ALPINISMO COMO TRADICION Y REVOLUCIÓN

Max Scheler, Ética- José Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo.

Como una expedición alpina, en montañas desconocidas, así es la vida del individuo y de las sociedades.

De la fortaleza del campamento base se parte para la exploración  y conquista de la montaña. La revolución alpina sólo es posible desde una tradición.Y entre más fuerte sea la tradición más sólida será la revolución.

Trasladado al terreno de la sociedad José Ortega y Gasset dice:

“Dentro de esta alma colectiva, tejida de tradiciones, que reside en cada uno, comienza desde luego a formarse un pequeño núcleo central: el sentimiento de la individualidad.”

Luego la expedición  instala el primer  campamento de altura. De aquí parte para levantar  el campamento 2, luego para el campamento 3, etc.

Una sociedad fuerte va a propiciar individuos fuertes. ¿Pero que son individuos fuertes? Los que tengan la suficiente intuición, y percepción, de detectar los puntos débiles de esa sociedad.¡ Y aporte para componerlos realmente, más allá de la oralidad, no para seguir descomponiendolos!

Como los alpinistas al seleccionar el sitio adecuado para instalar los campamentos de altura como sería (siempre que se pueda escoger,) a salvo de la caída de aludes, protegido de los vientos, abastecidos de agua o de nieve para fundir y obtener agua para beber…

Al modo de  cómo se hace en el gimnasio, para trasformar al individuo medio, en  un deportista vigoroso. Después éste instalará el campamento 2, y el 3, más fuerte aun que el 2, el 4, etc.

Al irse alejando del campamento base los alpinistas tendrán que ir resolver por su cuenta: “Primero es el “nosotros” y luego el “yo, dice Ortega.

La montaña que estamos ascendiendo es un mundo real y también un mundo subjetivo.

 Primero real. La pesada mochila, en combinación con la escases de oxigeno por la elevada cota en la que nos movemos, que impacta perniciosamente mis glóbulos en la sangre, me recuerdan que la montaña es real con  sus acarreaderos que parecen interminables y el laberinto de sus “seracs” que hemos dejado abajo.

Pero la intención de subirla la hace también una montaña ideal, como cuando Máx Scheler trata de definir al “mundo”, ese “mundo” que estamos mentando con tanta frecuencia todos los días:

“el mundo no es de ningún modo una “idea”, sino un ser individual, de existencia absoluta, y, sobre todo, concreto; y es la intención que apunta al mundo la que se convierte  en una idea no susceptible, en principio, de cumplimiento, en algo meramente pensado, cuándo pretendemos que sea “dado” e incluso dado en sí mismo a una multitud de personas individuales.”

La realidad del mundo, como la realidad de la montaña, es también un subjetivismo. Pero un subjetivismo mío. ¿Quién puede asegurarme que esta ascensión significa lo mismo para mis compañeros de cordada lo que es para mí?

El campamento base es como una “multitud de mundos personales”.
 
Del tradicional campamento base parte toda innovación.
Pared sur del monte Ameghino,Rep. Argentina.
Esta ascensión es para algunos la culminación de su trayectoria alpina porque para ellos el alpinismo es un deporte que, como todo deporte, tiene su principio y su final en la vida del individuo. 

Después de veinte años de alpinistas se retirarán y serán felices en la vida del valle.

Para otros esta ascensión es sólo una ascensión más en su historial alpino porque han hecho del alpinismo su modo de vida, no sólo su deporte. Aun con bastón alpino y la espalda encorvada, recorrerán los viejos caminos de la nieve.

La cordada que ha salido hace dos días, para subir por la vía clásica, por la ruta de los refugios, está haciendo alpinismo contemporáneo, como se llama a la práctica que tenemos  de subir por donde otros ya subieron.

Para la cordada que salió desde hace diez días, instalando los campamentos, está haciendo alpinismo moderno, como se llama al alpinismo de conquista, o de nuevos logros.

El punto es que todos estamos haciendo alpinismo exterior pero en lo individual, en la intimidad, cada quien hace el alpinismo de su subjetividad.

A eso se refiere Scheler  cuando habla de la “verdad metafísica”: la verdad metafísica, o “la” verdad misma, debe tener un contenido diverso para cada persona, a causa de que el contenido del ser mismo del mundo es distinto para cada persona.”

Después esta ascensión, nueva, que ahora es toda una revolución, pasará a  ser parte de la tradición, que otros recorrerán siguiendo los pasos de los primeros que la abrieron. Hasta que otros hagan de nuevo otra revolución abriendo nueva ruta, que pasará también a ser tradición…

A los alpinistas les gusta hacer abstracciones y unos se llaman a  sí mismos innovadores. Otros conservadores. Es el mejor juego que ha podido inventar el hombre para pasar el día. Son como las aspas de un molino de viento que entre ambas hacen girar la rueda, el devenir.
 
Devenir, ¿ hacia dónde?
 ¿Devenir hacia dónde? Nadie lo sabe y acaso tampoco importe. Lo que importa es el movimiento. El olin azteca o el devenir occidental.

 Ya no es cómo se llenará el día sino como llenar la vida y, más aun, como llenar la eternidad…

¡Por que estamos seguros que hay eternidad, para nosotros, sino¿para qué tanto afán?

Tradición y revolución son dos extremos de una misma cuerda de escalar…




Scheler






“Max Scheler (22 de agosto de 1874, Múnich – 19 de mayo de 1928, Fráncfort del Meno) fue un filósofo alemán, de gran importancia en el desarrollo de la fenomenología, la ética y la antropología filosófica, además de ser un clásico dentro de la filosofía de la religión” Wikipedia






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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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