TLALOC EN PRIMAVERA


 

Tláloc es causa  que  broten las plantas y las flores en primavera.

Pero desde hace dos siglos, además, tiene que limpiar la suciedad de aire que los hombres hemos  instalado en el valle.

Tláloc lanza el relámpago a través de los cielos. Es señal para que los tlaloques, sus dioses auxiliares, rompan tinajas llenas de agua que están allá arriba, en forma de nubes.

El agua cae sobre la tierra. Para efecto que los campos se beneficien en un área más amplia, Ehecatl, dios del viento, agita sus grandes orejas y desplaza las nubes hacia el horizonte.

Tláloc es la figura pragmática de los campesinos y también  el Ser inmaterial de la espiritualidad de los pueblos nahuas.

Tláloc hallado en la cumbre mayor del monte Ajusco
sur del Valle de México.
Las grandes orejas corresponden a  Ehecatl
En las cumbres de todas las montañas del Altiplano se realizaban fiestas dedicadas a Tláloc-Ehecatl.

Así está dicho por los abuelos, así está escrito por los grande cronistas españoles del siglo dieciséis, según les contaron los sacerdotes aztecas que eran los que tenían este conocimiento. Si no sucede así la vida no se da, o si ya está, perece.

Este desplazamiento, en los tiempos del relato, del presente hacia el pretérito y otra vez hacia el presente, se debe a que el México indígena está vivo en las más de cincuenta etnias esparcidas por el territorio.

 Para lo contingente nosotros hablamos de viento alisios, y las etnias, de la dualidad  Tláloc-Ehecatl.

Montaña Ajusco,3,900m.s,n.m.
La cima del fondo es la más alta.
Las etnias han sabido resistir a cuanto eclecticismo intelectual disolvente ha tocado a su puerta en estos últimos cinco siglos. De lo que no se han salvado es de la mundialización del aire atmosférico contaminado.

Todo alpinista que ha llegado a los cuatro mil, o más, ha presenciado cómo los altos puertos de las montañas son desbordado por la nata negra de humo que sube desde los valles.

En las primera semana de mayo así sucedió.176 grados de ozono. Los medios de información masiva empezaron a sacar estadísticas que al menos 20 mil vidas, en un año, han perecido por el alto grado de contaminación de enfermedades relacionadas con las vías respiratorias y contaminación de la  sangre por el plomo, etc.

El domingo 15 de mayo (2016)se activó la fase de precontingencia ambiental atmosférica por ozono. La primera vez que una precontingencia se declara en día domingo.

Montaña Tláloc (4150 m.s.n.m.), nevada, vista desde la Ciudad Sagrada de Teotihuacán.
Fue cuando todos empezaron a mirar angustiados hacia el este, hacia las altas montañas del Tlalocan, en donde está el gran adoratorio de Tláloc.

Pero ya no veían hacia Tláloc, pues este dios se les había borrado de la memoria a los eclécticos de la ciudad. Veían en dirección del Golfo. En la esperanza que el movimiento marino, que conocemos como mareas altas y mareas bajas, agitaran las masas de aire y las enviara hacia el Altiplano.

En la esperanza que los vientos alisios, procedentes de las latitudes subtropicales, sean  modificadas hacia el oeste por la rotación de la Tierra y el efecto coriolis, etc.

Todo eso esperaban ¡y nada, los vientos y las lluvias no llegaban y el humo en las calles se metía por las narices!

 Como recurso de emergencia se empieza a anunciar que esta temporada, que terminará el 30 de noviembre, traerá por lo menos 30 ciclones y que 5 podrían convertiré en huracanes. ¡Pero nada de eso llegaba y la precontingencia seguía estacionada! Dos millones de vehículos eran sacados de circular en las calles y tampoco, ¡el humo seguía flotando en las calles!

Paseo de la Reforma, C D, de México
179 grados de ozono, 4 de mayo 2016
Los potentes telescopios de los observatorios de la Sierra Negra de Puebla, Tonantzintla y  de San Pedro Mártir, en Baja California, atisbaban los cielos y los huracanes.

Al mismo tiempo (estamos hablando del mes de mayo, para otros mes toxcatl, el mes de Tezcatlipoca), algunos ancianos emprendían la ascensión de la montaña  seguidos por un centenar de gente de campo, niños, mujeres y hombres de todas las edades, del monte Teocuicani, en el norte inmediato del pueblo de Tetela del Volcán, Estado de Morelos (ladera sur del Popocatépetl) para “pedir agua”.

 En la cumbre, sobre los restos del importante adoratorio a Tezcatlipoca, queman copal y cantan en dirección del volcán. Lo hacen así al menos desde mil  años, atrás, mayo tras mayo, o, toxcatl tras toxcatl.

A-Monte Teocuicani. Vista desde el pueblo de Tetela del Volcán.
La cumbre de la izquierda (oeste) es donde se encuentra el adoratorio.
B- Gente sobre la cumbre del Teocuicani "pidiendo" agua. Queman copal y cantan
 en dirección al cercano Popocatépetl.
C-Basamento del adoratorio a Tezcatlipoca, en la cumbre del Teocuicani.
En este recinto se encontraba la escultura de un joven de alto como la "de un muchacho de ocho años"
dice Diego Durán. A Tezcatlipoca se le representaba como a un joven.
Las cruces de madera (suben una cada año) y la capillita del fondo no son, obviamente, originales sino que corresponden a  los tiempos del sincretismo con la religión católica.


 
A los meteorólogos nos les falla los cálculos. A los habitantes de los pueblos subyacentes del monte Teocuicani tampoco. Con una precisión de minutos.

Hay de donde escoger. ¿Prefieres los átomos de Demócrito o las Ideas de Platón?
Ciudad de México,20 de mayo 2016:176 puntos de ozono
foto tomada de Internet

¿Usted cree que lloverá? Preguntamos al hombre anciano campesino que dirigía la ceremonia de quema de copal. El aire estaba seco y el cielo exento por completo de nubes.

Son los descendientes, o continuadores, de los teciuhtlazove. Ahora se les conoce como los "graniceros" (los que hacen llover granizo o bolitas de hielo).Tienen el poder de hacer llover o bien, si la cantidad de días lluviosos amenaza con volverse  perjudicial para la siembra, detener la lluvia.

Para el pensamiento occidental los teciuhtlazove han de parecer, como al pensamiento indoamericano, la existencia de las almas del cristianismo.

Ambas, teciuhtlazove y almas, inexplicables, o inalcanzables, para el pensamiento racional. Y, sin embargo, ahí están. 

Hubiéramos apostado, con toda seguridad, una fortuna que en una semana no llovería. La tierra que pisábamos era fina y nuestras botas se hundían todo el grueso de la suela.

Seguro que va a caer la lluvia. Espere un poco y usted mismo lo comprobará.

Veintitrés minutos exactamente más tarde empezaron a caer enormes  gotas de agua que se hundían en el seco y fino polvo del suelo. ¿De dónde salieron esas nubes?

Eso es porque quemamos copal y cantamos hacia el volcán, dijo el anciano, pedimos agua y se nos concedió.

Conservaban el rito y la idea aunque no los nombres de las deidades. Cinco siglos antes pronunciaban Ehecatl y Tláloc.

 El primero agitaba sus grandes orejas y enviaba las corrientes de aire y con ello las nubes. El resto lo hacía Tláloc con sus cantaros de agua que dejaba caer sobre los valles.

Las ráfagas de viento se sintieron recorrer  ¡al fin! por el gran valle, “oficialmente” la temporada de lluvias, ciclones y huracanes,   empezaban.

Los niños y los ancianos podían respirar con cierto alivio, al  menos hasta el otro mes de febrero. Los deportistas ya podían reanudar sus ejercicios al aire libre. Los políticos en las ciudades respiraron aliviados. Los campesinos descendieron de la cumbre del monte Teocuicani a trabajar sus tierras de cultivo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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