M.SCHELER BUSCA VALORES MORALES ENTRE LA DIVERSIDAD


Diversos componentes tiene la sociedad, ¿cómo entonces podría ofrecer un cuadro moral homogéneo? 

Así como un campo de rocas ígneas es posible sólo si hay rocas ígneas, así en la humanidad hay valores morales sólo si hay hombres buenos, dice Scheler.

De los valores morales de los pueblos dice que son como los colores dispersos de la paleta del pintor. Pero que vistos a cierta distancia podemos encontrar en ellos el cuadro grandioso moral de la Humanidad.

La  boruca de nuestro tiempo nos acucia  para  poner aparte los intereses utilitaristas de los valores morales. Porque cuando los valores morales palidecen entonces empezamos a  tomar como bueno lo útil.

Scheler cree que no hay que marearse en la rueda del carrusel:

”En primer lugar es necesario para el estudio de los hechos históricos morales separar con toda limpieza los respectivos estratos del conocimiento intelectual sobre las conexiones causales externas e intimas entre las cosas, de las valoraciones en general y de las morales en particular, como también de todo aquello que pertenece a la técnica del obrar.”Máx Scheler, Ética, sección quinta)

El utilitarismo, que caracteriza a algunos sectores de la sociedad, se vuelve tan preponderante, a través de los medios de información masiva, que se erige como calificadora de la conciencia de los individuos. Sucede cuando los valores morales se deterioran.
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich,1968

Ese panorama nebuloso y revuelto de intereses (no se confunda con las necesidades básicas) con valores,  lo explica Benito Spinoza con algún detalle en la proposición XXXIX de la tercera parte de su Ética:

“Así, cada uno juzga según su afección que una cosa es buena o mala, o mejor o peor, o en fin, que es la mejor o la peor. El avaro piensa que la abundancia de dinero es lo que hay mejor en el mundo, y la pobreza lo que hay peor. El ambicioso nada desea tanto como la gloria y nada teme tanto como la vergüenza. Lo más agradable para el envidioso es la desgracia de los demás, y lo más insoportable la dicha del otro; de este modo cada cual juzga según su afección que una cosa es buena o mala, útil o inútil.”

El punto que Scheler destaca es que la conducta de la sociedad, digamos en las ciudades de un mismo país, que desde luego va a impactar a las comunidades rurales, de costumbres sencillas y sanas, no tendría que vivir en el revoltijo de intereses y valores, sino en la correcta aplicación de valores prácticos y valores morales, porque lo demás, lo necesario practico para la vida, estaría orientado, consecuentemente, hacia lo positivo.

Max Scheler no pierde la esperanza en un mundo menos depredador,menos superficial,menos finito, y que la suma de colores en la paleta arroje positivo:

“Quizá con el tiempo aquella paleta con los colores desordenados logre poco a poco la conexión de sentido de un cuadro grandioso sobre el que la humanidad, por muy diversamente articulada que esté, vaya apoderándose de modo parejo, de un imperio de valores subjetivos e independiente de ella misma y de sus configuraciones e igualmente de la jerarquía objetiva de esos valores, por el amor, la percepción sentimental y la conducta; y, a la vez, logre que penetren en la existencia tal como enseña, por ejemplo, la historia del conocimiento del firmamento.”
M.SCHELER




“Max Scheler (22 de agosto de 1874, Múnich – 19 de mayo de 1928, Fráncfort del Meno) fue un filósofo alemán, de gran importancia en el desarrollo de lafenomenología, la ética y la antropología filosófica, además de ser un clásico dentro de la filosofía de la religión” Wikipedia


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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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