “cuanto menos  divisibles son, es decir, cuanto menos hayan de ser “fraccionados, por la participación de muchos de ellos.”

El que estén caracterizados los valores no quiere decir que están fragmentados, o divididos, porque ya he mencionado que los valores no son  cosas, sujetas a la fenomenología, sino que están sobre el fenómeno esas cualidades valiosas, cualidades valentes, de valor.

Andrés dijo que el tema daba para mucho más. Propuso que lo pospusiéramos para cuando, al final del trabajo de montaña, lo continuáramos en “El gaucho veloz”, una taberna   de Uspallata, refrescando el gaznate con un buen vino de San Juan. ¿De acuerdo? ¿Votos en contra? ¡Se aprueba por unanimidad!
M.SCHELER



“Max Scheler (22 de agosto de 1874, Múnich – 19 de mayo de 1928, Fráncfort del Meno) fue un filósofo alemán, de gran importancia en el desarrollo de lafenomenología, la ética y la antropología filosófica, además de ser un clásico dentro de la filosofía de la religión” Wikipedia




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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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