SHAKESPEARE VISTO POR GOETHE


Única e irrepetible es una obra de arte creada por un artesano.

Pero el troquel puede hacer mil obras de arte.

Es una tesis apretada y desabrida pero sirve para reconocer el papel enorme de cuando una nación-troquel ofrece las condiciones apropiadas para que en ella se manifieste, de modo amplio, el genio creador de sus pobladores, tanto en la ciencia como en las humanidades.

Goethe pone otro símil para referirse a Shakespeare. Dice que si el Monte Blanco, la  montaña más alta de los Alpes europeos, estuviera sola en la llanura, sería una cosa especialmente imponente. Pero que situada como está, junto a otras montañas, no menos formidables…

En el desierto de Altar,Sonora, México,la montaña del Pinacate se ve enorme sobre la llanura ¡y sólo tiene 400 metros sobre su base!

Así son los genios en las tierras yermas,  se distinguen desde la lejanía. Pero colocados en terreno fértil, crecen junto a otros semejantes. Anota:

 “Con Shakespeare ocurre lo que con las montañas suizas. Si se trasplanta el Montblanc a la gran llanura de la landa de Luneburgo, el asombro que su grandeza produzca no dejará hallar palabras para encomiarla. Pero si se le ve en su país; si se llega a él pasando por delante de sus grandes vecinos, la Jungfrau,  el Finisteraarhorn, el Eiger, el Wetterhorn, el San Gotardo, y el Monte Rosa, el Montblanc seguirá siendo un coloso; pero ya no producirá un asombro semejante.”

En los países donde corre mucha tinta de la nota roja y la risa fácil, la gente no tiene otros paradigmas de calidad que seguir, imitar y, con el tiempo, superar el nivel cultural.

Para escapar a este magro panorama cultural los que pueden se arman con equipo costosos para oír su música y sus programas.

De esa manera se le deja en la indefensión al pueblo que debe oír treinta comerciales  para poder escuchar una sola canción. En las pantallas chicas de los hogares hay más lágrimas que en los panteones el 2 de noviembre y en los periódicos más balazos que en las guerras actuales del Cercano Oriente.

Cambiar de canal en un segundo aparece un cuadro desbordante de risas. Este cuadro psiquiátrico va conformando con los años la mente de los habitantes de ese país.

Goethe nos ha dejado testimonio que en su tiempo, principios del siglo diecinueve, era el mismo cuadro patológico de trastorno bipolar, si bien   en una escala casi pueblerina con relación a la que tenemos dos siglos después de su época:

“La creación libre, ingenua, como de ensueño, única que puede hacer prosperar lo verdaderamente grande, no es ya posible. 
Nuestros talentos actuales están en la bandejas de la publicidad. Las hojas críticas, que diariamente aparecen en cien diversos lugares, y las habladurías por ellos fomentadas en el público, imposibilitan la aparición de nada sano. El que no espere apartarse de esto y aislarse violentamente está perdido.”

Los medio de información masiva son ya una manera de enterarse de cosas y situaciones pero por ahí no se va a ningún lado muy lejos. Goethe agrega que el poeta debe buscar en sí mismo porque afuera no encontrará nada:

“Los periódicos, con su mala tendencia, predominantemente crítica  y negativa, propagan, es cierto, una cultura a medias entre las masas; pero para el talento productor son niebla deletérea, ponzoñosa lluvia que corrompe las fuerzas creadoras del árbol, desde el verde atavío de las hojas hasta su más honda raíz y sus más escondidas fibras.”
¡ES UN POETA!
Dibujo tomado del libro La Psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich,1968 

Más no habría que tenerle miedo al Estado-troquel de la cultura. Su papel es propiciar (con suficientes presupuestos e intrínsecas condiciones fácticas) un campo libre para las ideas. Poner en la cancha el balón de la dialéctica y el devenir, esa doble dinamicidad tan apreciada por los filósofos de todas las épocas, y no ser el aparato censor-punitivo de las almas libres.

Tampoco así se desarrollan los genios. Es en una época propicia que tiene que ver con la actitud del Estado para con las Humanidades. Goethe lo señala con el mismo Shakespeare dentro de su Inglaterra de las diferentes épocas:

“…el que no quiera creer  que una gran parte de la grandeza de Shakespeare se debe a su  época grande y fuerte, pregúntese si tan asombrosa aparición sería posible en la Inglaterra de 1824, en estos malos tiempos de periódicos críticos y desmenuzadores.”
 
GOETHE
“Johann Wolfgang von Goethe (ˈjoːhan ˈvɔlfɡaŋ fɔn ˈɡøːtə) ( 28 de agostode 1749, en Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania  22 de marzo de 1832, enWeimar, Turingia, Alemania) fue un poeta, novelista, dramaturgo y científicoalemán que ayudó a fundar el romanticismo, movimiento al que influenció profundamente. En palabras de George Eliot fue "el más grande hombre de letras alemán... y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra". Su obra, que abarca géneros como la novela, la poesía lírica, el drama e incluso controvertidos tratados científicos, dejó una profunda huella en importantes escritores, compositores, pensadores y artistas posteriores, siendo incalculable en la filosofía alemana posterior y constante fuente de inspiración para todo tipo de obras.” Wikipedia









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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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