M.SCHELER BUSCA LA COHERENCIA CULTURAL


Esta coherencia  Scheler la encuentra en la persona colectiva cultural.

Ética, capítulo segundo.

Antropocéntrica es de manera abundante la literatura lírica, abstracta por definición, de manera particular la novelística y la poesía. Menos numerosa  la literatura que comprenda también valores esenciales, al estilo, ponemos por ejemplo, de los ingleses Dickens, Graham Greene y Chesterton.

Como  22 deportistas que  jugaran  con dos balones, en la cancha de futbol, al mismo tiempo…Por más que el árbitro les dice que son dos bandos jugando, de manera integral, con un solo balón. O con un balón de dos colores. Como aquel lápiz que había antes al  que se les llamaba “bicolor”.

Ese “bicolor” comprendería las expresiones de lo que se llama el “ser en sí” y la “cosa en sí”. Materia y razón son los dos ejes en los que nos movemos los humanos. Razón finita y razón especulativa.

Negar la cosa en sí como una esencia, que vive y trasciende la eternidad, es lo que hace Husserl. Lo hace al estilo de los atomistas del tiempo de Parménides. Sólo los átomos.

Zenón de Citio, en cambio (para mencionar a  otro personaje contemporáneo de Parménides), da entrada al pensamiento sobre, o junto, a la materia. Los átomos no son capaces de hacer juicios subjetivos.

Zenón dice esto mediante las figuras de agente y paciente. Lo primero que anima  a la segunda. La cualidad y la materia. Es el viejo tema que siempre estará presente en la humanidad, como el faro del puerto, vital en las tempestades y casi ignorado a pleno sol.

La nación y la Iglesia son las dos personas colectivas integradoras en la cultura occidental para Max Scheler.

Para Scheler, a diferencia de Fichte, el Estado ni siquiera es una parte de los valores fundamentales de la sociedad. Lo que va a prevalecer es la persona colectiva cultural (Europa, América, etc.)
Un Estado puede desaparecer, pero no esa persona cultural. 

Desparecieron Atenas, Roma, México-Tenochtitlán, Machu Pichu, Mayapan, Ur, Etruria, pero no sus personas colectivas culturales:

“Es sólo un teorema de partido, sin importancia alguna histórica ni filosófica, la afirmación de que el Estado es la única fuente del derecho positivo y que cualquier derecho de legislar propio de las corporaciones ,la Iglesia, etc. ha de entenderse que les es solamente prestado por el Estado... Las fuerzas creadoras de la cultura radican en la nación y en el individuo, no en el Estado.”

De ahí que Scheler considere un absurdo la idea de Iglesia de Estado. Cuando ese Estado desaparece…

Scheler se refiere a la Iglesia cuyos valores vitales están más allá de estados,  fronteras y tiempo, por eso dice “persona colectiva cultural”.

Trasnacional, fáctico, como una prefiguración para el campo sin límite de los valores esenciales.Universal porque tiene las puertas abiertas para todos.¿Qué puede temer del cielo alguien que gana el salario mínimo? Los que se atoran un poco para trasponer esas puertas son los salarios de excepción.

Estado e Iglesia, dos instituciones diferentes pero fundidas en el tiempo, en el “tiempo temporal”. La Iglesia que posee sentimientos o valores  vitales y el Estado sentimientos sensibles, inmediatos. Lo eterno y lo finito. Fuerzas ambas integradoras de la sociedad, no disociadoras de la misma.

“Es, pues, esencialmente distinta la relación de la Iglesia  para con la cultura, de la que existe entre el Estado y la cultura. El Estado tiene una relación con los bienes concretos de la cultura y la educación tan sólo en cuanto se reflejan en los productos culturales el valor jurídico, el valor del bienestar y el valor del poder, y en cuanto la formación cultural del pueblo afecta a la realización de esos valores  estatales y la intención del Estado dirigida hacia esa realización (cultura ciudadana, arte de Estado y cultura oficial);es decir, no en cuanto la cultura es cultura pura, sino en cuanto es utilizable para los objetivos que radican en la esencia del Estado.”

Desde los intereses facticos de ambos lados, Estado e Iglesia, siempre que ambos lados invaden la  esfera de acción del otro, llega la confusión, el caos, la muerte y la pobreza para la mayoría de los habitantes de ese país.

Las minorías, que pueden hacerlo, cuando empiezan a oler el disturbio, agarran sus bártulos y emigran a otros países, se pone a salvo y regresan cuando  la hecatombe pasó o se quedan a vivir allá. 
LAS MINORÍAS SE FUERON DESDE AYER..
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968.

 El caos  golpea el alma y el bolsillo de los “salarios mínimos”. Un salario mínimo no puede escapar hacia el exterior. Queda entrampado en la confusión.De ahí la necesidad de fortalecer lo vital y lo transitorio para que, dice Scheler, desde afuera y desde adentro no aparezca  el caos.

Scheler insiste que Estado, nación e Iglesia son fuerzas integradoras, no disociadoras:

“Por último, el círculo cultural la nación, el Estado y la Iglesia están sobre ordenados  y coordinados en común a las comunidades de vida-los pueblos, por ejemplo-y, por consiguiente son en principio creaciones que están por encima de los pueblos, y, sin embargo, les son inmanentes.”
M.SCHELER

“Max Scheler (22 de agosto de 1874, Múnich – 19 de mayo de 1928, Fráncfort del Meno) fue un filósofo alemán, de gran importancia en el desarrollo de lafenomenología, la ética y la antropología filosófica, además de ser un clásico dentro de la filosofía de la religión” Wikipedia










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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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