M.G.MORENTE Y EL TIEMPO VITAL EN EL ALPINISMO


El tiempo vital en el alpinismo viene del futuro hacia el presente, en sentido contrario del tiempo físico que viaja en el tren de la causalidad del pasado hacia el futuro pasando por el presente,

dijo Harry mientras echaba más ramas a la hoguera. Todavía llevaban nieve adherida pero pronto se fundía elevándose el vapor que se con-fundía con el humo.

Parece un relato de ficción, comentó Kiva.

Parece pero nosotros somos los que estamos en medio de la estación de los ferrocarriles viendo que unos van y otros vienen.

Argamasa se llama en la industria de la construcción, al mortero o “mezcla”, que une dos o más rocas, en el caso de las pirámides, “ladrillos”, en las casas modernas.

El caso es que la mezcla no es un sujeto o unidad, sólo es la que une a las fuerzas. Pero diremos, tautológicamente, que sin ese mortero no hay unidad. El tiempo, por ejemplo, puede ser ese mortero (en otros terrenos también pueden ser las vitales fuerzas de la fe, del amor...).

El tiempo astronómico, el tiempo vital, la libertad y la necesidad, van unidas. En nombre de mi libertad puedo hacer o puedo no hacer. Pero como el humano se define por lo que hace, sino hace es como si no existiera. Entonces para ser es necesario hacer. Pero una vez que lo hemos hecho, deja de ser. Pasa a ser cosa petrificada, como amonita.

El tiempo vital futuro  que ya es presente vivo 

(En el primer tercio de la pared norte del Abanico, Popocatépetl,México, tomada desde el Corredor Oeste)

Más despacio-pedí desde mi sleeping en el fondo de la tienda de campaña- que soy lento y además no acabo de despertar.

Como un libro de alpinismo que relata cosas de la vida vivida en las montañas pero que ya agotó su capacidad de acción. Es un testimonio pero que quedó congelado en el tiempo. 

El fin de las novelas o de las películas las recordamos hasta que aparece la palabra “fin”, no más allá.

Está el testimonio que fue pero ya no es, ya no vive. Ya no deviene. Entonces, para escapar de la petrificación, necesitamos ser en lo que todavía no es.

 Es lo que se llama soñar despierto.

 Vivir en la realización del proyecto. En ese momento estamos viviendo no un presente, porque nuestro presente ya fue, ya está petrificado, sino que estamos vivos porque vamos en pos de un futuro que nos da vida en el presente.

"Debo tener el talento y la paciencia de formular lo que no está contenido en el lenguaje de nuestro tiempo,porque lo que ahora es inteligible no tiene sentido." escribió Henry Miller en Trópico de Capricornio.

Jean Whal se refiere a Hegel en el sentido que éste filosofo está convencido que el futuro está  determinado por el pasado,tal como comúnmente lo percibimos.Pero Whal  no deja de mencionar  que tanto para Kierkegaard,  como para el mismo Hegel, también es al revés:

"Según  algunos pasajes, de estos filósofos, pudiéramos decir que construimos el tiempo partiendo de nuestro futuro" (Introducción a la filosofía, Cap. IV)

El estudiante que cursa sus materias está viviendo ya en el todavía inexistente día de su graduación o examen final.

Nosotros estamos viviendo, esta mañana,  en el momento futuro de alcanzar la cima del Abanico, a través de su pared norte.

Por eso cuando los  alpinistas se reúnen a comentar detalles de la escalada ya realizada están comentando sobre  recuerdos, sobre cosas petrificadas. Ya pasadas. Están viviendo un presente ya muerto, carente de devenir.

 Y es el momento que vuelven a “hacer planes” de nuevas escaladas. Es decir, ese futuro todavía lejano, lo vuelven a hacer presente. Lo que todavía no es, ya empieza a  ser.

Diferente al historiador que parte desde el tiempo físico pasado, relatándonos hechos  enmarcados en   la causa y el efecto y que acaso el plan de trabajo abarque hasta el presente, ya muerto.

Aferrado al tiempo vital porque el otro ya está fosilizado

(Ilustración de Max,diario El País, España,26/07/14)

¿Estamos parados en la estación de ferrocarril viendo a los tiempos que unos vienen y otras van?

Unos vienen y otros están.

Si tenemos algún plan, sino ya estamos petrificados en el presente.

Morente lo dice así en su obra Lecciones preliminares de filosofía:

 “El pasado es el germen del presente en el tiempo astronómico, que está “en” la vida. Pero el tiempo vital, el tiempo existencial en que la vida consiste, es un tiempo en donde lo que va ser está antes de lo que es. Lo que va a ser trae lo que es. El presente es un “sido” del futuro…aquí, en la vida, el tiempo está dentro de la cosa misma. El ser mismo de la cosa consiste en ser temporal es decir, en anticiparse, en querer ser, en poder ser, en haber de ser. Y entonces, cuando ese poder ser y haber de ser, es. Cuando el futuro se convierte en futuro sido, en ese instante lo que “ya” es el excremento de la vida y la vida sigue su curso en busca de sí misma a lo largo de ese infinito futuro infinitamente fecundo.”





“Manuel García Morente (Arjonilla, Jaén, 22 de abril de 1886Madrid, 7 de diciembre de 1942) fue un filósofo español y, converso católico, en sus últimos años de vida fue sacerdote. Fue un gran divulgador, traductor de obras del pensamiento europeo, filósofo de cuño original, y gracias a su magisterio oral y escrito se iniciaron en la filosofía, y aún hoy día lo siguen haciendo, multitud de promociones universitarias….”






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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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