EL ARTE DE ESCRIBIR DESPACIO: J.M.MURRY


Escribir de prisa, como hacen los periodistas, tiene por resultado la alteración del idioma. Gastan las palabras, como las monedas gastan sus aristas, de tanto rodar.

No es que algunos de ellos no sepan escribir, es que no tienen tiempo para sazonar sus escritos. Escritos que, por otra parte, son para el consumo rápido, de la clase media-baja (culturalmente hablando).Porque mañana todo habrá cambiado, o será lo mismo pero ahora “arrastrado” con algún otro enfoque.

Escribir varias notas a la semana es aprender a nadar en la superficie. Cuando pudieron zafarse, de esta distinguida esclavitud, esos pocos fueron  novelistas o ensayistas.

No decimos “exitosos” porque eso puede caer en subjetivismos de la mercadotecnia, de la academia politizada o de la secta cultural.

  Algunos de esos periodistas siguieron avanzando hasta el intrincado mundo de la filosofía.

Hay personajes cómicos creados por la televisión, el cine, o el comic, que dicen barbaridades del idioma. Pero están tan bien urdidos que todos reímos, nuestros hijos también rieron y nuestros nietos siguen riendo. Esas barbaridades ya se establecieron hasta en los diccionarios de la lengua.

Se cumple cada vez lo que Desmond Morris dice en su obra El zoo humano: “Lo que  es atrevido hoy, se convierte mañana en ordinario y al día siguiente en rancio.”Pero en un rancio que reclama categoría de nobleza. Como dicen, los que no son químicos  de profesión, que son los vinos añejos.

Platón, en su La República o el Estado, escribe que las revoluciones empiezan en los corredores del Palacio, no en la calle.

Para que se dé una alteración  del idioma debe darse desde el conocimiento del idioma, algunas veces como contraste de lo establecido.
 
¿Escribir despacio?
Dibujo tomado del diario El País,España
El español de México, por ejemplo, fue originalmente una señal de independencia con respecto de España. Otro es el caso del inglés, de Estados Unidos, con referencia Inglaterra.

El exterior de las casas particulares, incluidos los edificios del gobierno y de las iglesias, amanecen pintarrajeadas. 

Es una manera de alterar lo establecido. Al grafiti se le ha conectado en línea directa con Dalí y con las cuevas prehistóricas de España y Francia 

¿Saben esos grafiteros, procedentes del erial cultural, de Altamira, Santander, Lescaux, Dordoña?

Casi ha trascurrido un siglo desde que el inglés J. Middleton Murry escribió en su libro El estilo literario, refiriéndose al lenguaje:

 “Por otra parte, el lenguaje, como medio de comunicación entre los miembros de un inmenso  conjunto de personas, tiende siempre, como el dinero que pasa de mano en mano, a gastarse y a perder sus aristas. Y este proceso se acelera grandemente con el crecimiento de los periódicos. Los que escriben en los periódicos, si acaso tiene la voluntad de hacerlo, carecen del tiempo necesario para mantener el aliño y la precisión de un lenguaje; más aun, si tuvieran tiempo y lo utilizaran para este propósito, pronto perderían el empleo. Su negocio es dirigirse a la mentalidad media. Y para hacerlo tiene que utilizar el vocabulario de la mentalidad media; si no lo hacen así, recibirán el homenaje de ser declarados ilegibles, lo cual, cuando llega a oídos del dueño del periódico, equivale a una sentencia de muerte.”

“De  nada, nada deviene- escribe Kant en Crítica de la razón pura. La alteración del idioma no puede venir del erial cultural sino de algo que  no es erial-.Todo lo que se altera es permanente y sólo cambia su estado”

El cambio se da desde lo permanente y Kant lo reafirma: “Sólo mediante lo permanente recibe la existencia, en diferentes partes de la serie temporal, sucesiva, una magnitud llamada duración.”

Dewey habla de los hábitos en general, y podemos retraerlo al tema que nos ocupa. Señala que somos herederos, y a la vez responsables, de un mundo de calidad, o  de pobreza cultural, que quedará después de nosotros:

“Se reverencia el pasado, no por el hecho de que lo sea, sino porque ha hecho posible un presente tan seguro y rico que podrá crear un futuro todavía mejor.”

Y agrega que nuestra herencia, lo permanente, será mejor si somos capaces de actividad terapéutica frente a los hábitos, propios y ajenos, de manufactura patológica:

“Por mucho que se haya hecho, siempre queda más por realizar. Solamente por medio de una constante modificación de nuestro ambiente, podemos conservar y transmitir nuestra propia herencia.” (John Dewey, Naturaleza humana y conducta, 1922)


Algunos, de los que escribían rápido,  hicieron caso  a j.M.Murry y tuvieron que aprender a escribir despacio.
 
Murry
“John Middleton Murry (6 August 1889 – 12 March 1957) was an English writer. He was prolific, producing more than 60 books and thousands of essays and reviews on literature, social issues, politics, and religion during his lifetime. A prominent critic, Murry is best remembered for his association with Katherine Mansfield, whom he married in 1918 as her second husband, for his friendship withD. H. Lawrence, and for his friendship (and brief affair) with Frieda Lawrence. Following Mansfield's death, Murry edited her work” wikipedia.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores