PLOTINO SÍ CREE EN LAS ALMAS


Almas “enseñadoras”, así como hay padres “enseñadores”.

El alma, su existencia, para personas religiosas, es algo que se acepta sin más. Así son las cuestiones de la fe en el cristianismo.

Con la recordación que Plotino no es cristiano, aunque vivió ya en tiempos del cristianismo (nació en Licópolis, Egipto, el año 205 d JC.), se le considera el último de los filósofos paganos de la antigüedad.

 El tema del alma parece una antinomia porque a la vez que no se puede demostrar, visiblemente, fenomenológicamente, su existencia, al parecer, siempre se ha creído en ella.

No veo a las almas por ningún lado, dice alguien. Están en todas partes, responde la persona de fe. Alguna pista. Tratan de  manifestarse a través de nuestro comportamiento,  en lo individual.

Tratan, como un maestro de escuela trata de enseñar al alumno. No es un factor de absoluta decisión, como veremos, pero si elemento que puede ser modificador.

Se revelan como la imagen latente en la película fotográfica, a base de sales o haluros de plata, antes de aplicarle el químico revelador del elón o hidroquinona, después de lo cual empieza a revelarse ante nuestros ojos esa imagen. Nuestras acciones son el elón o la hidroquinona en lo humano. Saldrá una lograda fotografía o malograda.

 Saldrá un hombre bueno o malo,  esa es otra cuestión que no compete, del todo,  a las almas. El maestro de escuela no puede ser el origen de la composición genética del alumno, solo  el orientador de su conducta,

 Desde hace mucho tiempo la industria editorial hacen  cromos bellamente impresos, de almas o ángeles, que suelen los padres poner en la cabecera de la cuna de los bebés, “para que los cuide y les enseñe el camino hacia Dios.”

“Creo en angelitos, que me cuidan siempre de caer” dice una bella canción del grupo sueco ABBA.

  Spinoza, filosofo del siglo diecisiete, dice que esa es precisamente la misión de las almas, enseñar. Almas, ángeles, etc. y demás criaturas de la escala espiritual del cristianismo. Conocer para enseñar el camino hacia Dios.

El ángel, el alma, no es Dios, como se dice en  las pantallas de la televisión, sino su auxiliar.

Ahora diríamos que las almas desempeñan el papel  de una especie de maestros en cursos propedéuticos. Preparar al alumno para que puedan arribar a cursos o conocimientos más avanzados. De secundaria a preparatoria, de licenciatura a posgrado, etc.

Pero, como maestro de escuela, las almas también   necesitan actualizarse, seguir aprendiendo para enseñar: “la virtud absoluta del alma es, pues, conocer.”, dice  Spinoza.

 ¿Conocer qué, ¿hacia dónde se dirige ese conocimiento? Y este filosofo reitera: “el objeto supremo que el alma puede conocer es Dios…Conocer con claridad a Dios.”

 No tener idea distorsionada, de Dios, sino conocerlo con claridad (Benito Spinoza, Ética, proposición XXVIII)

Plotino también, como Spinoza, cree firmemente en la existencia de las almas. Pensar en el hecho  que  ambos son filósofos de muy distintas épocas, no teólogos.

De igual manera Plotino  les asigna una misión pedagógica. Si bien, Plotino se imagina al alma al estilo de eso maestros de escuelas de policía, en los arrabales duros de la ciudad, caracterizados por la miseria humana, si cabe el término (humano es una categoría que se adquiere y  es en la medida que nos alejamos de la animalidad).

En ocasiones en esas academias de policía está ya tan viciado el ambiente que el maestro mismo termina siendo arrastrado, o al menos bloqueado, en su misión pedagógica. Y, sin embargo, si la institución prevalece, es que en su seno sigue habiendo valores positivos en la perspectiva de la sociedad.

No es, pues, el alma espiritual, intocable, que desciende y se mete a cada cuerpo biológico al nacer y va a ganar, quiera o no el antropoide, hacia el bien.

 El alma tampoco  es Dios que reparte los papeles de la obra a representar.  No tiene poder sobre el libre albedrío del individuo. De ahí que se considere, en el cristianismo, el valor privilegiado del humano con respecto al ángel.

“Menudos dioses estamos hechos, cuando debemos plegarnos a una necesidad humana”, dice John Banville en su novela Los infinitos.

 Los ángeles son, al estilo del papel de los padres que se afanan por educar a sus hijos pero, todos conocemos la expresión: “Nunca falta una oveja descarriada en la familia”, según los prototipos filosóficos  de esa familia.

Los ángeles vendrían siendo, pues, la réplica, la instancia espiritual en la jerarquía del cielo, lo mismo que los padres biológicos, o, en su caso, los padres putativos, en la tierra, como  San José, padre de Jesús.

Y es sabido que en este planeta hay menos padres putativos (educadores) que padres seminales.

Este panorama complejo Plotino lo dice de esta manera:

“Es preciso poner en el número de los seres un nuevo principio, a saber, el alma, no sólo el Alma universal, sino el alma de cada individuo. Esta alma no es un principio de poca importancia en el encadenamiento universal de las causas y los efectos, porque en lugar de nacer de una simiente (razón seminal),como las otras cosas, constituye una causa primera.Fuera del cuerpo es dueña absoluta de sí misma, libre e independiente, de la causa que administra al mundo. Una vez que ha descendido a un cuerpo, no es ya tan independiente, porque entonces forma parte del ordena al que están sometidas las demás cosas. Pero, como los accidentes de la fortuna, es decir, las circunstancias en medio de las cuales se encuentra colocada el alma, determinan muchos acontecimientos, ya el alma obedece a la influencia de las circunstancias exteriores, o ya las domina y hace lo que quiere. Las domina más o menos según es buena o mala. Si cede al temperamento del cuerpo, se ve necesariamente entregada a la concupiscencia o a la cólera, abatida en la pobreza, orgullosa en la prosperidad, o tiránica en el ejercicio del poder. Si tiene buena naturaleza resiste a todas estas malas inclinaciones; modifica la que la rodea antes que ser modificada ella misma; cambia algunas cosas y tolera otras sin caer en el vicio.”(Plotino, Libro del destino, tercera enéada)
PLOTINO


 “Nació en el 204 ó el 205 en la ciudad egipcia de Licópolis, hoy Assiut. En el 232entró en el círculo de Amonio Saccas (o Sakkas) en Alejandría, de quien también fueron discípulos Orígenes (no el cristiano)[cita requerida], Longino y Erenio. Se embarcó en 244 en la expedición del emperador Gordiano III contra los persas con el propósito de conocer la filosofía de los pueblos orientales. Fracasada la expedición y asesinado el emperador, logró dificultosamente refugiarse en Antioquía. Abrió en Roma una escuela de Filosofía (246) y llevó una vida severa: era vegetariano, no se casó ni se dejó retratar "para no dar lugar a una sombra de otra sombra". Se le atribuyeron dotes místicas de visionario y se dice de él que recogía niños huérfanos y les daba educación. Su discípulo Porfirio, autor de su biografía Vida de Plotino y de la sistematización y publicación de su obra central Enéadas, refiere que en los seis años que estuvo con él tuvo hasta 4 uniones místicas”WIKIPEDIA.














No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores