M.SCHELER Y LA DISPOSICIÓN DE ÁNIMO EN EL ALPINISMO


Abordar una primera escalada o una primera travesía, es cuando más nítidamente se ven estos aspectos de intuición y de percepción. 

La percepción será un instrumentar el equipo con relación al posible itinerario. Pero antes que la percepción tuvo lugar la intuición.”La disposición de ánimo está a un grado más de profundidad que la intención- escribe Max Scheler en su obra Ética y agrega:-La persona se da únicamente en la ejecución de los actos”.

La intuición es esa realidad que se presenta sin que yo la genere y que no conoce obstáculo alguno. Lo antitético, como si fuera realmente su contrario, estriba  en la percepción que mide y sopesa los pros y los contras muy fenómenológicamente.

Los actos son el libro abierto de cómo es verdaderamente  alguien, independientemente de sus palabras.  Pero, ¿cómo y cuándo empiezan esos actos y para qué sirven? Son muchas preguntas. ¿Es a través de la dificultad alpina que se da esa conciencia de mi existir, que Scheler llama disposición de ánimo?

Emprender una excursión, a pie, por las montañas, necesita cierta disposición de ánimo. Esta disposición de ánimo juega su rol, decisivo, mucho antes de preparar la mochila en casa. Parece que es la misma cosa en todas las situaciones de la vida.

Ir a las montañas es más difícil el decidirse a ello  cuando las salidas comprenden periodos prolongados entre una y otra salida (el habito se afloja).

El tema de la disposición de ánimo, para emprender una acción, ya sea positiva o negativa, ocupa toda una gama de valores en la filosofía. Casi la tenemos en la vida diaria como un lugar común. 

Pero es tan vitalmente importante que, al parecer, vuela sobre la fenomenología y el accidente, y se va a las regiones de las sustancias.

Todo escalador puede hacer como las aves que van en pos de la primavera, que vuela de un lado a otro del planeta procurar mantenerse dentro de los 20 grados C. No tienen necesidad de echar mano de grandes adaptaciones. Así el escalador dentro de su “milenio” de altitud. Escalo sólo en los 2 mil o en los 4 mil...

Pero todo animal, como los mamíferos, que van de un lugar helado a otro caliente o a los valles templados, tiene que sufrir una adaptación diferente. Así la disposición de ánimo es diferente para el que escala en los 2 mil que en los 5 mil o más. 

El clima, la cantidad de oxigeno, el estado de las rocas obligara a otro tipo de alimentos, ropa, equipo, técnica y, sobre todo, y antes que  todo, a otra disposición de ánimo.

Abordar escaladas en la montaña cerca de los centros urbanos el ambiente social de cercanía cuenta en un cierto estado de ánimo. Será diferente si el individuo se encuentra escalando 3 mil metros más arriba en los roquedales aislados y lejanos. Si la ruta que se sigue es de repaso o se trata de la primera, etc.

Disposición de ánimo. Intuición y percepción. Una misma cosa en diferentes niveles. Con frecuencia se le convierte en abstracciones para presentarlas como adversarias.
Tomado de La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968.

Es "La trampa de manejar las abstracciones" dice Henry Miller.

La noticia que nos dan Kant y Scheler es que al estado de ánimo no se le  puede regular a voluntad, como si se tratara un termostato.

Estos dos pensadores  coinciden en que la disposición de ánimo es diferente, y más profunda, que lo que conocemos como “intención”. La disposición de ánimo es algo que pertenece a la región de lo intuitivo o esencial:  "Tan exacta es la opinión de Kant-dice Scheler-al afirmar que le disposición de ánimo, y no la intención, es el depositario primario, de lo bueno y lo malo.”

En todo esto está implicado mi libre albedrio. ¿Es así como actúa lo que llamamos destino?¿Depositarios? Como pasa con los billetes de la moneda corriente. Ni somos nosotros los billetes ni los hacemos ni nos pertenecen más que de manera fugaz. Sólo en ese lapso de tiempo somos los depositarios de los billetes. Así con la disposición de ánimo.

Scheler no quiere dejar lugar a dudas respecto de este tema:”La deposición de ánimo representa algo que no puede ser perturbado, destruido o alterado por la sola enfermedad psíquica, por muy grave  que esta sea, ni por muy profundamente que esas perversiones puedan  extenderse  a los grados intermedios  que conducen a la disposición de ánimo hasta la acción...Puede y debe con derecho decirse que sólo en la acción se “verifica” la disposición de ánimo.”

Probablemente hay en el fondo, con esto de la disposición de ánimo, una manera de decir yo existo. Pero, como se dice, soy sólo el depositario de ese sentimiento de disposición de ánimo, sea  una manera en la que se me está diciendo tú existes. Jean Whal, en su Introducción a la filosofía, lo dice así:

 “la existencia es, por una parte, lo que nos resiste, y, por otra, el esfuerzo que ejercitamos sobre lo que  se resiste. Así, podría definirse la existencia ya por la resistencia, ya por el esfuerzo, ya más bien por la relación o la unión de ambos: pues ambos están unidos a la vez que luchan entre sí…Sería cosa de notar que si podemos definir la existencia por la resistencia y el esfuerzo, es porque estas dos ideas se presentan con cierta intensidad.”
 
SCHELER




“Max Scheler (22 de agosto de 1874, Múnich – 19 de mayo de 
1928, Fráncfort del Meno) fue un filósofo alemán, de gran importancia en el desarrollo de lafenomenología, la ética y la antropología filosófica, además de ser un clásico dentro de la filosofía de la religión” Wikipedia
















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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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