DIÁLOGO SOBRE LA VIRTUD Y LA INTELIGENCIA: ARISTÓTELES-SÉNECA


Aristóteles y Séneca gustaban  hablar de la virtud. Mejor dicho de las virtudes que son la moral y la intelectual. La virtud era el leit motiv de sus obras.

Estamos en la dimensión de la física, de ahí que hagamos la observación que 380 años median entre uno y otro de estos personajes. Pero  la dimensión de ellos  está  fuera del tiempo fenomenológico.

 Aristóteles quiere empezar un paso atrás. Lo que es la alimentación y el ejercicio físico. No es que comer bien y ser atleta hagan  santo o  sabio, pero sí lo disponen para tal cosa. Si al buen comer (manera inteligente de comer) le acompaña el ejercicio físico, esa disposición se catapulta:
Diario El País,España.26 Sep.2015
“…de los mejores ejercicios y alimentos  procede la buenas disposición, y a la vez de la buena disposición del cuerpo viene el mejor trabajo” dice Aristóteles (Ética eudemia). Es útil para el trabajador porque se desempeña en condiciones humanas y es redituable para el patrón porque el empleado rinde más.

En los países de economía precarizada, por lo mismo, ni hay buen comer ni hay buen ejercicio, como generalidad, no como excepción. Matar el hambre para pasar el día y ejercicio empírico sin programa y sin fin  y muchas veces sin hábito, no lleva muy lejos.

Todos los días se dan a conocer magníficos programas para aliviar el hambre, pero lo que no llega es el pan. Conque llegara el pan ya sabríamos qué programa fue el auténtico.

Todos los días se ponen en marcha magníficos programas para que la gente se meta de lleno a la cultura pero lo que brilla por su ausencia es el hábito de la lectura.

De ahí que los valores morales y los intelectuales encuentren dificultad para desarrollarse en estos lugares. De ahí también, como consecuencia,  como contradicción filosófica, que las calles se llenen de otros valores de los que mejor no hablamos por ser tan obvios que siempre están ocupando los primeros lugares de los medios de información masiva.
Aristóteles

Aristóteles (en griego antiguo Ἀριστοτέλης, Aristotélēs) (384 a. C.322 a. C.)[1] [2] fue un polímata: filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.[1] [2] [3]

El pan y la letra son los que nutren a los humanos.Hacia mediados del siglo pasado el Rev.Fultón J.Sheen, catedrático de filosofía en la Universidad de Louvain y la Universdad Católica de América, lo decía de cuantas maneras le fue posible, por programas de la radio, conferencias  y en libros que escribía:

 "En estos días de hambre intelectual, las mentes están muriendo de inanición por falta de verdades,como los cuerpos en días de hambre física mueren por falta de pan. En tales momentos, cuando el hambre,sea intelectual o física,corroe a cada ser,no es esencial el demostrar qué venenos deben evitarse o que alimentos haya de comerse,basta presentar el alimento."(La filosofía de la vida)

Cuestiones que parecen temas viejos y aburridos propios de libros viejos. Pero que son frecuentados y tenidos en alta estima por los pueblos que viven, en este siglo veintiuno, el mejor nivel posible. No en el nivel perfecto sino, como dice Leibniz, en el mejor de los posibles. Utopías aparte.

Séneca habla de la virtud, no desde la virtud. Como el alpinista que habla de la cumbre que todavía no alcanza. Considera todas las cosas que le impiden, o al menos le entorpecen, el seguir subiendo, y es necesario deshacerse de ellas, aligerarlas. Habla de filosofía moral, como también lo hizo Epicteto entre los griegos.

Parece que Séneca está dando consejos cuando lo que hace es comentar sus defectos de conducta, igual que se hace ahora en los grupos de autoayuda como AA, DA…

“Hablo de la virtud, no de mí. Y cuando reprocho lo vicios, pongo los míos en el primer lugar. Cuando me sea posible viviré como conviene.” (Sobre la felicidad)


Dibujo tomado del diario El País,España,28/6/14. 

Aristóteles dice que mejor que hablar de esas cosas es estar en ellas:

“No hay duda de que el conocimiento de las cosas bellas es algo bello en sí mismo, pero tratándose de la virtud no es el conocimiento lo más valioso, sino saber de dónde y cómo nace. Lo que queremos, en efecto, no es conocer lo que es la valentía, sino ser valientes, ni lo que es la justicia, sino ser justos, del mismo modo que preferimos tener salud antes que saber en qué consiste  la salud, y sentirse bien antes que saber en qué consiste el sentirse bien.”

Las conocidas palabras de Homero, en Odiseo, probablemente inspiraron a Aristóteles para su filosofía cuya virtud consiste en la mesura, lejos de los extremos: “No debes pavonearte, dice Homero, ante el mundo como vencedor ni hundirte y lamentarte como vencido: alégrate con lo que es digno de alegría, no te rindas con exceso ante la desventura, conoce el ritmo que mantiene a los hombres en sus límites.”

El romano Séneca, al igual que José Ortega y Gasset ( ambos de la Península Ibérica), apuntalará la pauta para abrirse camino en el enmarañado terreno de la filosofía en lo que a este tema se refiere.

En La rebelión de las masas el lumpenproletariado no es el caminante de banqueta que va con chamarra de mezclilla, como los obreros más pobres  vestían en la primera mitad del siglo pasado (y los líderes obreros también para parecer pobres).

 Era el que se mantenía lejos de las corrientes  culturales, igual que  vistiera de mezclilla o de traje de tres piezas y corbata de pajarita.

Séneca escribió: “Examinemos que acción es la mejor, y no la que más se usa: qué es lo que nos lleva a la posesión de una felicidad eterna, y no lo que ha sido a aprobado por el vulgo, pésimo interprete de la verdad; y llamo vulgo no sólo a  quienes visten la clámide vulgar y sencilla, sino también a los que ciñen corona. No miro, pues, el color de los vestidos con que se cubren los cuerpos… tengo una luz mejor y más segura, por medio de la cual distingo lo verdadero de los falso: el espíritu es quien debe encontrar los bienes del alma.”
Séneca

“Lucio Anneo Séneca (Latín: Lucius Annæus Seneca), llamado Séneca el Joven (4 a. C.65) fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moralista. Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue Cuestor, Pretor y Senador del Imperio Romano durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, además de Ministro, tutor y consejero del emperador Nerón.”






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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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