PLOTINO EN EL VIEJO TEMA DE LA VERDAD


Se puede “oler”  la verdad de un solo golpe.”Me late” es una expresión usada en México. O esta otra. “Yo creo que…”

Es una primera impresión antes del análisis. Es lo que Plotino llama intuición. Y en los dieciocho siglos que le siguieron, y en los siete siglos que le antecedieron, lo filósofos aceptaron a la intuición como un “primer golpe” para oler, para percibir, para encontrar la verdad. Trátese de la verdad en abstracto o de la Verdad universal.

 La mujer, antes que el hombre, sabe mejor de este asunto. Se habla de la intuición femenina como algo muy desarrollado.”Cuando yo voy ella ya viene”.

Pero quedarse ahí es propio de borrachos de taberna hablando de fútbol a las dos de la mañana.

 O servirse de un arma diabólica para enredar a propósito las cosas, como hacen algunos políticos profesionales y alejarse de la “verdad verdadera”. Especulaciones, sofismas, parecerse aislados, abstractos, lejos del todo.
 
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich,1968
“Tras el conocimiento de la verdad-dice Kant- hay muchas alusiones  sofisticas.” (Crítica de la razón pura, segunda parte)

Plotino recurre inmediatamente a la dialéctica, que él siempre escribe con mayúscula. Confrontar pareceres, entrar con espíritu crítico en las hipótesis:

“La Dialéctica-dice-no se ocupa solamente de puras especulaciones y de reglas abstractas…Sabe lo que es afirmar, negar, lo que es hacer aserciones contradictorias o contrarias; sabe, en fin, cuando se afirman cosas diferentes o idénticas, percibiendo la verdad por una intuición instantánea, como es la de los sentidos; pero deja a otros el estudio que se complace en estos detalles, el cuidado de hablar de ellos con exactitud.”(Plotino, libro tercero)

El  tema sería considerado por Schopenhauer como principio de razón suficiente para llegar a la verdad:

“La verdad es la relación de un juicio con algo fuera de él que es su razón suficiente…El principio de razón suficiente se nos presenta, ante todo, como verdad metalógica, después de haber aparecido como verdad trascendental.”) La cuádruple raíz de principio de razón suficiente. Cap. V)

¿Qué es la verdad? le pregunta cada Navidad el gobernador romano Poncio Pilatos a Jesús, en las películas que Hollywood hace de la vida de Cristo. Y Jesús guarda silencio. Porque para conocer la verdad (universal) Pilatos tendría que haber conocido todo lo relacionado con Jesús, y eso ni siquiera sus apóstoles a la sazón lo sabían.

Si veinte siglos después, ya de cristianismo, hurgamos afanosamente la Biblia y nos preguntamos qué quiso decir Jesús en el Sermón de la Montaña, es claro que Pilatos, figura  de la cultura grecorromana, preguntaba algo por completo extraño o, para decirlo de otra manera, preguntaba por lo que hasta entonces en la filosofía griega era una aporía, un callejón que parecía sin salida.

Si Jesús hubiera dicho “Yo soy la verdad” Pilatos lo habría tomado como un hombre loco. Con su silencio estaba diciendo:” Mira, yo soy la Verdad”. Porque aun para cualquier humano decir la verdad ya es parte de la Verdad. Como decir mentiras se es, de esencia, sofista, mentiroso.

“Para conocer la verdad- agrega Kant-hay que buscar la coincidencia del conocimiento con su objeto. Entran en juego la intuición (“sin la cual carece de objeto todo conocimiento”), la lógica, la dialéctica, el objeto del que se trate y el entendimiento del que inquiere.”

Sólo Claudia, la esposa de Poncio Pilatos, tuvo un golpe de intuición al decirle a su esposo, ese hombre es un justo. No tenía otra manera de decirle que,  en su prédica, Jesús estaba diciendo la verdad.  Al parecer, por su renuencia a condenar a Jesús, también Poncio Pilatos tuvo esa intuición, pero, como gobernador romano, debía actuar de inmediato presionado por las circunstancias.

Otro modo de conocer, aparte de la intuición, es mediante conceptos: “Más fuera de la intuición no hay otro modo de conocer, sino por conceptos.”

Buscar en este enmarañado terreno de los pareceres, la Verdad, o las verdades,  puede degenerar en  chismes de oficina a la hora de tomar café.

Por eso Plotino recomienda tomar en serio a la Dialéctica:

“La Dialéctica es, pues, solamente una parte de la Filosofía, pero la parte más eminente.” Y remarca: “La Dialéctica es la parte más elevada de la filosofía.”
 
PLOTINO
Plotino “Nació en el 204 ó el 205 en la ciudad egipcia de Licópolis, hoy Assiut. En el 232entró en el círculo de Amonio Saccas (o Sakkas) en Alejandría, de quien también fueron discípulos Orígenes (no el cristiano)[cita requerida], Longino y Erenio. Se embarcó en 244 en la expedición del emperador Gordiano III contra los persas con el propósito de conocer la filosofía de los pueblos orientales. Fracasada la expedición y asesinado el emperador, logró dificultosamente refugiarse en Antioquía. Abrió en Roma una escuela de Filosofía (246) y llevó una vida severa: era vegetariano, no se casó ni se dejó retratar "para no dar lugar a una sombra de otra sombra". Se le atribuyeron dotes místicas de visionario y se dice de él que recogía niños huérfanos y les daba educación. Su discípulo Porfirio, autor de su biografía Vida de Plotino y de la sistematización y publicación de su obra central Enéadas, refiere que en los seis años que estuvo con él tuvo hasta 4 uniones místicas”WIKIPEDIA.








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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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