H.MILLER VIAJA HACIA LA CONTRADICCIÓN


Lo que puede ser es más importante que lo que fue y es, dice Aristóteles.

Henry Miller intuye  y percibe, al llegar a Grecia, el equilibrio de los contrarios.

Eso le escribe a Anais Nin en una carta, refiriéndose a los filósofos antiguos. Sin esto, dice,” todo se precipita hacia el caos y la imbecilidad.”

Le pregunta si las palabras del Hamlet, de Shakespeare, ser o no ser, serían adaptadas para el texto pero que en realidad las dichas por Sócrates hayan sido ser y no ser. 

Aquellas buscando la abstracción sin referencia de su contrario sustentador. Las de Sócrates afianzando las categorías necesarias para el diálogo.

Nietzsche dice que las cosas son las cosas y nada más que  cosas y no hay necesidad de andar buscando debajo de las piedras asuntos que no existen. No hay la tan mentada esencia que aseguran los filósofos de las ideas.

 Las cosas, en su finitud, que aparecen y desaparecen, en el tiempo y en el espacio, ilustran plenamente lo que se llama devenir, movimiento, pasar y volver a ser. Todo mensurable o fenomenológico.
Sólo en la libertad se puede disentir

Dibujo tomado de La psiquiatría en la vida diaria,
 1968,de Fritz Redlich

Ser es y no ser también es (es la contraparte del molde). Lo que importa para el  que es, es lo que puede estar en el tiempo virtual que todavía no llega (el bebé para una pareja, la edición del libro para el escritor, la labor ecuménica entre las religiones, etc. ).Sólo lo que puede llegar a ser empieza por el final, no por el principio. Pero nada de esto sirve sino hay libertad de pensamiento y acción.



En cambio las esencias, o sea las ideas, son intemporales. No son piedras ni tortillas que se pesen por kilo.


Lo que cada quien tiene que resolver, ya sea con un simple mohín, o con todo detenimiento del que sea capaz, es que si existe una cosa es que se le considera desde su contraparte. Como el negativo y el positivo del molde que deja  su huella en el cemento fresco. O el ejemplo de la fotografía antigua del blanco y negro.

Como una metáfora que es un modo de decir de otra realidad. Como una oración que tiene su aplicación fuera de la fenomenología. Entre la apariencia y la realidad. Entre la cosa y la idea.

Molde que no deja huella es una abstracción. Cercana a una aberración. Hubo, hay, y parece que siempre habrá, moldes sin huella, es decir, sin su referente sustentador.

Montaigne,   también viajero empedernido, ofrece una anécdota de esta naturaleza: “Un hombre de incalculable fortuna, que aportaba su parecer a una conversación ligera llevada al desgaire en su  mesa, comenzaba así sus reparos: Quien opine lo contrario no puede ser más que un embustero o un ignorante… Sigan tan aguda filosofía con un puñal en la mano.”


Ese es el lenguaje de la taberna, que no difiere en nada de las exquisitas abstracciones  de los modos de la semántica, negadoras de la dialéctica.

Max Scheler, en su Ética, ilustra esto cuando habla de la comunicación, la participación y la proposición: “ La comunicación de un deseo o de un mandato con la intención del guiar el querer de otros es también esencialmente distinta de la participación de un juicio estimativo y hasta de la mera indicación de un valor presente, aunque esa distinción con mucha frecuencia vaya enmascarada en el idioma, como en el caso del  “tú debes” susceptible de una doble interpretación…Y ¡cuán pobre sería nuestro mundo de valores, si hubiera de ser el valor tan sólo la X de una tendencia posible o efectiva…La proposición de valor no es, por tanto, de ningún modo una exigencia o un mandato enmascarado de querer u obrar de una manera determinada.”

H.Miller está feliz en su mundo pero, se pregunta ( en Trópico de Capricornio),cuál no es su mundo: "Me faltaba tiempo para hacer un mundo mío:tenía que quedarme inmóvil como Atlas,con los pies sobre el lomo del elefante,y el elefante sobre el lomo de la tortuga.Preguntar sobre qué descansaba la tortuga sería volverse loco".

Y así, pensando y pensando,se alza sobre el caos de un mundo que sólo descansaba en la abstracción. 

De la lectura de sus Trópicos muchos se han quedado con palabras como pedos,coitos,orgasmos,anatemas,etc. Ese es su modo (algo que recuerda el estilo de Bukowski) de que el hombre de banqueta lo lea pero,al Miller de calidad lo encontramos detrás de esas palabras y ligeros conceptos.Apuesta por lo que está más allá de lo perecedero: "Si el Ser no fuera imperecedero,el "yo" de que escribo se habría destruido hace mucho."

Este asegurar, por unos, la existencia de las esencias y asegurar, por otros, la sola existencia de las cosas, no es el mundo del caos sino el feliz  terreno de juego donde se realiza el ejercicio de la libertad de pensamiento.

 Así viene siendo, para Hegel, que “lo no esencial es esencial a la esencia.”En estas palabras, se conserva el sano  principio de contradicción.

De otra manera sólo quedaría platicar, como el de la taberna, con un puñal en la mano o, como dice Miller, precipitarse en el caos y la imbecilidad.

“Henry Valentine Miller (n. Nueva York, 26 de diciembre de 1891 - m.Los Ángeles, California, 7 de junio de 1980) fue novelistaestadounidense.1 Su obra se compone de novelas semiautobiográficas, en las que el tono crudo, sensual y sin tapujos suscitó una serie de controversias en el seno de un Estados Unidos puritano que Miller quiso estigmatizar denunciando la hipocresía moral de la sociedad norteamericana, criticando de paso el devenir de la existencia humana, desnudando su cinismo y múltiples contradicciones. Censurado por su estilo y contenido provocativo y rebelde en relación a la creación literaria de su época, sus obras influyeron notablemente en la llamadaGeneración Beat” Wikipedia.





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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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