CON ARISTÓTELES EN LAS MONTAÑAS


Ser, mediante la actividad, es lo propio del alpinista.

Otros, como los filósofos, tienen conciencia de ser por medio del acto de pensar, del hablar, “por sus obras los conocerás”, “por lo que escriben lo conocerás”, etc. Aristóteles dice que por medio de la actividad.

En el transcurso de una caminata, por las montañas, tienen lugar dos clases de goces señalados como bajos y superiores.

Sin los “bajos” no podríamos ir muy lejos pues se refieren a comer y beber. Por el medio en el que se mueve el alpinista, que son los bosques y las montañas, no puede llegar a la degeneración que es la gula. Como sí sucede en las comidas de la ciudad.

Y para compensar la deshidratación se bebe agua, te o vino. En el trascurso de una ascensión tampoco se puede considerar el exceso que es la borrachera.

El placer superior en las montañas corresponde a valores intrínsecos subjetivos como el sentimiento estético, pensar, “soñar despierto”, etc.
 
Valores empíricos y subjetivos en una ascensión
En la norte del Pico de Orizaba
 En relación a  objetivos concretos, que no pueden ser otros que conocer los límites propios, por medio de la acción,  como superar un diedro, subir por la arista nevada, el extraplomo de aquel sector de la montaña.

 Todos los días, en el valle, y en todas partes, los humanos conocemos nuestros límites en lo económico, moral, deporte, convivencia social, amistad,  amor, sexo, vileza, edad, academia, espiritualidad, solipsismo, nobleza, solidaridad, individualidad… Así en la montaña con la actividad:

“La existencia, henchida de actividad, es la auténtica eudemonia” escribe Herman Nohl en La voluntad activa. La existencia a través de la actividad, a través de la eudemia.

Eudemia es una palabra que en lenguaje coloquial parece exótica. Pero no hay tal afectación en su uso, del que nadie es propietario, pero que circula con naturalidad en los círculos  filosóficos. Mejor habría que preguntarnos por qué no la usamos. Y seguiría ¿por qué no la practicamos?

Eudemia, dice Aristóteles, es vivir bien a través de una serie de actos guiados por la razón como punto intermedio entre el exceso y el defecto. Una de las obras de este filósofo se llama así: Ética Eudemia.

La acción en  la travesía de la montaña o de la escalada. Pero también durante el vivac. El vivac tiene aspectos  de insospechada importancia, es una  de las maneras más intensas de  eudemia.

El vivac es, a semejanza de la energía eléctrica casera, de cuando las luces, los focos, lámparas, están apagadas. De todas maneras el fluido eléctrico o “corriente”, está ahí, en los cables, presente, latente. Átomos cuya fuerza de acción consiste en la inmovilidad como fluido. Así el montañista en su vivac cuyo éxito depende de su capacidad de resistencia, soportar la inmovilidad.


Como la vida “estática” en la etnia, de los indios americanos, que es en realidad una vigorosa  filosofía perenne en desarrollo.

En  Ética eudemia, Aristóteles se refiere al ser, a través de la actividad, en la que con frecuencia aparece el verbo hacer. Pero, no hacer por hacer, sino hacer con razón, como él dice, entre el exceso y el defecto.

“…con la felicidad como el fin último del hombre, asequible mediante el ejercicio de la virtud, lo que lleva consigo  la teoría del término medio entre el exceso y el defecto…El que haya de ser amado por Dios es necesario que se haga así mismo, hasta donde alcances sus fuerzas, semejante a él…la felicidad se ofrece  a aquellos que han sabido hacerse ellos mismos, y sus actos, de cierta calidad.”
Aristóteles

“Aristóteles (en griego antiguo Ἀριστοτέλης, Aristotélēs) (384 a. C.322 a. C.)[1] [2] fue un polímata: filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.[1] [2] [3]Aristóteles escribió cerca de 200 tratados (de los cuales sólo nos han llegado 31) sobre una enorme variedad de temas, incluyendo lógica, metafísica, filosofía de la ciencia, ética, filosofía política, estética, retórica, física, astronomía y biología.[1] Aristóteles transformó muchas, si no todas, las áreas del conocimiento que tocó. Es reconocido como el padre fundador de la lógica y de la biología, pues si bien existen reflexiones y escritos previos sobre ambas materias, es en el trabajo de Aristóteles donde se encuentran las primeras investigaciones sistemáticas al respecto.[4][WIKIPEDIA














No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores